¡Cuánta farsa y cuánto farsante! Una raya más al tigre, lo peor del caso es que los dizque representantes del pueblo, pomposamente llamados “diputados” (cargo del que están lejos, pero muy lejos de ejercer) creen que los jaliscienses nos tragamos sus cuentos. Que el ciudadano carece de inteligencia para enterarse de todas sus trampas y corruptelas, que dicho sea de paso, a partir de 1994 han sido demasiadas y con demasiados ceros a la derecha, creciendo trienio tras trienio hasta convertir un recinto honorable en la posmoderna cueva de Alí Babá.
El cansancio social ha llegado al límite y los señores que se han apoderado del edificio de Hidalgo y Pino Suárez creen que nos tragamos sus cotidianas mentiras, su costosa pantomima (banalizada de continuo con la ayuda de la televisión). Cuesta trabajo decirlo, pero muchos de los integrantes del congreso local no pasarían un examen de neuronas elementales, son deficitarios, ni qué decir del examen de confianza pues es probable que no lo aprobarían. La inclinación de no pocos de ellos a apropiarse de los dineros públicos o a dilapidarlos de manera irresponsable es proverbial, única, en un país verdaderamente democrático, años ha que muchos diputados de los actuales y de los pasados estarían tras las rejas.
Creado este noble recinto para acoger en su seno a lo más selecto y sapiente de la sociedad con la intención que le represente (y defienda) ante y de los otros dos poderes, en la práctica y durante todos estos años de “cambio” la verdad es que ha sido exactamente lo contrario.
A ese tipo de personas se refería el filósofo José Ingenieros en su magistral obra: “Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los regímenes: pero encuentran mejor clima en las burguesías sin ideales… Cuando el ignorante se cree igualado al estudioso, el bribón al apóstol, el boquirroto al elocuente… Eso es la mediocracia: los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque cada uno sólo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura moral es más grave que la aclimatación de la tiranía; nadie puede volar donde todos se arrastran. Conviénese en llamar urbanidad a la hipocresía, distinción al amaneramiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la mentira proporciona estas denominaciones equívocas” (El Hombre mediocre, EMU, págs. 154-155).
Algunos piensan que su deber es crear leyes (aunque no se necesiten), otros se autonombran defensores de oficio de mariguanos, de homosexuales, etcétera, aunque no faltan sorpresas, como la legisladora que anda queriéndole conseguir préstamos a fondo perdido a los expresidiarios (mientras que no hay créditos para el que vive y se esfuerza durante toda su vida). La lista de ideas grandotas es inmensa, pues inmensa es la incapacidad de la mayoría.
Por todas estas cosas es que la nueva farsa del congreso de Jalisco, la de «crear normas para eliminar el fuero», es otra más de las muchas burlas sociales pues a final de cuentas son leyes que nadie cumple ni desea hacer cumplir ¿Dónde está Emilio? ¿Dónde están los diputados por el escándalo López Castro? ¿Dónde están los diputados que compraron a precio de oro el viejo e innecesario edificio de Banamex para el congreso? ¿Dónde están los trabajadores –y sus padrinos- con demandas laborales millonarias? ¿Dónde están los exdiputados que inventaron traer una cauda de rémoras costosas (asesores y ayudantes), todas con cargo al erario público? ¿Dónde está el Contralor que les ha permitido tanta corrupción? ¿Dónde está el que les permitió que de $13 mil pesos al mes (1994) ahora cualquier diputado anodino e incapaz se lleve con todos los extras más de $ 200 mil pesos al mes?
Su abultadísima nómina que incluye cuando menos 25 diputados de sobra, así como sus “asesores” (cuates y compinches) son un dispendio y lastre económico para el Estado de Jalisco. De ninguna manera se justifica un presupuesto anual de $ 792 millones (2016) para el Congreso, cuando lo cierto es que con menos de 100 podría funcionar y bien, con menos diputados con menor sueldo y mayor capacidad (que no requieran de asesores, para eso están las instituciones públicas que nos cuestan un dineral) pero con deseo de servir a la sociedad que les eligió y no solamente para rendir cuentas a la franquicia política que les acomodó en el cargo.
Abreviemos. El problema de Jalisco no son la falta de nuevas leyes (como la de eliminar el fuero) sino la falta de cumplimiento de las ya existentes. Lo cierto es que podríamos vivir sin ningún problema cuando menos 15 o 20 años sin Congreso local (existe el Federal). El meollo de la prolongada crisis de gobernabilidad que padecemos es precisamente a causa de la impunidad.
Cuando menos las tres últimas legislaturas se desarrollaron en medio del escándalo y la corrupción. Repartos millonarios, bonos, autos, compra de edificios, pandillas enteras de amigos metidos a la nómina, creación de plazas innecesarias, etcétera. Sin olvidar esa ultra perversa moda de correr a los amigos para que demanden al congreso y luego pagarles indemnizaciones millonarias venidas de Laudos amañados ¡Si eso no es corrupción y fraude maquinado no sé cómo calificarlo!
Así que lo que Jalisco requiere es un Congreso de verdad que le cuide y defienda, no que le esquilme. Que vigile que las leyes existentes se cumplan para que se acabe de una buena vez con ese clima de violencia y corrupción que nos tiene hundidos como sociedad. No necesitamos de nuevas leyes, urge que se cumplan las que hay y para eso el primer paso es combatir con todo el peso de la ley la impunidad.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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