Opinión

Content-Type: text/html; charset=”utf-8″
Content-Transfer-Encoding: base64

PGh0bWw+DQo8aGVhZD4NCjxzdHlsZT48IS0tDQouaG1tZXNzYWdlIFANCnsNCm1hcmdpbjowcHg7
DQpwYWRkaW5nOjBweA0KfQ0KYm9keS5obW1lc3NhZ2UNCnsNCmZvbnQtc2l6ZTogMTJwdDsNCmZv
bnQtZmFtaWx5OkNhbGlicmkNCn0NCi0tPjwvc3R5bGU+PC9oZWFkPg0KPGJvZHkgY2xhc3M9J2ht
bWVzc2FnZSc+PGRpdiBkaXI9J2x0cic+PGI+RXN0aW1hZG8gSkFWSUVSOjwvYj4gY29tbyB5YSB0
ZSBoYWJyw6FzIGRhZG8gY3VlbnRhLCBlbCBwZXJpb2Rpc21vIGVzIGNvbXBsaWNhZG8geSBjb25s
bGV2YSBtdWNoYSBkaXNjaXBsaW5hIHkgbcO6bHRpcGxlcyByZXZpc2lvbmVzLiBFbiBlbCBudWV2
byBhcnTDrWN1bG8gdGVuZ28gdW5hIHJlcGV0aWNpw7NuIHF1ZSBxdWlzaWVyYSBib3JyYXJhcyBl
biBjdWFudG8gcHVlZGFzLjxkaXY+PGJyPjwvZGl2PjxkaXY+RW4gZWwgcMOhcnJhZm8gc2VndW5k
byBlbiBsb3Mgw7psdGltb3MgZG9zIHJlbmdsb25lcyBkaWNlICI8c3BhbiBzdHlsZT0iY29sb3I6
IHJnYigxMjQsIDEyNCwgMTI0KTsgZm9udC1mYW1pbHk6IEdlb3JnaWEsIHNlcmlmOyBmb250LXNp
emU6IDE0cHg7IGxpbmUtaGVpZ2h0OiAyNHB4OyI+ZXNjcml0b3LigJVleHBvc2l0b3IgcG9yIDI3
IGHDsW9zLCBkZSBtYW5lcmEgcXVlIGhlIHNpZG8gdGVzdGlnbyBkZSBzdSBjcmVjaW1pZW50byBl
biBlbCBjb25jaWVydG8gbXVuZGlhbCBlbiBlbCBtdW5kbyBkZSBsYXMgbGV0cmFzLiIgJm5ic3A7
PC9zcGFuPjxzcGFuIHN0eWxlPSJmb250LXNpemU6IDEycHQ7Ij5Fbjwvc3Bhbj48c3BhbiBzdHls
ZT0iZm9udC1zaXplOiAxMnB0OyI+Jm5ic3A7Y3VhbnRvIHB1ZWRhcyA8Yj50ZSBhZ3JhZGVjZXLD
qSBib3JyZXMgPGZvbnQgY29sb3I9IiNkMjQ3MjYiPiJlbiBlbCBtdW5kbyI8L2ZvbnQ+PC9iPiBw
YXJhIHF1ZSBxdWVkZSA8Zm9udCBjb2xvcj0iIzI2NzJlYyI+PGI+J2VuIGVsIGNvbmNpZXJ0byBt
dW5kaWFsIGRlIGxhcyBsZXRyYXMnPC9iPi48L2ZvbnQ+IFBlcmRvbmEgdGFudGEgZnJpZWdhIHkg
cmVpdGVybyBtaSBncmF0aXR1ZCBhIHR1IHBlcnNvbmEgeSB0cmFiYWpvLjwvc3Bhbj48L2Rpdj48
ZGl2PjxzcGFuIHN0eWxlPSJmb250LXNpemU6IDEycHQ7Ij48YnI+PC9zcGFuPjwvZGl2PjxkaXY+
PHNwYW4gc3R5bGU9ImZvbnQtc2l6ZTogMTJwdDsiPiZuYnNwOyAmbmJzcDsgJm5ic3A7ICZuYnNw
OyAmbmJzcDsgJm5ic3A7ICZuYnNwOyBNYW51ZWwgSGVybsOhbmRleiBHLjwvc3Bhbj48L2Rpdj4g
CQkgCSAgIAkJICA8L2Rpdj48L2JvZHk+DQo8L2h0bWw+

Tiempo de lectura: 1 min

Echar las campanas al vuelo y hacer caso ciego a las plumas y voces que queman incienso (beneficiadas de una y varias formas con la organización de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara) además de poco sabio, agravaría los yerros que han venido acumulándose a través de los años y que no parecen ser detectados por quienes debieran hacerlo.

     La idea de la FIL, que sería mezquino regatear su mérito a Raúl Padilla López, es magnífica, se ha desarrollado con acierto y magnífica visión. En lo personal he participado como escritor―expositor por 27 años, de manera que he sido testigo de su crecimiento en el concierto mundial  de las letras.

Discernir que la Feria gustó desde el principio a propios y extraños y dedicarle el tiempo, recursos y conjuntar los talentos de muchas personas con este propósito, no puede menos que reconocerse y aplaudirse. A nivel mundial la FIL se ha convertido en un referente cultural de enorme importancia a tal punto que hace dos años, cuando Israel fue el país invitado, México se encontraba en la mira de la opinión pública internacional a causa de la violencia dejada por la guerra contra el crimen (declarada por Felipe Calderón, pero fracasada de punta a punta) logrando revertir la imagen, al punto de poner por nueve días a nuestro país como la capital mundial de las letras. Asunto nada fácil y de enorme valía.

El éxito obedece múltiples factores y voluntades, sin embargo nos limitaremos a señalar aquellos problemas que no están siendo atendidos por el comité organizador  y que en un corto plazo pueden afectar; entendidos que esta feria ha rebasado ya la pertenencia de la organización para convertirse en un patrimonio social que debe y tiene que cuidarse. La cultura es de piel delicada.

En primerísimo orden hay que considerar a los escritores: obreros indispensables en éste y todo foro literario. Lamentablemente desde el inicio solo se ha considerado con toda clase de atenciones y privilegios al grupo que año con año traen del Distrito Federal: ¡Elena Poniatowska, los Taibo, Jorge Volpi, etcétera,  lista que ha disminuido a causa de la muerte de Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes y otros! En cambio para los escritores de Jalisco y demás Estados de la República, menosprecio total.

Y no se trata de la calidad literaria, requisito fundamental. No, el fondo es otro. Es la cerrazón y control del mundo del libro (la República de las Letras que algún día presidiera con responsabilidad, apertura y gran acierto el gran Alfonso Reyes.) que con patente defeña impide que nadie rompa el cerco de esta cofradía controladora de editoriales, becas y demás asuntos derivados de este pequeño mundo en el que sobran mediocridades ensoberbecidas y escasea el talento ¡Cuánto se extraña a Alfonso Reyes, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo y a otros que por la tiranía de la brevedad omitimos en perjuicio de su enorme calidad escritural!.

Ese control mafioso en la impresión de libros ha producido en las últimas décadas no pocas monstruosidades. El  regiomontano Gabriel Zaid lo dice con verdadero tino: “Un perfecto mediocre, tesonero y simpático puede hacer la carrera… El primer premio se lo dan porque ‘¡Pobre, no le han dado ninguno!’. El segundo, porque acaba de recibir el otro… El sexto, porque premiarlo se volvió costumbre. Los siguientes son una avalancha. La sociedad, las instituciones, el Estado, se premian a sí mismos al reconocer a los monstruos sagrados” (El secreto de la fama, pág. 63)

¿Acaso la inteligencia y talento para escribir aterrizó en exclusiva en la UNAM, dejando a nayaritas, zacatecanos, neoleoneses, tamaulipecos, yucatecos y demás, sin gota alguna de genio literario? Válgame Dios, cuanta ceguera y soberbia.

Y perdone el lector lo que voy a decir, pero mi experiencia por 27 años en la FIL me permite ver la falta de sensibilidad en ese sentido de los organizadores, valga decir que como escritor-expositor en todos esos años jamás me han hecho una visita de cortesía, una invitación, nada, absolutamente nada. No saben si lo que escribo es bueno, malo o regular. Como tampoco saben de los escritores de todo el país que no tienen un padrino del “clan sagrado” que les introduzca en su controladora “república”. Pero eso sí, el elevado y puntual cobro de los stands (en dólares) no falla ¿Dinero bueno, talento no quiero saber?

Otro grave error, derivado de la posición anterior, es el asunto de los medios de comunicación, que la mayor de las veces son cubiertos por chamacos que desconocen todo de letras, autores y temas, o por personas adultas pero cooptadas por el sistema, limitándose unos y otros a entrevistar a los de siempre, o si no a algún charlatán novedoso brincado del internet o de la televisión, vacío de contenido y propuesta. La lectura está obligada a enriquecer, o al menos no a envilecer. De vilezas la sociedad está saturada.

Hace algunos años en una rueda de prensa previa a una propia, el escritor, con una playera de “don gato”, con los ojos rojos y vidriosos confesaba a los “periodistas” culturales que por habérsele acabado el dinero en Paris prostituyó a su esposa y que él incluso asaltó a turistas (para completar su pasaje de regreso). Ya encarrilado en sus confesiones, externó haber robado a su casero con más de un año de rentas, afirmando que escritor que no roba a su casero no es escritor (inmediatamente llegué a la conclusión que yo no era escritor). ¡Ah, se me pasaba, ese año le dieron un jugoso premio en dólares! Para completar el cuadro de anti periodismo cultural, la troupe salió corriendo a cubrir a un tal Yordi que sale en la televisión pues iba a hablar de su libro (cuyo tema era el tamaño de los penes) ¡Cosas veredes, Mío Cid!

Respecto a las atenciones a visitantes se olvidaron de toda cortesía, no se diga de las personas mayores. No hay donde se sienten un rato. Los chamacos los días que van se acuestan en la alfombra como animalitos, las personas adultas no harían jamás eso, menos en una feria de libros (en la parte trasera, por donde se estacionan los camiones de carga se podría poner una terraza cubierta para descanso (con alguna cafetería con precios menos altos). Los lugares para estacionarse son otro dolor de cabeza no resuelto, como tampoco el control del tráfico ¿Los gobiernos locales no entienden lo que la FIL representa, que si no se cuida y conceden atenciones a los visitantes es probable que no vuelvan? 

En lo personal en todos estos años he atendido a lectores de Jalisco, Colima, Nayarit, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Aguascalientes, Zacatecas y San Potosí, entre los que me recuerdo. El tiempo y dinero que invierten en visitar la FIL tiene que ser valorado y compensado con atenciones. Nadie vuelve a donde le tratan mal o sin respeto.

Por último, la falta de compradores profesionales es ya grave. Tiene varios años la FIL que los compradores profesionales–libreros, bibliotecarios, etcétera, tanto nacionales como extranjeros- han disminuido de manera radical hasta no pintar en absoluto.El comité organizador tiene que entender que con los puros visitantes al menudeo jamás se recupera la inversión de un stand, ni pensar entonces en los demás gastos (considere a los expositores que vienen de fuera de Guadalajara, transportación, hospedaje, sueldos, comidas, etcétera). De no atenderse de inmediato todas estas carencias, en un corto plazo la FIL sufrirá reveses que a final de cuentas afectarían este patrimonio intangible que debe ser sumamente protegido, pues además de que estimula la lectura del pueblo, mejora enormemente la imagen de México en todo el mundo.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

 

Tiempo de lectura: 6 min

Hemos llegado a tal extremo de extravío que el sentido de justicia es algo cada vez más escaso y lejano entre nosotros. La sociedad mexicana en cierta forma se refleja en los medios, espejo de una realidad tan extraña como distante de las cosas y formas correctas. Se elogia lo antaño detestable, se admira lo mafufo y caótico y quienes forman opinión no pocas veces caminan apartados del estado de derecho, el sentido común y las buenas costumbres, no se diga de lo que siempre se consideró correcto y justo. Veamos algunos ejemplos.

     La lista de victimarios que los medios pasan con frecuencia por víctimas es larga. Es común leer en los diarios, escuchar en la radio o ver imágenes televisivas, en las que se habla de los ciclistas como eternas víctimas de los malvados automovilistas, sobre todo del transporte público. ¿La realidad social es así? Por supuesto que no, basta salir a la calle para encontrarse con verdaderas hordas de irresponsables y anarquistas que trepados en sus jacas de dos ruedas transitan a toda velocidad en sentido contrario, por banquetas, en parques, zigzagueando entre los autos y en carriles que les son prohibidos, con audífonos en el oído (que les impiden escuchar sonido alguno de la calle), payaseando sin tomar los manubrios (exponiéndose a un accidente), sin luces en la noche, etcétera.

Casi todas estas torpezas y abusos de los ciclistas ―para los cuales no hay autoridad alguna que los meta en cintura― nos resultan conocidas, hace cuarenta o cincuenta años eran molestia de todos los días. Y no nos referimos a los ciclistas que obedecen la ley, que usan medidas de protección, luces delanteras y traseras. Ellos merecen todo el respeto y apoyo social. El problema son los otros que lamentablemente son mayoría. Bueno, en Guadalajara, de pronto desfilan hasta desnudos exhibiendo sus miserias (cuando hay un Reglamento de Policía y Buen Gobierno que lo prohíbe).

¡Ah, pero no le toque la desgracia a un conductor de auto o transporte público atropellar a uno de estos anarquistas en dos ruedas porque los medios le convertirán en un horrendo monstruo social! No importa que el culpable del accidente haya sido el ciclista, el simple hecho de andar en bicicleta les hace victima obligada, perdiéndose todo sentido de justicia y deformando el estado de derecho al capricho de la prensa que tome nota del accidente (con linchamiento mediático y toda la cosa).

Otro caso por demás repugnante, es el de ciertos grupos de marchantes profesionales; individuos que jamás agotan los recursos legales, de hecho ni los utilizan ¿Para qué, si tienen el socorrido recurso de las marchas y manifestaciones? Es el caso de los ayotzinapos, verdadera mafia del crimen organizado, que de cuando asesinaron en Iguala a un comando de los suyos al presente han secuestrado 500 autobuses (con valor promedio cada unidad de 2 millones de pesos), robado las mercancías de cuanto camión de reparto han querido, robado pipas con gasolina (para sus bombas molotov), quemado y destruido oficinas públicas (sobre todo donde existían documentos que les podían incriminar), incendiado vehículos; teniendo en las casetas de cobro de la autopista México-Acapulco la caja chica para llegar a la hora que deseen a robarse los dineros y en ocasiones el de los viajantes también (a los que desgracian su día, vacaciones, negocio, etcétera), sin que jamás autoridad alguna se atreva a tocarlos y en el caso remoto de que los detengan infraganti, inmediatamente los sueltan.

En una sociedad regida por el derecho los medios condenarían de inmediato semejante trayectoria delictiva. En México no. La mente torcida de no pocos “periodistas” (así, entrecomillas) se interesa solamente que a estos delincuentes cuya guarida es la dizque “Normal” de Ayotzinapa, no se les toque y el brazo de la ley jamás les alcance.

En otro tema, ligado por supuesto a esta torcida forma de entender la vida, la principal televisora local en Guadalajara tiene varios años con una campaña contra el transporte público en la que siempre, sin variación, el camionero tiene la culpa, convirtiéndole en un monstruo social. No importa que el atropellado se haya aventado a las ruedas del camión (suicidio), que la persona atravesara la calle con audífonos o sin precaución alguna. De que si el que provocó el choque fue un auto o cualquier otro vehículo; de cualquier forma la televisora linchara mediáticamente al chofer y colocará otra raya al tigre, enemistando muchas de las veces a la sociedad contra los choferes, que como ya se dijo, cuando menos en la mitad de los casos son inocentes o parcialmente culpables.

Es tal el grado de ausencia del sentido de  justicia, que gran parte de los medios se dedica a defender criminales y condenar a las autoridades, como es el caso de Tlatlaya e Iguala. Posición que estimula la criminalidad, debilita las instituciones y el estado de derecho, pues no todos los funcionarios –como buenos políticos posmodernos- tienen la madurez para aplicar la ley en todo momento, aun cuando se cuestione por algunos el cumplimiento del deber.

     Lamentablemente en México se está jugando a la democracia. En una verdadera democracia el estado de derecho es fundamental y nadie puede estar por encima de la ley. Lo estamos viendo en Francia, en la que se dejó de lado derechos y garantías individuales para poder capturar y perseguir a los asesinos del Estado Islámico.

En nuestro país acabamos de escuchar que una banda de criminales se atreve a extorsionar (aunque en Michoacán ya es práctica conocida) a un presidente municipal exigiéndole 3 millones mensuales del ramo 33 ¿Qué posición va tomar la prensa? Es de suponer que la habitual: vigilar que el gobierno no vaya a golpear ni detener a los delincuentes extorsionadores, ¡Que no se atreva a violentar sus derechos humanos! Eso sucederá en Francia, Estados Unidos, Noruega y en otros países que se dicen democráticos, pero que para la visión de cierta prensa mexicana en realidad son viles gorilatos, porque para democracia la nuestra. Donde la ley solo es aplicable para ciudadanos ordenados y pacíficos; en cambio para delincuentes, parásitos sociales y toda clase de entes que no aportan nada al país aparte de problemas, la ley jamás se les aplica. Para eso tienen a sus protectores en la prensa, para proteger a estas extrañas víctimas ¿o usted que cree, estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min

El México en el que nacimos, crecimos, nos educaron y fuimos formadas varias generaciones ya no existe. En los últimos decenios el estado revolucionario y profundamente nacionalista resultó por demás incómodo para el Imperio, las potencias europeas, los nuevos imperios de oriente y la posmoderna burguesía criolla. No se diga para la selecta plutocracia que gobierna descaradamente la aldea global, camarilla capaz de dar órdenes a los gobiernos (posición hasta hace algunos años impensable), que doblegados ante el becerro de oro se olvidaron de su deber primario ¡velar por sus respectivos pueblos!, plegándose a los dictados de sus amos.

La monolítica construcción del partido emanado de la Revolución Social de 1910 (PRI) resultó para los neo invasores impedimento infranqueable, por lo que las maniobras políticas del exterior para acabar con el nacionalismo se fueron dando de manera diversa y aparentemente inconexa. A los hijos de los gobernantes les abrieron las puertas de las grandes universidades norteamericanas para ser educados a modo. Casi al mismo movieron tiempo la codicia de un presidente demente y mesiánico prestándole dinero hasta provocar una devaluación. Al siguiente le soltaron más préstamos para que explotara la riqueza petrolera y ya que la echó a andar le bajaron el precio del petróleo devaluando no solo la moneda, sino al estado mismo a los ojos del pueblo mexicano.

A Don Miguel se le fueron los seis años en tratar de pagar el llamado “servicio” de la deuda externa, es decir, los enormes intereses sin haber recursos; en tratar de paliar los terribles daños el terremoto de 1985, de evitar un golpe de estado y hacer un enorme esfuerzo para estabilizar la economía a través de un novedoso programa llamado “pacto”.

Luego entraron en escena dos presidentes educados ya por los yanquis. En Guadalajara de manera por demás extraña explotaron kilómetros de drenajes por gasolinas vertidas a propósito por Pemex con decenas de muertos y miles de millones en daños (en mi libro MEXICO ¿ESTADO FALLIDO O PAIS TRAICIONADO? VOLUMEN DOS lo narro con amplitud), provocando una gran fisura en el ánimo social que al terminar el sexenio siguiente, el del gringo Zedillo, México, en unas también extrañas elecciones, con un candidato sin una sola gota de sangre mexicana, torpe, ignorante, mentiroso e incapaz, quedó de plano bajo la férula del Imperio.

Corrupto y vulgar al estilo Victoriano Huerta, (Fox) no derramó sangre, pero dejó que otros la derramaran, abriendo la puerta de par en par a la delincuencia con o sin organizar, debilitando el estado hasta dejar una débil caricatura de lo que todavía tres décadas antes fuera.

No contento con sus torpezas sin fin, fue sin embargo obediente a lo sumo con sus patrones, promoviendo con descaro la eliminación del calendario laico nacional. A tal punto llegó su perversión y entreguismo que pretendió ―a manera de burla y revanchismo de clase, la hacendada por supuesto― cambiar la fecha de la Revolución Mexicana a la del día del Niño (del 20 de Noviembre al 30 de abril).

En esta columna lo denuncié en su momento. Como también denuncié el atrevimiento de Marta Sahagún de querer convertir el emblemático Castillo de Chapultepec en simple salón de fiestas con el pretexto de recaudar fondos para su corrupta fundación (Análisis y Propuesta, El Informador, 13/Oct/2001).

El problema de fondo en este intento cínico y perverso de acabar con todo vestigio de nacionalismo, es que paradójicamente cuando más información se tiene al alcance, menos conocimiento se tiene. La mayoría en las nuevas generaciones fueron educadas de manera parcial y deformada, endilgándoles falacias entre las cuales les hicieron creer que la Revolución Mexicana no sirvió, que el PRI no hizo nada en 70 años (seguro todas las instituciones y la infraestructura nacional se hicieron solas). En fin, el Ministerio de la Verdad en el Imperio (encargado en realidad de las mentiras) como le nombrara Orwell en su obra 1984, funcionó a las mil maravillas. “Cuando mucho dentro de veinte años, pensó, quedaría sin respuesta la inmensa y sencilla pregunta: ¿la vida antes de la Revolución era mejor que ahora? De hecho, ni siquiera ahora era posible contestar porque los escasos sobrevivientes de aquel viejo mundo no eran capaces de comparar una época con la otra” (pág. 98).

La pasada conmemoración de la Revolución Mexicana lo corrobora. Teniéndose que celebrar el viernes 20 de noviembre, lo trasladaron al lunes 16, es decir, parte del llamado “Buen Fin”; la versión huehuenche del “Black Friday” ¿Tendrá que ver algo el espíritu consumista desbocado de los adictos a la compritis con la Revolución social de 1910, o es la guía del Big Brother con la intención de acabar con todo vestigio de nacionalismo?

En 1910 el 80 por ciento de los mexicanos era analfabeta y apenas el 20 sabía leer. Para 1970 la cifra se había invertido. Y no solo sabíamos leer, sino qué y a quién. Hoy las generaciones formadas por la Gordillo, los maistros de la CNTE y demás huestes de analfabetos parasitarios y violentos, no saben qué son realmente y sus alumnos menos.

El texto de Orwell parece en todo caso un vaticinio digno de ser tomado en cuenta, pues el control de la historia y la información ha quedado en manos de los gobiernos y los poderosos: “Repítelo por favor. ―Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado” (pág. 241). El internet y las redes sociales están cargados de mentiras y verdades a medias (que se convierten en mentiras completas) lo cual además de fomentar el egoísmo, aunque parezca lo contrario, desalienta el estudio serio y disciplinado hasta convertir a la sociedad en una masa maleable y sin conciencia real. Incapaz de hacer juicios de valor y unirse en una ideología social para mejora de todos.

Limitar la existencia a los bienes materiales o los placeres no forma ciudadanos, si acaso hedonistas ambiciosos, fanáticos del futbol o algún otro deporte. Ya nos quitaron los festejos recordatorios de la Revolución Social de 1910 ¿Qué sigue? Que festejemos el 4 de julio, el día de acción de gracias y los guajolotes (cuyo nombre cambiaría para siempre en pavos) se encarezcan y el español se convierta en idioma único de los proletarios, que como escribía Orwell: “eran seres de naturaleza inferior, que debían ser sometidos como animales, mediante la aplicación de unas cuantas reglas simples” (pág. 78, Edit. Lectorum).

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

Email: mahergo50@hotmail.com

Tiempo de lectura: 5 min