Opinión

Esta semana recordaríamos la gran Reforma del Cristianismo iniciada en la capilla de Wittemberg el 31 de octubre de 1517 (así como sus consecuencias). Sin embargo los hechos actuales nos obligan a tocar dos temas a cual más de importantes, que si bien se originan en mundos tan distantes, a la vez se interrelacionan el uno con el otro ¡religión y gobierno!

En estos días hemos visto el desliz terrible de dos líderes: uno de la iglesia católica, el otro del poder ejecutivo de nuestro país. Igual de graves, igual de dañinos, capaces de desnudar espiritual y políticamente a cada uno en lo suyo.

DESVÍO Y DESLIZ PAPAL

       Durante siglos gran parte de los católicos (las corrientes cristianas emanadas de la Reforma lo rechazan tajantemente por carecer de apoyo bíblico) han creído en la llamada infalibilidad papal; un dogma originado en el 1er Concilio Vaticano en julio de 1870, es decir, de reciente cuño.

Urgidos por espacio e importancia de los temas, nos limitaremos a señalar que la reciente declaración del Papa Francisco abriendo las puertas de la Iglesia a los homosexuales, es contraria a lo que enseñan las Escrituras. El Papa dijo entre otras cosas: “Los homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”.

Declaró además en un tono políticamente adecuado –como gustan de hacerlo los jesuitas- “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”Cierto, para juzgar a persona alguna realmente carece de derecho, pero juzgar las malas acciones, no solo es su derecho ¡es su deber! La Escritura dice al respecto: “¿O no sabéis que los santos (es decir, los verdaderos creyentes) han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? (1ª Cor 6:2).

El punto es que si el Papa y los que pretenden diluir una fe cuyas normas han sido establecidas por Dios mismo (Biblia), normas que son inmutables como el Dios que las ha revelado; o no entienden el texto anterior o ya lo olvidaron. Para su fortuna el apóstol Pablo les aclara el asunto y no queden dudas, pues aunque Dios ama al pecador, en su santidad aborrece el pecado. ¡No hay de otra!: No erréis; ni los fornicarios… ni los afeminados, ni los que se echan con varones… heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1ª Cor 6:9-11).

El Papa sabe perfectamente que las relaciones homosexuales son pecado delante de Dios, como igual lo son el narcotráfico, el homicidio, el robo, etcétera. Lo que confunde entonces a muchos feligreses en su grey, es la apertura eclesial sin compromiso a este grupo de manera publicitada y corporativa (sin exhortarles al arrepentimiento y a un cambio de vida).

Las puertas de la Iglesia ciertamente deben estar –en tanto que Jesucristo retorna- abiertas para el pecador que se arrepiente de su vida licenciosa y rebelde, que decide enderezar su vida y rendir su corazón a Dios para encontrar paz y salvación. Pero no pueden admitir al pecador que se regodea en sus faltas, que continúa y desea permanecer en su vida de siempre, pues la Iglesia no es ningún club ni vende membresías al estilo mundano. Hay espacio para todos los pecadores. Pero el camino es recto y angosto y no todos los pecadores están dispuestos a creer de todo corazón, arrepentirse y rendir su vida al Creador. El precio de la salvación pagado en el Monte Calvario fue demasiado alto como para menospreciarlo, para simplemente llenar templos vacíos, sería blasfemo. Esperemos que Roma no siga pareciéndose a la Babilonia del Apocalipsis pues como bien saben, su destino final será trágico y amargo.

ENCUENTRO EN LOS PINOS

     El asunto de los desaparecidos de Ayotzinapa ha estado plagado de dificultades, la mayor parte fabricadas por los golpistas ladrones y saqueadores. Sin embargo el encuentro por cinco horas del Presidente con los padres, abogados y demás padrinos de la “causa” puede considerarse un error muy desafortunado. Primero, porque apenas salieron de Los Pinos y ya estaban hablando mal del Presidente y del gobierno. Segundo, porque después de la estela de destrucción que han originado con sus reclamos directa o indirectamente en Guerrero y algunas otras ciudades del sur (sin cuestionar su dolor de padres, eso es otra cosa) ha ocasionado que los ciudadanos que sostienen de pie este país se pregunten si nomás hay Presidente para los revoltosos y los vándalos ¿o es igual el trato para todos?

El mensaje para los mexicanos que trabajan y se esfuerzan fue pésimo. Decenas de millones de mexicanos en sus penas saben que jamás serían recibidos en Los Pinos, y las penas duelen igual, sean pacíficos y trabajadores, o vándalos como suelen ser los alumnos de Ayotzinapa ¿Premio a los que causan conflictos y mantienen en vilo al país, e indiferencia total para los que trabajan y aportan sin causar conflictos (además de pagar impuestos)?

Eso por un lado, por otro, los padres estamos obligados a saber en qué y dónde andan nuestros hijos. Los padres de los desaparecidos ya sabían a qué tipo de escuela habían metido a sus hijos, que no es otro que un foco de insurrección, formadora de cuadros de esa pseudo izquierda silvestre y anarquista promovida por los zánganos que la controlan (CNTE y demás). Sus hijos no desaparecieron del aula, andaban a 200 kilómetros de la Normal, en camiones robados, algunos armados y su misión era romper una reunión de la esposa del narco presidente municipal de Iguala. Debieran saber que en esas acciones hay riesgos y no exigir que se los devuelvan vivos a toda costa.

Hace siete meses perdió la vida uno de mis nietos, tenía 20 años y era estudiante de medicina. Iba a la playa un fin de semana, en Colima se accidentaron. Su servidor sería estúpido si le exigiera al gobierno que me devolviera a mi nieto vivo (vivo salió de Guadalajara). En la carretera hay riesgos. No se diga en Iguala al pretender romper una reunión de delincuentes metidos a políticos.

Y así como reclaman con tanta energía sus desaparecidos; con mayor molestia los ciudadanos que pagan la educación de los de Ayotzinapa, de Normales y Universidades reclaman resultados. Esperan que su dinero se aproveche en las aulas preparando las generaciones que sostengan a México en al futuro, y no se tire a la basura en hordas de vándalos que no quieren estudiar; que en un manifiesto resentimiento desean mejorar su condición por la fuerza y sin esfuerzo alguno de su parte. Así no es la vida

PROPUESTA O CONCLUSIÓN

     Los líderes religiosos y políticos deben volver a las raíces, a tomar ciencia, sabiduría  y autoridad en aquellas cosas que les legitiman, que no son otras que la Biblia y la Constitución respectivamente. Su trabajo no debe sostenerse en apoyos ilegítimos, en los aplausos del exterior, mucho menos en encuestas o aprobación de ONG’S.

Por su parte judíos, católicos, protestantes, etcétera, deben abrevar de las Escrituras hasta saciar su sed interior lo cual les permitirá conocer la voz y voluntad de Dios, pues por lo que se aprecia, muchos de sus líderes ya usan otros manuales ajenos al Divino (Biblia). Igual los ciudadanos, conocer la Constitución les permitirá pedir u oponerse (dependiendo el caso) a los excesos, omisiones o desviaciones del poder público ¿O usted que considera, lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

e-mail: mahergo50@hotmail.com

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En los últimos artículos se ha advertido de la apuesta insurreccional de algunos grupos que habiendo sido rechazados en las urnas por la mayoría de los mexicanos, ahora pretenden por la fuerza obtener lo que se les ha negado de manera legítima. El asunto de los matriculados en la Normal de Ayotzinapa (no creo que estudiaran, el verdadero estudiante invierte su tiempo y fuerzas en su preparación pues en ella se juega su futuro) ha sido el pretexto para que los pretensos golpistas y sus satélites anarquistas anden como chamucos destruyendo e  incendiando edificios públicos y privados en Guerrero.

     Aunque claro, la clase marchista profesional del Distrito Federal, abanderada de todas las causas y enemiga de todos los gobiernos (excepto del Peje y compañía) les engorda el caldo y presenta ante los ingenuos a un gobierno “malvado” que su corazón emponzoñado ha creado más allá de toda realidad.

Si un presidente municipal corrupto y manipulado por su mujer (delincuente probada) son responsables del asesinato de seis personas y la desaparición de los 43 vándalos de Ayotzinapa, ellos y su corte de policías corruptos y asesinos deben ser enjuiciados. Así es la ley. Si las naciones respondieran como lo exigen los ayatolas del Peje y demás insurrectos (que piden la renuncia del Presidente) no quedaría en pie gobierno alguno en el planeta. Es una barbaridad y una desproporción.

Una pausa. En mis años de juventud a las cosas se les llamaba por su nombre, los hombres que se consideraban hombres no se encapuchaban (eso era propio de delincuentes), daban la cara. Si el comunismo te llamaba la atención y su doctrina te gustaba, se medían las consecuencias antes de entrarle pues muchas veces la cárcel, vivir huyendo o la tumba podían ser el costo ¿Por qué no le ponen “Escuela de Formación Guerrillera Ayotzinapa” en lugar de Normal? Los hombres y las causas sin congruencia no valen nada, por más que griten y hagan violencia.

En esta semana leía en un diario la historia de un joven que me hizo pensar en los chamacos de esa tristemente célebre Normal guerrerense. Se trata de un muchacho del sur de Jalisco que trabajó de albañil, en los oficios del campo, etcétera, que salió de su pequeño poblado hacia Ciudad Guzmán donde cursó la carrera de Ingeniería, y no satisfecho se fue a California, donde trabajó de mozo de limpieza en una compañía dedicada a la computación. El podía haber quebrado los vidrios de Intel, juntar a otros resentidos y declararse explotados por el patrón. Sin embargo como le gusta prepararse estudio una Maestría en Ingeniería, para luego obtener dos doctorados, el segundo en Corea. Por cierto se llama Julio César Zamora (Mural, 22/Oct/2014).

Ese es un hombre valiente y de valía. Encapucharse, quebrar vidrios, destruir muebles y oficinas, incendiar edificios, robarse el peaje de las casetas y saquear centros comerciales, son acciones propias de delincuentes. En lo personal no me pueden decir que hay “una causa” o que “son de izquierda” porque conozco perfectamente lo que es una causa social y política, como también lo que significa ser realmente de izquierda.

Vivimos desgraciadamente en una sociedad decadente en la que los valores absolutos son rechazados, por tanto Dios mismo no tiene cabida, todo se relativiza y la permisividad egoísta justifica lo propio, incluso a costa del daño y agresión al otro. Bajo esa deformada óptica el sentido de justicia está pervertido de origen, maniqueo por esencia, posición que les lleva a medir los hechos siempre con una visión parcial y torcida. Claman rabiosos por justicia, por la aparición de los matriculados en la Normal de Ayotzinapa, al tiempo que destruyen el Patrimonio de los mexicanos, pues todos y cada uno de los muebles, enseres, computadoras, fotocopiadoras y demás que ellos han destruido en los Edificios Públicos de Guerrero han sido comprados con el dinero de los ciudadanos ¿no lo sabían, a poco pensaban que los funcionarios compran todo de su bolsa? ¡NI UN LÁPIZ!

Les sale espuma por la boca clamando por justicia y se roban camiones con valor de 2 millones de pesos cada unidad. Ni qué decir del importe de peaje de las casetas en autopistas, que si lo hiciera cualquier otro ciudadano que no fuera de “izquierda”, además de considerársele un simple raterillo de inmediato pararía por años en la cárcel. No se puede pedir justicia haciendo injusticia, es una contradicción de términos, pero ¿qué se puede pedir a quienes son alérgicos a la educación y la lectura? No dan más que para vándalos.

Si como sociedad no nos detenemos a analizar lo que está pasando, a pedir y establecer el estado de derecho para todos; téngalo por seguro que fracasaremos y el caos abriría la puerta a cualquier dictadorzuelo falaz y ególatra, como lo son todos los de su clase, aunque para entronizarse corran por su culpa ríos de sangre inocente.

La ausencia de Dios en la sociedad mexicana –y me refiero a la verdadera espiritualidad, no a la religiosidad populachera y sincrética- ha producido ya algunas generaciones con mentes deformadas que no disciernen la verdadera justicia, capaces incluso de pelear con dientes y uñas por los animales y olvidarse del hombre. Esto me recuerda a un reflexivo diálogo en la obra de Hemingway entre el viejo guerrillero republicano y el extranjero metido a una guerra que no era suya (“Por quién doblan las campanas”):

―¿Te gusta cazar?

―¡Hombre! ¡Mucho! Más que cualquier otra cosa. En mi pueblo, todos cazamos. ¿A ti no te gusta cazar?

―¡No! ―respondió Roberto Jordán―. No me gusta matar animales.

―A mi me ocurre lo contrario ―dijo el viejo―. A mí no me gusta matar hombres.

Urge que los mexicanos pensantes y todos los preocupados por la situación y destino de la Nación analicemos lo que está sucediendo. No podemos permitir que sigan confundiendo a muchos quienes pretenden derribar al estado mexicano (con la ayuda de no pocos medios de comunicación). No es tiempo tampoco de la eterna salida fácil de culpar al “gobierno” y encogerse de hombros. Es tiempo que se apoye de palabra y obra al Presidente elegido en las urnas para que haga valer el estado de derecho, sin importar si el que lo rompe es de izquierda, derecha, ecologista, de ONG válida o patito, que el que cometa un delito pague las consecuencias y punto. ¿O usted qué considera, estimado lector?.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

e-mail: mahergo50@hotmail.com

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A los países como a las personas les pasan cosas semejantes. En su tránsito de vida pueden envejecer, enfermarse, caer en desánimo, indiferencia e incluso en depresión. Nuestro país por desgracia se encuentra sumido en una crisis que si bien se origina en el docenato Echeverría/López Portillo durante los años setenta y principios de los ochenta, medio se compone con Miguel de la Madrid y Salinas, lo cierto es que a partir del gringo Zedillo camina cuesta abajo, recibiendo el mayor daño en un siglo durante el docenato Fox/Calderón.

      La torpeza e ignorancia del primero, así como la arrogancia e ineptitud del segundo, destruyeron en gran medida el estado mexicano y sus instituciones, endeudándolo hasta el infinito y entregándolo prácticamente en manos de la fauna delincuencial de todo tamaño, con o sin organizar. Que como decía mi abuelo Vicente, “¡para que muerda lo mismo da perro que perra!”.

Como consecuencia de tan prolongada crisis, la desigualdad social abrió una gran brecha, además de desandarse un enorme trecho caminado y ganado a través de los frutos políticos de la Revolución social de 1910. Gran parte de la población mexicana se enojó (con justa razón) contra los gobiernos emanados del PRI, encontrando en ellos la raíz de todos sus males. Y aunque tal cosa no es verdad del todo pues otros factores, circunstancias, personas y grupos han contribuido para su precaria condición; grupos políticos y empresariales han contribuido cotidianamente para minar y derribar ante el pueblo la imagen del gobierno.

Ahora bien, el presente artículo no pretende “defender” al actual gobierno. No es el estilo ni la intención del autor. Lo que se pretende, aunque sea de manera modesta, es hacer conciencia del valor de mantener con vida al estado mexicano si es queremos sobrevivir, y el gobierno es la representación social de este, elegido por los medios democráticos existentes.

Desde el inicio del actual gobierno, algunos grupos y personas emprendieron una campaña sistemática en contra del gobierno de Peña Nieto, que no leía, que esto, que lo otro, hasta llegar al punto actual en que con el pretexto de los “desaparecidos” de Ayotnizapa  están incendiando el país (que esperamos que ellos mismos no los tengan ocultos a manera de táctica; qué casualidad que eran puros alumnos de primer ingreso). Desestabilizando el sur del país con la obvia intención de tumbar al gobierno federal.

No sucederá si los que trabajamos para que este país de mantenga de pie abrimos nuestra boca y externamos nuestra posición. De lo contrario, téngalo por seguro que los golpistas ya tienen el relevo ¿adivine quién? Exacto, ¡el Peje! Ese individuo enfermo de poder, ególatra hasta el extremo.

Bastará conocer cifras reales de la situación de Venezuela bajo el chavismo, para darse una idea de lo que le sucedería a México con ese hombre escaso de ideas constructivas y sobrado de ambiciones. Un hombre nunca ha trabajado en nada y el oficio de prócer no aparece en la Ley Federal del Trabajo (tan citada por él y sus huestes, por cierto, promulgada por el Presidente Gustavo Díaz Ordaz)

Apóstoles del ocio y zánganos de vocación, han enseñado a muchos jóvenes durante algunas generaciones a pedir todo sin aportar nada al país. Al contrario. Destruyen edificios públicos y privados, aulas, comercios, roban autobuses, toman y se roban el dinero de las casetas en las carreteras. En las universidades y escuelas que los ciudadanos pagamos con mucho esfuerzo y trabajo, los pupilos de esa falsa izquierda nociva y anarquista (originada luego del ´68), piden dinero como si el gobierno tuviera alguna cueva inagotable donde se reproduce ¿No saben siquiera que un estado se rige mediante un presupuesto elaborado por un Congreso, y que merced a tantos que no cumplen con su deber en el contrato social de sostener el país (que es como una casa, igual, pero en grande) al no pagar impuestos y los anarquistas exigir demasiadas cosas, el gobierno tiene que recurrir una y otra vez a pedir prestado? Si no lo saben ya deberían de saberlo.

     Si queremos que nuestro país no desaparezca, tenemos entre otras muchas cosas, que trabajar todos para sacarlo adelante, ajustarnos a lo presupuestado y que no se pida ya prestado. Con marchas y manifestaciones -pasadas de época y ajenas absolutamente al momento que vivimos- lejos de resolver algo se complica todo, baja la productividad, las inversiones, desalienta el empleo y algo peor, transmite a la sociedad en general un sentimiento de que todo está perdido.

Eso en cuanto a la sociedad mexicana, el pueblo, pues. El gobierno por su parte está obligado a poner orden en sus finanzas, a bajar los sueldos de tantos príncipes (ministros, magistrados, secretarios, directores, munícipes y demás bribones que en lugar de servir al pueblo se sirven de él) ¿Qué no aseguran que somos una democracia y hay ministros y magistrados con ingresos mensuales superiores al medio millón de pesos? Si eso no es robo, corrupción o como usted quiera, no sé cómo calificarlo. Urge además meter a la cárcel a tantos saqueadores del pasado inmediato puesto que la impunidad es la mejor invitación a delinquir.

A propósito de delinquir. El costo de la lucha contra la numerosa fauna criminal que azota este país de frontera a frontera debe ser en cifras con demasiados ceros. Sueldos, armamento, uniformes, aviones, vehículos, helicópteros, viáticos, etcétera, cuestan miles de millones y no fueran en este monto si los mexicanos optáramos por la ley y el orden, por rechazar tajantemente el consumo de drogas, si apoyáramos de palabra y obra al estado mexicano y no solo propinarle críticas.

Millones de personas hablan mal del Presidente Peña Nieto, la mayoría de ellos sin argumentos, tan solo por lo que oyen en la universidad, con los amigos, en los medios, en su círculo, pero pocos ciudadanos valoran el esfuerzo que este mexicano ha hecho por todos nosotros.

El Presidente Peña Nieto ha trabajado muy duro, le vimos en Guerrero durante y después del terrible huracán Manuel; hace unas semanas en Baja California Sur donde los daños por Odile superaron todo lo conocido, restaurando la energía eléctrica en unos cuantos días (luego de derribarse la totalidad de las torres, dañarse 1353 transformadores y 8000 postes) y restableciendo el agua potable, el aeropuerto, bancos y tiendas de víveres.

Téngalo por seguro que cientos de miles, sino es que millones, creen que de estar ellos en la presidencia lo harían mejor que Enrique Peña Nieto, quien ha soportado estoicamente el peso de tanta crítica malsana (falaz, la mayor de las veces) así como la enorme responsabilidad que conlleva. Estos presidentes –desaprovechados por todos nosotros-  abandonarían despavoridos el cargo una vez sopesada la catarata diaria de problemas nacionales a resolver. Claro, a no ser que se trate de un mentiroso, cínico e irresponsable como Vicente Fox le seguiría (a ver que negocios hacía y permitiría hacer). Concluimos pues en espera de que cada vez más mexicanos abran los ojos y expresen su repudio a los planes de los golpistas embozados, llámense como se llamen.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Reza el artículo noveno constitucional: “…ninguna reunión armada tiene derecho a deliberar. No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad, si no se profieren injurias contra esta, ni se hiciera uso de violencias o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desee”.
     Hace décadas que marchas, manifestaciones, plantones y demás han dejado de estar dentro de la ley, piedras y garrotes, que también son armas, así como violencia y amenazas son parte de esta expresión callejera. Quizá las realizadas por los estudiantes del Politécnico Nacional sean la excepción (hasta ahora), y para ello habrá que preguntar a los comercios afectados sin en realidad no se les dañó (aparte de sus  ventas). De lo que nunca se dice o publica es el daño a conductores de automóviles, de vehículos de carga, así como a pasajeros y choferes del servicio público, quienes por lo general no son entrevistados para que expresen su punto de vista ¿o nomás los marchantes tienen derechos en la sociedad y los demás, los que trabajan y pagan impuestos están condenados a quedarse callados siempre?

Es muy común que los reclamantes durante su recorrido ofendan a cualquiera que les interpele u oponga, que fuercen sin palabras a que muchos comerciantes cierren sus aparadores o de plano los negocios, que pintarrajeen las fachadas de comercios y edificios causando un daño del que jamás responden abrogándose derechos que no tienen ¿o alguna ley o reglamento les permite dañar con pintura los bienes ajenos?

Las personas enfermas, el tiempo de los automovilistas, el daño laboral y en productividad, las necesidades orgánicas o fisiológicas de conductores y pasajeros del trasporte público jamás son considerados ni por manifestantes ni por el gobierno ¿creen los reclamantes que los miles de ciudadanos inocentes, ajenos absolutamente a sus reclamos son jolinos, es decir, sin cola?

El caso de los estudiantes de Ayotzinapa no puede limitarse a los estudiantes muertos y desaparecidos. De hecho se habla de seis estudiantes muertos cuando en realidad fueron tres: las otras víctimas uno era futbolista, otro chofer, así como una mujer que iba pasando. Pero esos no valen. Para los medios y los anarquistas de este país nomás sus muertos cuentan. Los ciudadanos trabajadores y pacíficos que sostienen este país, ni cuentan, ni el dolor de sus familias representa nada ¡nada!

Ahora bien, para hacer un juicio equilibrado, se debe recordar que esta Normal ha cobrado fama regional justamente por su escasa preparación magisterial y su sobrada agitación social. Entre sus violentos métodos está la recurrente toma de casetas de cobro y de la autopista a Acapulco (un puerto que vive del turismo, pero que cada que estos “normalistas” hacen eso le dan una puñalada a esta fuente de ingresos).

No se debe olvidar tampoco que el 12 de diciembre de 2012 los anarquistas de esta escuela rural incendiaron con molotov una gasolinera junto a la autopista, causando la muerte del empleado Miguel Rivas Cámara ¿La vida de este hombre no importa, los reclamos de su familia no valen o en México sólo cuenta la vida de revoltosos y anarquistas.

Los padres que ahora reclaman (con derecho) a sus hijos, tuvieron también que considerar a qué institución los inscribían, pues en su decisión que aunque nadie preveía su muerte, la posibilidad de que participaran en alborotos callejeros y mitotes ajenos a su formación educativa era un hecho. Es el sello de la casa.

Nadie lo dice porque ahora el caso “Ayotzinapa” se ha convertido en bandera de muchos, incluso de artistas y de algunos individuos que han patentado el término “intelectual”, pero no se debe olvidar que los matriculados en la Normal rural (no se puede asegurar que realmente estudiaran) acababan de robarse o secuestrar cuatro camiones foráneos cuyo costo por unidad es de alrededor de dos millones de pesos, de manera que blancas palomas no eran. Su muerte es dolorosa y muy lamentable, pero no se debe perder de vista que no andaban tampoco en buenos pasos. No desaparecieron del templo o del aula de clases.

Reclamarle al gobierno en los términos que la ley establece se entiende y es legítimo, aunque siempre será mejor el diálogo y la petición respetuosa pues como dicen las Sagradas Escrituras “La palabra blanda quita la ira, más la palabra áspera hace subir el furor” (Prov 15:1). Pero como lo están haciendo, por medio de manifestaciones condenatorias organizadas en algunos casos por enemigos políticos (con embozo o sin él) que buscan afanosos dañar o tumbar al gobierno federal, son síntoma manifiesto de un libertinaje social que le apuesta al caos.

IPN: ¡YA APARECIERON LOS MONSTRUOS!

     Acerca de la salida tan inesperada como generosa del secretario de gobernación ofreciendo a los manifestantes del Politécnico todo lo que pedían, en el artículo anterior decíamos textualmente que“nunca ha sido bueno inflar egos y menos de mentes en formación. Es probable que en ese templete varios monstruos sociales se gestaron, el tiempo lo dirᔡYa aparecieron! Bastó una semana para que mostraran su horrenda faz. Los nenes piden entre otras cosas el presupuesto, el programa y la dirección del IPN ¿algo más?

Es algo así como si en una familia numerosa algunos de los hijos se organizaran contra los padres y les dijeran que en adelante en esa casa sus reglas ya no eran válidas. Que nomás dieran el dinero y en lo sucesivo ellos tomarían el control de la casa, establecerían nuevas reglas y marcarían el rumbo a seguir. Ni más ni menos.

Ante esta situación, la sociedad que trabaja y sostiene este país, la que paga los impuestos para que los del POLI, los normalistas de Ayotzinapa y demás instituciones educativas existan, tiene que hablar y expresar su postura. De no ser así, el camino para el caos tiene catorce años ya andado y nadie lo podrá detener. Todo tiene su tiempo y es tiempo de que hable la gran sociedad mexicana que hasta ahora se ha mantenido en silencio y es probable que en su exposición los marchistas profesionales vean realmente lo que significan para el pueblo mexicano, que de ser autocríticos en verdad se horrorizarían.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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