Lo peor de todo es que creen estar gobernando cuando lo único que hacen es el ridículo: una farsa costosísima de resultados demasiado sangrientos. Empezando con el ‘presidente’ López Obrador y continuando con la mayoría de gobernadores y presidentes municipales, México ha quedado a merced de bandas de incapaces e inútiles, de ambiciosos que confundieron el servicio público con servirse del público. El daño que han hecho y están haciendo no tiene parangón. Otras épocas tuvieron escusas que atenuaban a otros malos gobernantes. Los actuales no tienen ninguna. Lo tuvieron todo en su mano y poder para desempeñar su importante y decisiva labor y no lo hicieron. La soberbia, irresponsabilidad e incapacidad para reconocer sus graves y cotidianos yerros, de negarse a pedir ayuda a los que saben y pueden remediar los males nacionales, les exhiben de cuerpo entero.
Cómo aceptar a un presidente que en lugar de gobernar y afrontar su enorme responsabilidad, de buscar solución a los gravísimos problemas nacionales, todos los días pierde el tiempo en un show mañanero que solo sirve para quemar incienso a su enfermizo y pecaminoso ego, para comentar trivialidades que nada tienen que ver con un país en crisis. Con un pueblo aterrado por la violencia de la fauna criminal sin que al tabasqueño le importe un comino la suerte y destino de los mexicanos. Suerte que tampoco le importa a muchos gobernadores (como es el caso de los de Baja California, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Zacatecas, Michoacán, Colima, Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí, Guerrero, Chiapas, Veracruz, Puebla, Morelos, Hidalgo, y Quintana Roo, principalmente). Ejemplo que han seguido centenares de inútiles presidentes municipales —bajo el argumento de la ‘competencia’— que no sirven para otra cosa que no sea llevarse el presupuesto y endeudar los municipios.
Para poner las cosas en perspectiva, según las autoridades de Ucrania, la invasión rusa ha causado 47,024 muertes hasta el 12 de julio (militares ucranianos 10,000, militares rusos 32,000 y civiles 5,024). Considerando que la cifra es mayor cuando la presenta un bando u otro, si se agregan 15 mil muertes más, con todo, la cifra llegaría a 62,024. En cambio, en México, sin estar en guerra, los asesinatos en el sexenio de López Obrador suman ya 130,837 (cifras del INEGI) ¿y todavía creen que gobiernan? En cualquier país que tuviera conciencia y respeto por sí mismo, López Obrador no solo hubiera sido ya depuesto, ya estaría bajo juicio.
Creen ‘gobernar’ cuando cientos de miles de mexicanos viven llorando a sus muertos, asesinados por criminales a los que el ‘presidente’ les ofrece abrazos mientras que los balazos los han recibido sus hijos, hermanos o esposos. Creen gobernar cuando otros cientos de miles de mexicanos lloran a sus desaparecidos, muchos de los cuales ya están muertos porque los delincuentes se los llevaron en sus levas, y al negarse a ser delincuentes fueron asesinados y enterrados en fosas clandestinas o tirados en zonas deshabitadas; desaparecidos que sus familias lloran y buscan a causa de que los que dicen ‘gobernar’ no mueven un dedo para hallarlos (o impedir que se los lleven), cobrando como si lo hicieran y disfrutando de las mieles del poder sin rendir fruto social alguno; ajenos absolutamente a su responsabilidad.
Creen ‘gobernar’ mientras que otros cientos de miles de mexicanos han sido despojados de sus tierras, huertas, propiedades y negocios por las bandas criminales y el gobierno no ha hecho nada. A unos los han asesinado, a otros además de despojarlos y humillarlos, los han dejado en el abandono social. Las lágrimas de millones de ciudadanos vejados, despojados y humillados no han sido vistas y mucho menos atendidas por estos vividores del erario que en su inútil vida han entendido lo que significa gobernar, es decir, servir a los demás, a los gobernados.
La pandemia de coronavirus (covid-19) ha ocasionado más de 600 mil muertes, pues como todos los mexicanos sabemos, llegó en un momento en el que el gobierno de AMLO desmantelaba el sector salud, desapareciendo el Seguro Popular y destruyendo el sistema de adquisición de medicinas y equipos médicos, dejando a los niños con cáncer y pacientes con enfermedades crónicas o degenerativas sin atención. Daños que en conjunto exhiben a un gobierno que no gobierna, que no tiene la menor idea de cómo hacerlo y que además desprecia y ofende a quien sí puede hacerlo.
Creer que se ‘gobierna’ cuando los mexicanos no podemos viajar por las carreteras ante el riesgo de ser asaltados y desaparecidos, cuando todos los días en las calles puedes ser asesinado, asaltado, golpeado, en los negocios (del tamaño que sea) extorsionado, objeto de cobro del impuesto del hampa (piso), las mujeres asesinadas por cualquiera de manera impune o ser violadas o secuestradas para someterlas a la moderna esclavitud (por medio de la prostitución), son algunas de las caras de esta perversa medusa posmoderna. Una Gorgona que utiliza el fisco para agregar terror al indefenso ciudadano y a la autoridad judicial para encarcelar a los enemigos políticos. Nada más. No hay gobierno, apenas algo que asemeja narco-dictadura.
La impunidad que gozan los criminales en México es el sello del dizque ‘gobierno’ de López Obrador. Ante su inacción y permisividad para toda la fauna delincuencial, con o sin organizar, los malvados han dado rienda suelta a sus instintos bestiales convirtiendo la vida de decenas de millones de mexicanos en un infierno cotidiano. Las masacres suceden a diario, como también los crímenes contra la gente trabajadora e indefensa, que bien puede ser agredida o asesinada en el negocio, el taxi, el transporte público, su casa, el restaurante, la fonda o donde sea. A los asesinos ahora se les llama “sicarios”, como si se tratase de algún oficio no contemplado en la LFT, en lugar de llamarlos por su nombre: ASESINOS.
La irresponsabilidad, incapacidad e indiferencia del gobernante para con los gobernados no tiene parangón en la historia nacional. La ligereza, fatuidad y absoluta negligencia con la que han asumido el poder público ha dejado a la inmensa mayoría de los ciudadanos sin el abrigo de la ley y mucho menos de la justicia, pues al no respetarse la primera la segunda se extingue.
La desgracia de tener en la presidencia a López Obrador, hace válida la sentencia de Henry D. Thoreau, quien señalaba en uno de sus ensayos la tibieza y conformismo político de las minorías perdedoras (como ha sucedido en México) como también las consecuencias de una mala decisión al elegir gobernantes, comparando a un mal líder político con el diablo : “Si la mayoría vota por el diablo para ser Dios, la minoría vivirá y se comportará de acuerdo con ello y obedecerá al candidato vencedor, confiando que un día u otro, tal vez por medio del voto de un Parlamentario, puedan restaurar a Dios… Estos hombres actúan como si creyeran que se pueden deslizar colina abajo y volver luego a deslizarse colina arriba… No hay posibilidad de deslizarse colina arriba. En moral los únicos deslizamientos son hacia abajo. De este modo estamos continuamente adorando a falsos ídolos…” Los mexicanos que votaron por López Obrador se equivocaron rotundamente. No eligieron a gobernantes, sino a una cuadrilla de improvisados, habladores e incapaces que además de estar destruyendo el país y sus instituciones, de no detenerles con la ley en la mano, acabarán finalmente hundiendo todo.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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