Opinión

El maniqueísmo de López Obrador ya resulta inadmisible, todo parece indicar que el poder terminó realmente de desquiciarlo. Su mente torcida y enferma de odio, egolatría y soberbia desde muchos años antes, se trastornó de plano ante semejante cargo y semejante poder. A tal punto llega su extravío legal y de salud que se le puede ubicar ya como usurpador.

    Su amistad con las bandas de narcotraficantes y demás grupos delincuenciales es cada vez más descarada, pasando por alto la Constitución y demás cuerpos de leyes, como también la airada e indignada opinión pública. Su cercanía y complicidad con los delincuentes ya está en boca de todos y no parece importarle, le basta en las mañaneras negarlo y hacer cara de “yo no fui”, por cierto, una cara que no le queda en absoluto (la descripción del famoso personaje de Molliere le queda como anillo al dedo).

     Esta semana, el propio Porfirio Muñoz Ledo, decano de los legisladores y quien al principio fuese parte de la 4-T, declaró públicamente que «México tiene un narcogobierno», por si alguno todavía lo dudare.

     Ya encarrerado, el veterano político y conocedor mejor que nadie del oficio, hizo declaraciones al más importante diario del país en las que advirtió al presidente Andrés Manuel López Obrador que su contubernio con el narcotráfico no es heredable porque el crimen organizado ya no lo va a necesitar”, como también aseguró que: “desde hace dos o tres años, México dejó la transición democrática y está iniciando una ‘reversión autoritaria con ‘un nuevo rey de la selva’: el crimen organizado”. (El Universal, 2/Jun/2022).

Mas claro, imposible, sin embargo, el presidente una vez enterado de las declaraciones, de semejante escándalo nacional e internacional, respondió en su show mañanero que las declaraciones de Muñoz Ledo «eran muy corrientes y muy vulgar» (textual).

La cuestión de fondo es que el tabasqueño aunque está en la presidencia de la República, sigue comportándose como el agitador y anarquista de siempre. En sus tenebras seudo políticas y en su eterna campaña, hace cosas que sólo corroboran lo que se temía de él y de sus nexos con las bandas de facinerosos (en su mente limitada considera que los mexicanos no vemos sus acciones ni sus entramados por demás rudimentarios o silvestres).

Viajar a Sinaloa una semana antes de las elecciones en seis Estados, en particular a la tierra del chapo Guzmán y demás capos mafiosos, no sólo corroboró lo que ya estaba en boca de todos, de hecho, sus palabras lo confirmaron. Cuando los reporteros de la fuente presidencial se dirigían a cubrir el evento (la inauguración de una carretera en el mero corazón de la tierra de los narcotraficantes) un retén de bandoleros disfrazados de militares los detuvieron y revisaron, y al ser el presidente cuestionado por semejante delito lo minimizó: “¡no pasó nada!” les respondió. Pero sí pudo haber pasado; como le ha ocurrido a miles de ciudadanos. Y como le sucedió esta semana a varios zacatecanos radicados en Estados Unidos que vinieron a visitar a sus familias en Villa de Coss, los que al regreso, además de ser asaltados, fueron despojados de sus vehículos. Así que: SÍ PASA, Y NO HAY GOBIERNO QUE PROTEGA A LOS CIUDADANOS. Lo que convierte al presidente en un costoso adorno, en un usurpador de facto.

¿Por qué en lugar de hacerles una carretera a los narcos para que saquen su inmundo veneno, no limpia mejor las carreteras del país de tanta fauna delincuencial para que los mexicanos podamos viajar con libertad y seguridad, lo cual ES SU DEBER?

Retomando el asunto de la visita presidencial a las tierras dominadas por los narcos, López Obrador llegó a tal grado de cinismo que públicamente se atrevió a decir que ya no le dijeran el «Triángulo Dorado» sino que ahora le dijeran «El triángulo de la gente buena» ¿De ese tamaño es su compromiso y amor con los que viven fuera de la ley y su odio y desprecio contra los que viven dentro del orden y el estado de derecho?

En la medida que sus días en Palacio se reducen, el führer de Macuspana radicaliza con cinismo sus medidas intentando implantar en México el modelo cubano-venezolano. Un modelo que condena a los pueblos a vivir en la pobreza mientras los líderes viven con todos los lujos y el poder, acabando con los sueños y dignidad de los gobernados con dictaduras disfrazas de ‘revolucionarias’.

Recuerdo a principios del presente siglo —por 27 años tuve un stand propio en la FIL Guadalajara— no me recuerdo el año, el país invitado a la FIL era Cuba. Durante todos esos años, mi esposa y yo comíamos en el Hotel Hilton frente a la Expo-Guadalajaraese año, sin embargo, sucedió lo que en ningún otro. Todos los días, sin excepción, un grupo enorme de cubanos banqueteaba a diario en el hotel de franquicia yanqui (que se supone aborrecen los isleños). Sus fiestas en pleno mediodía eran escandalosas mientras en el exterior del Lobby ocho o diez lujosos autos Mercedes Benz con la bandera de Cuba —y los respectivos guaruras—esperaban a sus ocupantes.

Justo por eso dejé de creer en el comunismo en el año 1970, no puedo admitir que los líderes vivan como reyes y sus gobernados en la miseria y sin derecho a reclamar nada. Mientras los miserables cubanos muriendo de hambre y con cartillas de ración para los alimentos; estos miserables vividores en la FIL hartándose de comida y buenos vinos sin pudicia ni remordimiento alguno. ¡Malvados vividores!

Pero como el mal ejemplo cunde más pronto y fácil que el bueno, sucede que el desesperado Führer de Macuspana ya quiere lanzarnos a los mexicanos a la pobreza total, para que él, los narcos, y su banda de la 4-T puedan vivir como ricos, sacando una receta pseudo religiosa al estilo de chistera de mago: “…Si ya estoy pensando que le vamos a dar otra vuelta a la tuercaporque hace falta darle más al pueblo y a ver si es posible pasar de la austeridad republicana a una fase superior, que podría llamarse pobreza franciscana”,

Entiéndase, tres días antes de las elecciones, evento para el cual fue a pedir la ayuda de sus amigos del “triangulo de la gente buena”; nos sale con que nos quiere ahora de franciscanos. Tal cosa no se va a poder: Primero porque está fuera de la Constitución y el sentido común. Segundo, porque la mayoría de los mexicanos (y tomando sus palabras) somos aspiracionistas y no queremos vivir pobres. Y tercero, y perdón por la palabra, pero su significado refleja y describe con precisión lo que pensamos los mexicanos de su absurdo deseo: ¡no estamos pendejos! ¡Ah, otra cosa: No se confunda presidente; la gente mala es con la que usted se junta!

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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El idioma y los países son otros, pero la conducta y métodos políticos son por demás semejantes. Y es que, a pesar de que muchos lo advertimos y para desgracia de México, algunos millones de votantes en su ingenuidad y deseos genuinos de un cambio que combatiera la corrupción, lo hicieron por Andrés Manuel López Obrador, quien sin tener la capacidad y carecer totalmente del perfil necesario llegó a la presidencia.

Semejante error hoy se está pagando a un precio altísimo, que sin duda y para volver al punto en que nos encontrábamos en diciembre de 2008, se requerirán entre 20 y 30 años. Los daños han sido demasiados y un gran numero de mexicanos no tiene idea siquiera de la realidad, toda vez que el programa mediático y propagandístico utilizado por López Obrador, además de ser casi una copia al carbón del utilizado por el nazi Joseph Goebbels, se basa en mentir todos los días de manera sistemática, presentando a los incautos ciudadanos que mantienen atrapados en sus falacias, un mundo que solo existe en las mentes corruptas y torcidas de los gobernantes de la llamada 4-T.

Un gobierno creado para satisfacer la pecaminosa egolatría de un hombre al que no le interesan los mexicanos, solo sus fantasías y sueños de grandeza al estilo Nerón. Un líder que a la manera de Adolfo Hitler exige de quienes le rodean e integran lo que debiera ser su gabinete (pero que se reduce a una corte de reyezuelo caribeño), una OBEDIENCIA TOTAL.

Así lo hacía el Führer, en una entrevista periodística concedida a un periodista de medio extranjero en Berlín, declaró lo siguiente: “Exijo de mis subalternos la más completa lealtad. Si alguno de ellos me falla, lo hago de lado de inmediato. La misión que tengo ante mí es tan importante que no puedo darme el lujo de tener junto a mí a personas débiles o timoratas. Necesito colaboradores incondicionales que cumplan mis ordenes sin dudar”.

Lo mismo ha sucedido con López Obrador, a él no le importa que sean incompetentes, ignorantes, que no tengan la menor idea del cargo que les asigna. El solo les exige sumisión total. La legalidad o el orden constitucional no les importan, el estado de derecho lo repudian. “Y no me vengan con que la ley es la ley”, le dijo AMLO a los integrantes de la Suprema Corte, frase que le describe a él y sus cortesanos de cuerpo entero.

Si comparamos las acciones de Hitler y su gente con la de López Obrador y la suya, las analogías son verdaderamente sorprendentes. Por ejemplo, tiempo antes de llegar al poder, en una taberna de Munich llamada Burgerbraukeller, Hitler reunió a sus cercanos del partido nazi, presentándoles esa noche a quien llevaría en adelante el programa propagandístico. En un libro que reúne parte del perfil y acciones malvadas de esta banda de delincuentes, se describe el impacto causado por Goebbels en sus nuevos compañeros y eh Hitler:

 

“Goebbels fue presentado al público que abarrotaba el establecimiento y comenzó su alocución. Se refirió a la unidad del Partido nazi, al papel histórico del pueblo germano y la necesidad de organizar a los obreros en contra de los ricos empresarios y los políticos corruptos que los estaban explotando. El orador habló sin parar durante más de una hora. Al final, el aplauso fue atronador. El mismísimo Hitler, con lágrimas en los ojos, se acercó a felicitarlo”

 

¿Le suena parecido?: «la unidad del Partido… el papel histórico del pueblo… y la necesidad de organizar a los obreros en contra de los ricos empresarios y los políticos corruptos que los estaban explotando». ¿No hemos escuchado hasta el hartazgo las mismas palabras en Palacio Nacional?

Goebbels era un hombre acomplejado, fanático, perturbado, quien encontró en Hitler al líder que necesitaba. Antecedente que parece la calca de muchos de los incondicionales cercanos (y no tanto) del Führer de Macuspana (Führer significa líder en alemán; no se asusten los iletrados). Era tal el fanatismo de Goebbels por su líder, que en su diario personal llegó a escribir emocionado: “Querido y venerado Adolf Hitler… yo lo amo porque es usted grande y simple al mismo tiempo”.

Palabras (semejantes) que sin duda hacen que el tabasqueño se regodee en su enfermiza egolatría cuando sus huestes incondicionales se le rinden en adoración como a cualquier ídolo falso. Lambiscones y cortesanos saben, como Goebbels, cómo rendirse ante su líder. Se necesitan mutuamente. Unos en sus inseguridades y vacío existencial; el otro, en su necesidad demoniaca de recibir adoración.

Queda claro que ni su líder ni sus huestes de incondicionales conocen lo que es la auténtica vida republicana, que repudian la democracia, el orden y el estado de derecho. Para AMLO y su gente el desmadre y sus fantasías cumplidas son el todo, el disfrute de un poder que jamás creyeron lograr y jugar a gobernar.

Las matanzas que ocurren a diario a lo largo y ancho del país además de no ser vistas por el usurpador (usurpar también es NO ejercer un cargo como lo establece la Constitución; usurpación que en su caso comenzó desde el momento que decidió competir para un cargo del que no tiene capacidad alguna) no son atendidas y mucho menos investigadas. Para los asesinos ha destinado los abrazos.

      Al no poder ni querer gobernar (escogió una compañía de incapaces o faltos de virilidad para contradecirle) todos los días y a todas horas se ha dedicado a mentir e inventar una realidad. Mientras que la salud pública está en grave crisis, no hay medicinas y no se surten como se debiera, la pandemia cobró casi 700 mil vidas, compró las vacunas a destiempo y otras donde no debía (sin presentar jamás cuentas), ha subido las gasolinas a precio estratosférico, así como la luz, la impunidad es el sello de su dictadura, la pobreza crece galopante y la violencia en todas sus expresiones tiene aterrorizada a los mexicanos, López Obrador ha seguido al pie de la letras las lecciones del nazi Goebbels.

Este perverso tenía entre sus torcidas enseñanzas: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa buenas noticias para distraer a la gente” ¿Le suena familiar y recurrente? Todos los días en su show mañanero al ser cuestionado por los verdaderos problemas nacionales, siempre responder con un distractor.

Entre otras de sus actividades, el ‘gnomo maldito’ como le llamaban los alemanes, edificó un complejo sistema para controlar las comunicaciones y medios en su país, tanto la radio, como la naciente televisión, la prensa, el teatro, el cine, la literatura, todo pasaba por el Ministerio de Educación Popular y Propagando dirigido por Goebbels. Escribe un historiador: “además de ejercer la censura, Goebbels tenía la misión de cuidar y exaltar la imagen de Hitler frente al pueblo… de mostrar un Hitler lleno de virtudes que le permitieran consolidar el poder y promover la unidad nacional… (de) convertir al dirigente en un ‘salvador’ de ser adorado incondicionalmente por el pueblo hasta el límite de ofrendar su vida por él” (datos históricos tomados del libro “Genios del Mal”, autor Hans S. Bauer, Edit. Mexicanos Unidos). Como se ve, el espíritu de Hitler y Goebbels en Palacio, tiempo entonces de liberar a los mexicanos de semejante opresión, tenemos a nuestro alcance la Constitución y la legalidad para hacerlo.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice textualmente acerca de los deberes del presidente: Art.89.-Las facultades y obligaciones del Presidente son…: 1.- Promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia…  VI.- Disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente, o sea del Ejército terrestre, de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea, para la seguridad interior… VII.- Disponer de la Guardia Nacional para los mismos objetos…”

      Para desgracia y grave deterioro de la vida de los mexicanos y de nuestro país, para el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, tanto la Constitución, como los demás cuerpos de Leyes son letra muerta, al grado de decir en el mismísimo Palacio Nacional y amenazando a los ministros de la Suprema Corte: “¡Y no me vengan con que la ley es la ley!” (6/Abril/2022). Es un hombre, no de ahora, de siempre, ajeno a la legalidad. Su espíritu rebelde a toda autoridad y orden, parte de su malformación familiar (radicalizada con la visión anarquista de sus amistades), le convirtió, y valga la expresión, ¡en el monstruo social que todos vemos y padecemos! Claro, exceptos sus compinches y fanáticos, incapaces de analizar la conducta de este hombre que se ha convertido en el Atila de México.

     Para él tampoco los códigos penales, ni federal ni estatales existen, mucho menos su deber para que estos se cumplan y apliquen con rigor y oportunidad. El 1º de diciembre de 2018 protestó en vano «cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente». En su mente enferma y distorsionada de la realidad (por tanto de la legalidad), él es quien decide qué hacer en el país y cómo. Las leyes ni le importan ni merecen atención alguna, de ahí que le resulten ajenas.

      En una frase soltada desde el principio ofreciendo «abrazos a los delincuentes y no balazos», los criminales le tomaron la palabra, y no solo esto, han ido tomando cada vez mayores regiones del poder ante el terror y desesperanza de los mexicanos que viven en esas zonas al ver a un presidente no solo inútil, sino absolutamente indiferente ante el horror que ellos viven a diario. Para los delincuentes abrazos del gobierno.

     En cambio, para ellos, y para más de 100 millones de mexicanos, desinterés y desprotección total, peor todavía, las balas que deberían haber caído en los cuerpos de los asesinos, han caído en los cuerpos de los mexicanos, en los viejos, en sus hijos, en sus nietos, mexicanos a los que también secuestran, golpean, extorsionan, les arrancan a sus hijas para matarlas y violarlas sin que López Obrador haga nada en absoluto para evitarlo.

     A él solo le interesan las elecciones y su popularidad, conducta que aun sus cercanos ya deberían de haber observado pues la insania mental se agrava cada día en perjuicio de México y los mexicanos. Ni qué decir de la situación del país sumido además de la violencia e inseguridad, en la división, en la carencia o deficiencia de servicios de salud (limitados y sin medicamentos), en una inflación desbordada, en el derroche de recursos públicos en comprar conciencias y votos (dejando de hacer la necesaria obra pública), en dejar grandes territorios del país en manos de los delincuentes quienes impiden el uso de las carreteras y esclavizan de diversas formas a los habitantes, en ahuyentar las inversiones, y por si faltara algo, en días recientes pelear y retar al gobierno de Estados Unidos (olvidando que en este momento son los que dan los mejores y mayores empleos en México y permiten que las remesas lleguen).

      En su demencia desbordada y como señalamos al principio, se ha olvidado absoluta y totalmente del estado de derecho, situación que además de ser la principal fuente de impunidad y promotora de mayor violencia, inhibe toda inversión. Su locura es tal, que un día agrede a los norteamericanos y a los empresarios, y al siguiente los invita a una reunión para que “inviertan”. De atar, verdaderamente de atar.

     Su conducta y hechos me recuerda a la descripción que el escritor argentino Leopoldo Lugones hizo de los guaraníes: “Su inteligencia se manifestaba, casi exclusivamente, en hábiles latrocinios y mentiras sin escrúpulo”. ¿Cómo se le puede nombrar a los más de $300 mil millones de pesos tirados por su soberbia y mala decisión de cancelar el NAIM? No solo es corrupción llevarse el dinero a los bolsillos, también es el derroche, el descuido y la no planeación de los mismos.

     De las mentiras sale sobrando, a estas alturas de su mal gobierno el “pinocho” Vicente Fox ya le quedó chiquito, simple aprendiz, su forma compulsiva y cínica de mentir le han convertido en un hombre réprobo a la vista de la mayoría de los mexicanos. En julio de 2021, algunos medios publicaron que ya le habían contabilizado 56,181 mentiras, más las que a diario suelta sin rubor ni conciencia, de su falta absoluta de ética.

     La Constitución establece en el artículo 86 que el cargo de presidente de la República sólo puede ser renunciable por causa grave, y la incompetencia para desempeñar semejante responsabilidad lo es. Andrés Manuel López Obrador no tiene la menor idea de los deberes y tareas presidenciales, su ego enfermo hasta lo irracional le ha engañado creyéndose reyezuelo, pero en las elecciones compitió solo para presidente.

     El país está sumido en un mar de sangre y violencias sin fin, más de 120,000 mexicanos asesinados en su sexenio y 100 mil mexicanos desaparecidos, los primeros impunes y los segundos sin buscar (ni evitar que desaparezcan): son motivos más que suficientes para que legalmente sea obligado a dejar la presidencia. El destino de nuestro país, entiéndase de nuestros hijos y nietos, está de por medio. Basta de jugar a la presidencia. Necesitamos un Presidente de verdad, que tenga la inteligencia y el perfil necesarios, pero sobre todo que sea un hombre (o mujer) que respete la ley y el estado de derecho, capaz de usar la fuerza del estado para someter de nuevo al orden a una delincuencia ensoberbecida a la que un anarquista en mala hora les ofreció abrazos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Por ésta y miles de razones más es que decenas de millones de mexicanos nos oponíamos a que López Obrador llegara a la presidencia. En esta columna, desde su aparición en 1986, jamás he escrito un solo comentario a favor del tabasqueño. Y no es un asunto de partidos o ideologías, que no las tiene ni las entiende, el problema es él y solamente él.

     Su personalidad ególatra hasta lo irracional, su cosmovisión anarquista (lo que le convierte en enemigo del capital, del trabajo, del orden/gobierno y de la fe); ni qué decir de su inclinación enfermiza a la violencia y simpatía por los violentos, por los que violan y están contra la ley, le hacían un ente no idóneo. Por eso millones nos oponíamos, pues no es un político, es simplemente un hombre enfermo y ambicioso de poder. Mentiroso, astuto y hábil para engañar al ciudadano inocente y poco enterado de la vida nacional.

     Para desgracia de México llegó a la presidencia, y no vamos a repetir las razones, pues desde este espacio se han señalado infinidad de veces. Lo peor del caso es que es destructor nato de instituciones y violador compulsivo de la ley, posición y conducta que le ubican al margen de la misma, por tanto, incompatible con la enorme responsabilidad que detenta.

     Al poco tiempo que llegó a la presidencia, desde aquí se dijo que ya daba muestra de insania mental, la cual se ha ido acrecentando en la medida que el hombre de las mentiras tomaba y se perdía con las mieles del poder; insania desbordada en su reciente viaje a Centroamérica y Cuba donde se mostró sin freno alguno.

     Sus desfiguros y alardes de líder político regional que no lo es ni jamás lo será— mostraron a un hombre limitado, que regodeándose y embriagado por un poder que jamás consideró realmente, habló únicamente para auto endiosarse y pretender ahora un lugar regional. Desfiguro que al llegar a Cuba le hizo perder toda sensatez y cordura, mostrándose ante el dictador antillano sumiso, torpe, pero, sobre todo, expresando sus propios deseos mórbidos y enfermizos como si fueran los de todos los mexicanos. Cuán equivocado está.

     En su diarrea verbal y creyendo en sus desvaríos que el mundo está a sus pies, se atrevió incluso a retar al gobierno de los Estados Unidos (con todo lo que esto significa y las consecuencias que puede ocasionar a nuestro país) tomando como pretexto la reunión de la Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Angeles el mes próximo, a la cual amenazó con no ir si no invitan a sus compinches de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

     De tal magnitud es su torpeza y carencia de sensibilidad, que no considero en absoluto (al no conectar su lengua con la cabeza), que en este momento de nuestra historia, le guste o no, lo acepte o no, gracias a nuestros vecinos del norte México tiene trabajo y comida (a través del TLCAN y las remesas). Es tal su desenfreno que ni siquiera considera que si Estados Unidos nos cancelara esas dos grandes fuentes de ingresos, nos iríamos a la ruina económica ¿Cree que sus amigos de Cuba, Venezuela y Nicaragua nos van a dar trabajo y comida para 130 millones de mexicanos? ¡Están matando de hambre y enfermedades a sus propios pueblos, y López Obrador asociándose con lacras pseudo políticas! (no se les puede llamar de otro modo a estos tiranos).

     Quienes me conocen en el oficio o han leído alguno de mis libros, saben que siempre he sido un crítico del Imperio norteamericano y sus excesos contra México, sin embargo, esto no me impide ver que de hace unos años a la fecha gracias a los norteamericanos (y canadienses), pero más a los primeros, en nuestro país hay trabajo y comida. Morder la mano que te da de comer es propio de fieras y malagradecidos.

     De manera que los excesos y ofensas de López Obrador, además de ser impropias de un presidente mexicano, le exhiben como siempre ha sido. Nunca ha cambiado, cumpliéndose de paso la sentencia divina: “¿cómo podréis hacer el bien, estando acostumbrados a hacer el mal?” (Jer 13:23).

    El presidente ha perdido toda cordura y sensatez, si es que la tuvo algún día, capaz en días recientes de “mandar un abrazo solidario a los hermanos de Estados Unidos” por el millón de personas muertas a causa la pandemia de coronavirus, cuando en México los muertos por la misma superan las 600 mil, que si se toma en cuenta la población de los dos países, si tuviésemos los mismos habitantes, las muertes en México hubieran sido del orden del 1’800,000. Queda claro que ni aun las cuentas de primero de primaria se le dan, mucho menos el respeto, la discreción y la sabiduría. Para él, el prójimo no existe. Solo él, enseguida él y al último él.

    Y mientras anda en sus desfiguros y eternas campañas políticas, las bandas de criminales aterrorizan cada vez más regiones del país sin que su gobierno se los impida en absoluto. De manera que con más de 120 mil asesinados en lo que va de este remedo de gobierno, y López Obrador se atreve (en su posición de presidente) a justificar la inacción del Ejército y defendiendo incluso a las bandas de criminales, diciendo «que también son humanos y hay que cuidarlos» ¿Y los mexicanos que son, carne de cañón y víctimas obligadas de estas bestias sedientas de sangre, placeres y dinero?

    ¡Qué horror, en verdad qué horror! Cuánta desfachatez del presidente, su mente enferma y confusa nunca ha entendido lo que significa el orden y el estado de derecho. No es capaz siquiera de entender que quien viola la ley queda expuesto al castigo, de lo contrario se promueve la impunidad. Cosa que él ha hecho desde el primer día en el poder ejecutivo.

     Queda claro que no sabe cómo gobernar, que está rodeado de una cuadrilla de incompetentes y violentos como él, que no tiene ni la menor idea de lo que es el contrato social y sus deberes ineludibles dentro del mismo. Ante este panorama terrible y desolador, urge que los mexicanos nos unamos y exijamos ya que López Obrador se vaya. No mediante sus juegos electoreros mañosos, sino a través de las salidas que marca la ley. No podemos continuar sumiéndonos en el caos y hacer como que no pasa nada. Nuestros hijos y nietos nos demandarían nuestra cobardía e indiferencia.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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