Opinión

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice textualmente acerca de los deberes del presidente: Art.89.-Las facultades y obligaciones del Presidente son…: 1.- Promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia…  VI.- Disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente, o sea del Ejército terrestre, de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea, para la seguridad interior… VII.- Disponer de la Guardia Nacional para los mismos objetos…”

      Para desgracia y grave deterioro de la vida de los mexicanos y de nuestro país, para el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, tanto la Constitución, como los demás cuerpos de Leyes son letra muerta, al grado de decir en el mismísimo Palacio Nacional y amenazando a los ministros de la Suprema Corte: “¡Y no me vengan con que la ley es la ley!” (6/Abril/2022). Es un hombre, no de ahora, de siempre, ajeno a la legalidad. Su espíritu rebelde a toda autoridad y orden, parte de su malformación familiar (radicalizada con la visión anarquista de sus amistades), le convirtió, y valga la expresión, ¡en el monstruo social que todos vemos y padecemos! Claro, exceptos sus compinches y fanáticos, incapaces de analizar la conducta de este hombre que se ha convertido en el Atila de México.

     Para él tampoco los códigos penales, ni federal ni estatales existen, mucho menos su deber para que estos se cumplan y apliquen con rigor y oportunidad. El 1º de diciembre de 2018 protestó en vano «cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente». En su mente enferma y distorsionada de la realidad (por tanto de la legalidad), él es quien decide qué hacer en el país y cómo. Las leyes ni le importan ni merecen atención alguna, de ahí que le resulten ajenas.

      En una frase soltada desde el principio ofreciendo «abrazos a los delincuentes y no balazos», los criminales le tomaron la palabra, y no solo esto, han ido tomando cada vez mayores regiones del poder ante el terror y desesperanza de los mexicanos que viven en esas zonas al ver a un presidente no solo inútil, sino absolutamente indiferente ante el horror que ellos viven a diario. Para los delincuentes abrazos del gobierno.

     En cambio, para ellos, y para más de 100 millones de mexicanos, desinterés y desprotección total, peor todavía, las balas que deberían haber caído en los cuerpos de los asesinos, han caído en los cuerpos de los mexicanos, en los viejos, en sus hijos, en sus nietos, mexicanos a los que también secuestran, golpean, extorsionan, les arrancan a sus hijas para matarlas y violarlas sin que López Obrador haga nada en absoluto para evitarlo.

     A él solo le interesan las elecciones y su popularidad, conducta que aun sus cercanos ya deberían de haber observado pues la insania mental se agrava cada día en perjuicio de México y los mexicanos. Ni qué decir de la situación del país sumido además de la violencia e inseguridad, en la división, en la carencia o deficiencia de servicios de salud (limitados y sin medicamentos), en una inflación desbordada, en el derroche de recursos públicos en comprar conciencias y votos (dejando de hacer la necesaria obra pública), en dejar grandes territorios del país en manos de los delincuentes quienes impiden el uso de las carreteras y esclavizan de diversas formas a los habitantes, en ahuyentar las inversiones, y por si faltara algo, en días recientes pelear y retar al gobierno de Estados Unidos (olvidando que en este momento son los que dan los mejores y mayores empleos en México y permiten que las remesas lleguen).

      En su demencia desbordada y como señalamos al principio, se ha olvidado absoluta y totalmente del estado de derecho, situación que además de ser la principal fuente de impunidad y promotora de mayor violencia, inhibe toda inversión. Su locura es tal, que un día agrede a los norteamericanos y a los empresarios, y al siguiente los invita a una reunión para que “inviertan”. De atar, verdaderamente de atar.

     Su conducta y hechos me recuerda a la descripción que el escritor argentino Leopoldo Lugones hizo de los guaraníes: “Su inteligencia se manifestaba, casi exclusivamente, en hábiles latrocinios y mentiras sin escrúpulo”. ¿Cómo se le puede nombrar a los más de $300 mil millones de pesos tirados por su soberbia y mala decisión de cancelar el NAIM? No solo es corrupción llevarse el dinero a los bolsillos, también es el derroche, el descuido y la no planeación de los mismos.

     De las mentiras sale sobrando, a estas alturas de su mal gobierno el “pinocho” Vicente Fox ya le quedó chiquito, simple aprendiz, su forma compulsiva y cínica de mentir le han convertido en un hombre réprobo a la vista de la mayoría de los mexicanos. En julio de 2021, algunos medios publicaron que ya le habían contabilizado 56,181 mentiras, más las que a diario suelta sin rubor ni conciencia, de su falta absoluta de ética.

     La Constitución establece en el artículo 86 que el cargo de presidente de la República sólo puede ser renunciable por causa grave, y la incompetencia para desempeñar semejante responsabilidad lo es. Andrés Manuel López Obrador no tiene la menor idea de los deberes y tareas presidenciales, su ego enfermo hasta lo irracional le ha engañado creyéndose reyezuelo, pero en las elecciones compitió solo para presidente.

     El país está sumido en un mar de sangre y violencias sin fin, más de 120,000 mexicanos asesinados en su sexenio y 100 mil mexicanos desaparecidos, los primeros impunes y los segundos sin buscar (ni evitar que desaparezcan): son motivos más que suficientes para que legalmente sea obligado a dejar la presidencia. El destino de nuestro país, entiéndase de nuestros hijos y nietos, está de por medio. Basta de jugar a la presidencia. Necesitamos un Presidente de verdad, que tenga la inteligencia y el perfil necesarios, pero sobre todo que sea un hombre (o mujer) que respete la ley y el estado de derecho, capaz de usar la fuerza del estado para someter de nuevo al orden a una delincuencia ensoberbecida a la que un anarquista en mala hora les ofreció abrazos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Por ésta y miles de razones más es que decenas de millones de mexicanos nos oponíamos a que López Obrador llegara a la presidencia. En esta columna, desde su aparición en 1986, jamás he escrito un solo comentario a favor del tabasqueño. Y no es un asunto de partidos o ideologías, que no las tiene ni las entiende, el problema es él y solamente él.

     Su personalidad ególatra hasta lo irracional, su cosmovisión anarquista (lo que le convierte en enemigo del capital, del trabajo, del orden/gobierno y de la fe); ni qué decir de su inclinación enfermiza a la violencia y simpatía por los violentos, por los que violan y están contra la ley, le hacían un ente no idóneo. Por eso millones nos oponíamos, pues no es un político, es simplemente un hombre enfermo y ambicioso de poder. Mentiroso, astuto y hábil para engañar al ciudadano inocente y poco enterado de la vida nacional.

     Para desgracia de México llegó a la presidencia, y no vamos a repetir las razones, pues desde este espacio se han señalado infinidad de veces. Lo peor del caso es que es destructor nato de instituciones y violador compulsivo de la ley, posición y conducta que le ubican al margen de la misma, por tanto, incompatible con la enorme responsabilidad que detenta.

     Al poco tiempo que llegó a la presidencia, desde aquí se dijo que ya daba muestra de insania mental, la cual se ha ido acrecentando en la medida que el hombre de las mentiras tomaba y se perdía con las mieles del poder; insania desbordada en su reciente viaje a Centroamérica y Cuba donde se mostró sin freno alguno.

     Sus desfiguros y alardes de líder político regional que no lo es ni jamás lo será— mostraron a un hombre limitado, que regodeándose y embriagado por un poder que jamás consideró realmente, habló únicamente para auto endiosarse y pretender ahora un lugar regional. Desfiguro que al llegar a Cuba le hizo perder toda sensatez y cordura, mostrándose ante el dictador antillano sumiso, torpe, pero, sobre todo, expresando sus propios deseos mórbidos y enfermizos como si fueran los de todos los mexicanos. Cuán equivocado está.

     En su diarrea verbal y creyendo en sus desvaríos que el mundo está a sus pies, se atrevió incluso a retar al gobierno de los Estados Unidos (con todo lo que esto significa y las consecuencias que puede ocasionar a nuestro país) tomando como pretexto la reunión de la Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Angeles el mes próximo, a la cual amenazó con no ir si no invitan a sus compinches de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

     De tal magnitud es su torpeza y carencia de sensibilidad, que no considero en absoluto (al no conectar su lengua con la cabeza), que en este momento de nuestra historia, le guste o no, lo acepte o no, gracias a nuestros vecinos del norte México tiene trabajo y comida (a través del TLCAN y las remesas). Es tal su desenfreno que ni siquiera considera que si Estados Unidos nos cancelara esas dos grandes fuentes de ingresos, nos iríamos a la ruina económica ¿Cree que sus amigos de Cuba, Venezuela y Nicaragua nos van a dar trabajo y comida para 130 millones de mexicanos? ¡Están matando de hambre y enfermedades a sus propios pueblos, y López Obrador asociándose con lacras pseudo políticas! (no se les puede llamar de otro modo a estos tiranos).

     Quienes me conocen en el oficio o han leído alguno de mis libros, saben que siempre he sido un crítico del Imperio norteamericano y sus excesos contra México, sin embargo, esto no me impide ver que de hace unos años a la fecha gracias a los norteamericanos (y canadienses), pero más a los primeros, en nuestro país hay trabajo y comida. Morder la mano que te da de comer es propio de fieras y malagradecidos.

     De manera que los excesos y ofensas de López Obrador, además de ser impropias de un presidente mexicano, le exhiben como siempre ha sido. Nunca ha cambiado, cumpliéndose de paso la sentencia divina: “¿cómo podréis hacer el bien, estando acostumbrados a hacer el mal?” (Jer 13:23).

    El presidente ha perdido toda cordura y sensatez, si es que la tuvo algún día, capaz en días recientes de “mandar un abrazo solidario a los hermanos de Estados Unidos” por el millón de personas muertas a causa la pandemia de coronavirus, cuando en México los muertos por la misma superan las 600 mil, que si se toma en cuenta la población de los dos países, si tuviésemos los mismos habitantes, las muertes en México hubieran sido del orden del 1’800,000. Queda claro que ni aun las cuentas de primero de primaria se le dan, mucho menos el respeto, la discreción y la sabiduría. Para él, el prójimo no existe. Solo él, enseguida él y al último él.

    Y mientras anda en sus desfiguros y eternas campañas políticas, las bandas de criminales aterrorizan cada vez más regiones del país sin que su gobierno se los impida en absoluto. De manera que con más de 120 mil asesinados en lo que va de este remedo de gobierno, y López Obrador se atreve (en su posición de presidente) a justificar la inacción del Ejército y defendiendo incluso a las bandas de criminales, diciendo «que también son humanos y hay que cuidarlos» ¿Y los mexicanos que son, carne de cañón y víctimas obligadas de estas bestias sedientas de sangre, placeres y dinero?

    ¡Qué horror, en verdad qué horror! Cuánta desfachatez del presidente, su mente enferma y confusa nunca ha entendido lo que significa el orden y el estado de derecho. No es capaz siquiera de entender que quien viola la ley queda expuesto al castigo, de lo contrario se promueve la impunidad. Cosa que él ha hecho desde el primer día en el poder ejecutivo.

     Queda claro que no sabe cómo gobernar, que está rodeado de una cuadrilla de incompetentes y violentos como él, que no tiene ni la menor idea de lo que es el contrato social y sus deberes ineludibles dentro del mismo. Ante este panorama terrible y desolador, urge que los mexicanos nos unamos y exijamos ya que López Obrador se vaya. No mediante sus juegos electoreros mañosos, sino a través de las salidas que marca la ley. No podemos continuar sumiéndonos en el caos y hacer como que no pasa nada. Nuestros hijos y nietos nos demandarían nuestra cobardía e indiferencia.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Quizá no exista en nuestra historia, un presidente más malo y cruel que Andrés Manuel López Obrador. Un hombre carente de sensibilidad alguna hacia su prójimo, que en su caso particular deberían ser TODOS sus gobernados, pero no es así. Al contrario. Para él nadie es su prójimo, sólo sus seguidores fanáticos e incondicionales pueden ser objeto, no de su aprecio, apenas de mención en sus enfadosos y vulgares discursos matutinos.

El mismo se encargó de aclarar que nunca fue cristiano evangélico, que sólo usó a esta corriente cristiana para sacarles sus votos. El día de su toma de protesta, al arrodillarse ante los brujos en un templete en el zócalo capitalino, demostró que su fe era tan profunda como un dedal de costurera.

Lo de él son únicamente las elecciones y tener el poder. Nada más. Gobernar no sabe ni tampoco le interesa, de lo contrario, y aunque carezca de las capacidades para tan importante y trascendente responsabilidad, se hubiera allegado personas inteligentes que cubrieran el perfil. Pero no, se rodeó de vándalos, de marchistas y manifestantes profesionales, de gritones de consignas con coritos bien entrenados, pero ajenos absolutamente a los deberes gubernamentales.

De manera pues que la incapacidad y la insensibilidad no solo se notan a más de tres años de esta pesadilla llamada 4-T, incluso ya son un escándalo y nota a nivel mundial. Esta semana se conoció que México es considerado ya el 4º lugar entre los países criminales más peligrosos (solo enseguida del Congo, Colombia y Myanmar).

Semejante nombramiento no es ocioso ni promovido por sus enemigos —como suele responder el incapaz presidente mexicano—; ha sido ganado a pulso, merced a sus acciones, incapacidades y omisiones. Uno de tantos flancos, que en cuestiones de seguridad, no ha cubierto ninguno, ha sido la protección a las mujeres mexicanas, que dicho sea de paso, de todas las edades y clases sociales han estado siendo ultrajadas, robadas, asaltadas, violentadas, prostituidas o asesinadas, sin que el gobierno de López Obrador haga absolutamente nada por revertir tan terrible situación.

La vida del presidente tabasqueño, nos recuerda al título de una novela del escritor michoacano José Rubén Romero: “La vida…”. ¿Y cómo no será así?, si todas las mañanas se dedica solo a hablar, a gobernar de saliva y pontificar de temas que no entiende ni conoce del todo, y ya que termina su tediosa e insulsa perorata, toma el avión para turistear y dedicarse a lo único que sabe hacer: ¡ANDAR EN CAMPAÑA!

Mientras tanto, en lo que va de su mal gobierno, 12,586 mujeres de todas las edades (hasta marzo de 2012) han sido asesinadas. En el 99% de los casos sus asesinatos permanecen impunes o con una justicia maquillada o jurídicamente insostenible. Y eso, sin contar a las mujeres desaparecidas, pues muchas de ellas ya han sido asesinadas y sus cuerpos, al desconocer su situación presente, no son contabilizadas.

Como tampoco son contabilizadas aquellas que por la fuerza son secuestradas por las bandas de tratantes para obligarlas a prostituirse, reestableciendo la esclavitud que creíamos abolida desde el inicio de nuestra Independencia (1810).

No pueden andar en la calle solas, en las combis, camiones, taxis, uber y demás transportes públicos, peligran ante las jaurías de criminales, que a sabiendas que no hay gobiernos (NI MUNICIPALES, NI ESTATALES, NI FEDERALES), quedan expuestas a sus bestiales instintos. Ya saben que si las matan el gobierno no hará nada. Si acaso hablar un poco, pero nada más.

Las carpetas de averiguación ya no caben en los archivos, como tampoco cabe ya en la indignación de las familias mexicanas tanta indiferencia del gobierno. Ciertamente tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador al decir “que no somos iguales” a los gobiernos anteriores, le acompaña la razón.

No son iguales, SON PEORES, INCAPACES, INDOLENTES y MALVADOS, y no es asunto ni de ideologías ni partidos. Es asunto ya de mera humanidad, palabra que el tabasqueño pronuncia como loro pero que no entiende en su significado. Quien esto escribe realizó su servicio social penal en el viejo Penal de Oblatos en el año 1984, y no recuerdo un solo caso de que hayan matado a una mujer. El gobierno de entonces, con todos sus defectos y limitaciones, mantenía el orden y el estado de derecho.

Pero como se aprecia, entre un gobierno inútil e irresponsable y gavillas de hombres malvados y sin freno alguno a su salvajismo, el poema de Sor Juana acusa de alguna manera el desprecio de unos y otros hacia las mujeres y con esto concluimos por esta ocasión, en espera de que haya algún cambio en el gobierno para retornar a la legalidad y por ende, a cuidar a las mujeres:

“…Opinión, ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

 

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

 

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

 

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo”

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¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Aunque algunos millones de mexicanos creyeron en las palabras y promesas del entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, sus acciones, inacciones e incapacidad, han mostrado que nunca cambió, que siempre ha sido un anarquista en el estricto sentido de la palabra, por tanto, enemigo del orden, el trabajo y el capital, baldón para el ya de por si sufrido pueblo mexicano, que entre delincuentes, gobernantes ladrones e inútiles, y una inesperada epidemia, no encuentra la puerta de salida.

     El peor acto de corrupción de Andrés Manuel López Obrador ha sido contender por un cargo para el que no tiene ninguna capacidad ni conocimientos. Su único bagaje en la vida ha sido contender electoralmente; atrevimiento que de antemano le ha colocado al frente de la fila de los corruptos.

    Fuera de sus camaradas de aventura, incondicionales y fanáticos, engañó a más de 15 millones de votantes con el cuento de que iba a terminar con la corrupción. Una propuesta de origen inalcanzable en una persona carente de testimonio de integridad. Y ni qué decir de sus colaboradores, la mayoría de ellos impresentables, marchistas y vándalos profesionales. Cierto, supo capitalizar el descontento social causado por bribones de todos los partidos, resultando peor el remedio que la enfermedad.

    Su simpatía y condescendencia con los narcotraficantes y delincuentes debió de alertar a la mayoría de los mexicanos. Lamentablemente no sucedió así. La mayoría de los adultos, ni qué decir de los jóvenes, ya no leen diarios ni revistas políticas, situación que les priva de enterarse a tiempo de los sucesos de interés nacional, o si lo hacen, lo hacen a través de sus telefonitos (fuente constante de mentiras y verdades a medias, ajenas por lo general a la realidad y carentes de la necesaria objetividad)

    Así que desde el principio, AMLO mostró su incapacidad para reorganizar y mejorar el sector salud. Sin medir las consecuencias, ni enterarse a fondo de la realidad existente, desapareció el Seguro Popular y la compra de medicamentos, ocasionando con su disparate la muerte de cientos de miles de personas, el empeoramiento y atraso en millones de tratamientos, así como la escasez permanente de medicinas y tratamientos (hasta ahora sin resolver).

    Su incapacidad y negligencia para enfrentar la pandemia de coronavirus, la cual causó más de 600 mil muertes (que según la revista inglesa Lancet, las muertes llegaron a las 798 mil), no solamente es prueba de su irresponsabilidad y carencia absoluta de humanidad; sino causa también de ser enjuiciado con los responsables de la salud (López Gatell y Carlos Alcocer Varela) por el delito de Lesa Humanidad, pues muchas de esas muertes se pudieron evitar si la estrategia hubiera sido conforme a la ciencia y no a la política del tabasqueño.

     Su irresponsabilidad para tirar el dinero a manos llenas y descuidar casi de manera absoluta a quienes generan justamente esa riqueza que él ha estado dilapidando le exhibe todos los días. Al no saber cómo se gana el dinero mediante el trabajo honrado, pues siempre ha transitado por el anarquismo (violencia y chantaje): tira los dineros que debían utilizarse en salud, carreteras, educación, calles, alumbrado público, seguridad (capacitación, armamento, modernización, técnicas, cuerpos de inteligencia, reclusorios, etc) y combate radical contra la delincuencia, dejando a los mexicanos sin gobierno, sin servicios y sin obra pública.

    Su irresponsabilidad para poner orden en el país no tiene antecedentes. Sumido en la violencia y con casi 130 mil asesinatos en lo que corre de su fracasado gobierno, no ha querido, ni sabido como restablecer el estado de derecho, permitiendo que día a día el caos aumente y los mexicanos vivan en total angustia, merced a las bandas de merodeadores que a manera de fieras atacan sin piedad a los desprotegidos ciudadanos. Desprotegidos porque el hombre que vive en Palacio Nacional, que cobra y se dice presidente, se ha olvidado totalmente de ellos, convirtiendo su toma de protesta del 1 de diciembre de 2018 en su futuro expediente (ante el total desobligo de sus responsabilidades).

     Madruga, ciertamente, pero solo para satisfacer su enfermizo ego, para decir mentiras, para atacar a periodistas y ciudadanos que se atrevan a cuestionarlo, viajando en los aviones en clase turista, pues eso es justamente lo que hace ¡turistear! Desentendiéndose de manera total de sus deberes como presidente, solo poniendo interés en las siguientes elecciones y en su popularidad, aunque no tonto, buscó de inmediato la ayuda de las fuerzas armadas, pues quizá y tomando en cuenta su estrepitoso fracaso, ya hubiera renunciado o lo hubieran removido a causa de su incompetencia e irresponsabilidad.

     El suyo es pues un gobierno totalitario, que como tal y ante la carencia de resultados para el pueblo, se apoya absolutamente en el populacho, cumpliéndose en su caso la advertencia de Hannah Arendt: “..El populacho es principalmente un grupo en el que se hallan representados los residuos de todas las clases… el populacho siempre gritará en favor del «hombre fuerte», del «gran líder». Porque el populacho odia a la sociedad de la que está excluido”. Y por si quedaran dudas al respecto, Arendt agrega una instantánea de nuestro régimen, aunque lo haya escrito en 1950: “Por eso los plebiscitos con los que tan excelentes resultados han obtenido los modernos dirigentes del populacho, son un viejo concepto de los políticos que se basan en el populacho” (Los Orígenes del Totalitarismo, cap.4). ¿Plebiscitos, consultas públicas, le resulta familiar el lenguaje?

     No genera empleos, solo violencia, división y carestía, la economía cada vez está peor, la inflación sin control, se pelea contra el Presidente Joe Biden y su gobierno (cuyas inversiones en México son las que han mantenido gran parte de los empleos e ingresos) y paradójicamente es humillado de manera pública por Donald Trump que lo acusa de ser el más “agachón” que ha conocido y AMLO todavía dice que es “su amigo”. Los jóvenes y las mujeres son desaparecidos todos los días, a muchas de ellas las asesinan y nunca son detenidos los criminales, los negocios son extorsionados y los empleados son asaltados. La fauna criminal es dueña del país y al presidente no le importa en absoluto, capaz incluso de crear en las Islas Marías un “centro cultural”, que, sabiendo que nadie va ir a un lugar tan lejos y conocedores de su amistad con los delincuentes, orilla a pensar que será base de operación para las bandas. Ciertamente es un gobierno fracasado, irresponsable y falaz, pero necesitamos, a manera de ya, que México retorne a la legalidad y el orden.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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