Opinión

Advierte la sentencia divina que “de la riqueza del corazón habla la boca”, así que los mexicanos no estábamos ignorantes del valor y de lo que representaban las Instituciones públicas para el eterno candidato Andrés Manuel López Obrador. Repetidamente lo dijo “¡Al diablo con las Instituciones!” mostrando abiertamente lo que había en su corazón. Su miserable riqueza moral y cívica.

La cuestión, y muy grave, es que en el año 2018 ganó —por las razones más que conocidas— la presidencia de México, y que lamentablemente al asumir el cargo, y como era previsible, se ha dedicado a destruir una a una las Instituciones públicas desmantelando el estado mexicano y con ello la República, que, parafraseando a Churchill, tanta sangre, dinero, trabajo y lágrimas nos han costado.

De entrada, lo que ha hecho con la Fiscalía General de la República (antes PGR) es un cañonazo a los pilares del estado de derecho y la estabilidad nacional, convirtiéndola en un carísimo ente ornamental que no toca a las cada vez mayores y sanguinarias bandas de asesinos ni con el pétalo de una rosa. Quedando como mera policía dedicada exclusivamente a perseguir a los enemigos políticos del führer.

Ni qué decir de su furia contra los fideicomisos, a los que, alegando corrupción, en lugar de combatirla como era su deber, en un tris decidió desaparecer 109 de ellos, ocasionando con su odio contra las instituciones daños gravísimos al país (El Universal, 8/Oct/2020). Entre otros tan conocidos como necesarios: Fondo de Desastres Naturales, Fondo de Cooperación Internacional en Ciencia y Tecnología, Fondo para el Deporte de alto Rendimiento, Fondo Sectorial de Investigación para la Educación, Fondo de Inversión y Estímulos al Cine, Fondo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, etcétera.

Pongamos un ejemplo, el FONDEN, todos los mexicanos somos testigos de los terribles daños ocasionados en Veracruz, Puebla, Hidalgo y algunas otras zonas por las que cruzó el potente y destructor huracán Grace, dejando a su paso una estela de muerte y destrucción. Hasta el gobierno anterior, los recursos del Fondo de Desastres Naturales se hubiesen utilizado para remediar los daños y ayudar a los damnificados de inmediato. Pero como el tabasqueño aborrece las instituciones, pues desapareció este organismo diseñado para estos fenómenos, dejando en el absoluto desamparo a los mexicanos afectados (pretendiendo en su desatino que los ciudadanos salgan a ayudar, y resolver, una responsabilidad que le atañe a él y su gobierno).

Aquí en Jalisco lo vimos en días recientes, cuando algunas colonias de Zapopan, que indebidamente permitieron se asentaran en los márgenes de ríos y arroyos, con los recientes incendios en el Bosque de la Primavera (lo cual produjo lodos y eliminó barreras naturales contra el agua) hace poco mas de dos semanas con una mega tormenta se inundaron totalmente, destruyendo el patrimonio de todos, incluso derribando muchas viviendas. Y al no haber el FONDEN y los gobiernos locales no contar con fondos para estos desastres mayores, los afectados han tenido que salir a bloquear el Periférico (con los daños que ocasiona a terceros y a la convivencia ciudadana, ya de por sí tan deteriorada). ¿Y el presidente? Muy bien, en su show mañanero poniendo videos de Juan Gabriel y Rocío, o peleándose con Ricardo Anaya.

Los mexicanos no podemos continuar con ese clima de destrucción contra las Instituciones Públicas implementado desde Palacio Nacional. Ninguna democracia verdadera podría sostenerse. Urge hacer un alto, atender los reclamos de la sociedad y enderezar el rumbo. El presidente López Obrador ganó las elecciones, pero no compró el país como para tomar semejantes y tan dañinas decisiones.

Atrapados por una pandemia que no ha querido ni sabido atacar científicamente el presidente, en lugar de fortalecer el sector salud oficial (antes que ninguna otra acción pública), de proveerle aparatos, medicamentos e insumos para hacer su loable labor de la mejor manera; ha dejado a este sector en el abandono, a su suerte, en la precariedad, de manera que el medio millón de muertos por coronavirus no es producto del azar, sino de haber mandado al diablo a las instituciones. De no ver ni atender a los ciudadanos, solo al ego.

     ¿Cómo entender que urgidos de una mejor y mas desarrollada ciencia AMLO desaparezca el Fondo de Cooperación en Ciencia y Tecnología, que desaparezca también las becas para estudiantes de posgrado (para capacitarse en el extranjero)? ¿Cómo…?

No ha cumplido tres años en el gobierno, y los daños parecen ya irreparables. Haciendo otra observación, acaban de terminar las Olimpiadas de Tokio y los atletas mexicanos hicieron un papel irrelevante. Aunque se habrá de considerar que si no hubiera desaparecido el Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento los atletas se hubiesen concentrado más en sus disciplinas que en buscar la manera de comer (sobrevivir).

Lo más grave, entre tantos yerros gravísimos, es la campaña del presidente en contra del Instituto Nacional Electoral y el Tribunal de esa materia. Al primero, por ley, por institucionalidad y respeto a la democracia mexicana, no debería de tocar ni siquiera con sus cotidianos exabruptos, mucho menos cuchileando a sus dizque legisladores para intentar dañar o desaparecer esa Institución que tanto nos ha costado a los mexicanos. Que si bien sus salarios son escandalosos, es asunto que debe de ventilarse (y remediarse) con la sabiduría y mecanismos legales necesarios; sin romper la armonía social y mucho menos la constitucional.

     En su odio y fobia contra las Instituciones, cuestión que de paso muestra al presidente como un anarquista radical, también pretende aniquilar el Tribunal Electoral. Las Sagradas Escrituras advierten con severidad algo que ha estado haciendo el presidente durante su terrible gestión: “¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder!” (Miqueas 2:1). Las mañaneras no han servido más que para hacer saber malas nuevas.

El daño causado a México ya es demasiado. Es tiempo que algunos de los miembros del gabinete, así como de empresarios allegados a López Obrador y líderes universitarios, le hagan saber lo que sucede, de la necesidad de un cambio de rumbo para bien. Las Instituciones Públicas no se deben mandar al diablo, allá deben enviarse la maldad y las decisiones erróneas. México necesita y reclama con urgencia un retorno al orden y el estado de derecho.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Todos conocemos el viejo truco del ladrón descubierto, que al ser perseguido se detiene y comienza a gritar señalando con el dedo hacia adelante —para confundir a sus perseguidores— “¡Al ladrón, al ladrón…!”. Para desgracia de México y de los mexicanos, muchas, pero muchas veces, López Obrador ha sido pescado in fraganti en sus mentiras y terribles decisiones que están hundiendo al país, logrando casi siempre evadir la confrontación al sacar de la nada un distractor.

Extraña personalidad es la del actual presidente, deficitario en sabiduría y conocimientos, pero astuto como pocos para salir del atolladero en el que suele meterse casi todos los días. Cuál mago de carpa, es capaz de sacar de la chistera al conejo que distraiga las miradas para que no le vean sus dichos, hechos e inacciones, que no le reclamen las muertes de los niños con cáncer, que no hay medicinas para los que quedan vivos, o para casi ningún mal, que el sistema de salud de México está colapsado, que ha caído a uno de los peores lugares en el mundo. De hecho, el segundo lugar en mortalidad a causa del coronavirus (covid-19) lo que exhibe la pésima atención, pero sobre todo, la falta de medicamentos y tratamientos adecuados.

¿Sería mucho pedir que en lugar de que Marcelo Ebrard ande de chile frito por diversos países haciendo grilla y comprando vacunas, pregunte a los gobiernos que han tenido un mejor éxito la pandemia qué planes de salud y tratamientos han implementado? Ese tipo de información ninguno se la negaría ¿O la soberbia es del mismo tamaño de la impreparación para gobernar?

Volviendo al tema central, esta semana se corroboró lo que se había dicho desde esta columna y por muchos otros periodistas, que las elecciones del 6 de junio del presente año estuvieron controladas por las bandas del narcotráfico, sobre todo en la mayoría de los Estados ubicados en el Océano Pacífico (y San Luis Potosí), teniendo como resultado que MORENA ‘ganara’ la mayoría de las elecciones, claro, con el poder de las armas y otros métodos de persuasión contra el electorado.

Héctor de Mauleón, en un valiente artículo publicado en El Universal esta semana (18/Ago/2021), narró con lujo de detalles, como es que MORENA, el partido del presidente, logró de manera totalmente delictiva y con la intervención directa y violenta de los grupos criminales obtener el triunfo en Sinaloa para gobernador.
Y como no sería así, si a los operadores políticos del PRI un día antes de las elecciones los secuestraron, amarraron, encintaron amenazaron, robaron, para soltarlos después en una carretera, sin sus pertenencias, amenazados por supuesto para que no hicieran ni dijeran nada… A tal grado de intimidación y poder llegan los narcos sinaloenses —en su apoyo para y con MORENA— que ningún abogado se atrevió a presentar una denuncia de hechos.

Semejante bomba política, propia para echar abajo la elección y meter bajo la lupa a todos los Estados en los que supuestamente triunfó MORENA, de pronto, y antes de que la explosión marcara de rojo el cielo político nacional, el rey de los distractores (AMLO), sacó de su gran chistera una inesperada entrevista televisiva al viejo capo sinaloense recluido en el Penal Federal de Guadalajara, Miguel Angel Félix Gallardo, cambiando las miradas de todos hacia otro lado. Lo peor del caso es que la mayoría de las televisoras le siguieron el juego. Y en televisión nada es improvisado. Todo es como con el “chapulín colorado” (fríamente calculado).

Quizá con un guion elaborado por el experto en telenovelas (favorito del presidente), se ve de pronto al viejo capo, de 75 años, enfermo, ciego de un ojo, negando toda relación con el mundo de las drogas y haciéndose pasar como un hombre de trabajo injustamente recluido en prisión, en la que ha pasado sus últimos 32 años de vida, si es que a eso se le puede llamar ‘vida’.

A pregunta expresa de la entrevistadora, el capo dice “que él no le pide nada al presidente, que el presidente es un hombre bueno y muy ocupado, que él no lo quiere distraer”. Magistral, se pudiera pensar a simple vista, pero… ¿no huele el diálogo a guion televisivo?

Ya encarrerado el hombre, ladino y manipulador, como los de su clase, hizo una apologética de López Obrador que ni Delgado, Ebrard y la Sheinbaum juntos la hubieran hecho: “…Sé que el presidente es un hombre de buena voluntad, que está combatiendo la desigualdad social. Está dando pensiones, está dando muchas cosas y yo no le quitaría su tiempo. Yo soy un cadáver el cual no espera más que ser enterrado en la raíz de un árbol. No le estoy pidiendo nada al señor. Al contrario, ojalá y le vaya bien”, para luego agregar “¡que Dios le bendiga!”. Mejor no se puede.

La cuestión de fondo, es que justo al día siguiente del artículo de Héctor de Mauleón, de esa bomba periodística que ya hubiera puesto sobre la picota la elección a gobernador de Sinaloa, aparece la referida entrevista con el narcotraficante, distrayendo la mirada de todos hacia el famoso recluso. ¡Claro, es el sello de la casa!

Se inundó Tabasco y el presidente no fue con sus paisanos, y cuando fue lo hizo desde un helicóptero. Destruyó el sistema de compra de medicinas dejando a niños y personas sin medicamentos (así como a pacientes de otros males crónicos). Dejó en manos de las bandas de criminales más de la tercera parte del territorio nacional y con ello una estela de sangre, 90,000 asesinatos en lo que va de su mal gobierno, como también una sociedad mexicana sumida en el terror, el desaliento y el desamparo legal absoluto.

Llegó la pandemia del coronavirus y minimizó los riesgos, nombrando a un merolico (con altos estudios epidemiológicos) para atender el gravísimo problema, cobrando ya cerca de medio millón de muertos ¿Qué hizo en éstas y otras crisis en las que ha metido al país López Obrador? ¡Desviar la atención de todos hacia otro lado para que no vean lo que sucede ni le reclamen!

Así que cuando no vende el avión presidencial, lo rifa (aunque no haga ninguna de las dos cosas), igual se pelea con nuestros hermanos españoles y les reclama la Conquista, o si no echa la culpa de todo a los anteriores, a los conservadores, neoliberales, fifís, corruptos, hipócritas y cuanto calificativo se le ocurra en el momento a este genio del escapismo político y la responsabilidad. Un escapista al que el mismo Houdini hubiese envidiado, de ahí el título del presente artículo ¡El rey de los distractores!

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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La situación de nuestro país es cada vez peor y nada parece indicar que puede mejorar. López Obrador no solamente carece de la capacidad requerida para tan alta responsabilidad, que si bien tuvo la aprobación de un gran sector a través de votos, implica también y de manera ineludible: preparación, amplios conocimientos de política, economía, campo, educación, salud, energías, diplomacia, ciencia, etcétera, de un carácter bien formado, disciplina, principios, visión de estado, capacidad de mando y prioridades de gobierno, entre ellas la impartición de justicia y el estado de derecho.

     Respecto a estos dos últimos en su desgobierno no han existido, la impunidad ha sido la principal característica de su gobierno fallido y el estado de derecho ha sido letra muerta. El hecho de fijar su postura en el combate a la enorme fauna delincuencial que azota a México y lo mantiene aterrorizado, y ofrecerles su política de «abrazos y no balazos», describe de manera implícita su simpatía por los criminales y su renuncia anticipada a hacer valer la ley. Su desprecio por la legalidad y desinterés absoluto por los gobernados.

     Ningún país, en ninguna época, podría mantenerse en pie de manera legal y asegurar ser democrático conviviendo con las bandas delincuenciales (argumentando una falsa bonhomía que solo muestra complicidad o simpatía originada en relaciones no conocidas por los ciudadanos observantes de la ley). Semejante e ilegal amasiato está condenado al fracaso y el caos. El problema es que la sociedad entera ha quedado de rehén.

    El presidente, sin saber en realidad qué hacer para que el país funcione correctamente, ataca a todo cuanto se mueve, sobre todo a lo que no es ordenado por él ni responde a su gusto y caprichosas órdenes. Hace apenas unos días arremetió contra los Senadores, contra los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, contra los Magistrados del TRIFE y contra su villano favorito, el Instituto Nacional Electoral (órgano que le permitió llegar a la presidencia por la vía democrática, pero que ahora la estorba, como le estorba la democracia misma).

     Y es que, en una versión tropical del rey sol, AMLO, a diario hace ver y lo grita desde su show mañanero que “el estado es él”. Ciertamente así se muestra ante el país, aunque para hacerlo viole la constitución todos los días, esa Carta Magna que el primero de diciembre de 2018 juró cumplir y hacer cumplir, así como las leyes de ella emanan.

     Derivado de su mente y corazón enfermos por la egolatría, rencores y resentimientos políticos y sociales, en lugar de unir y construir, se ha dedicado a dividir y destruir a los mexicanos, enfrentándonos a unos contra otros y buscando siempre a quien culpar de su incapacidad y fracasos cotidianos; cuando la culpa de todo lo malo que sucede en este país, es solo culpa de él y solamente de él. De Andrés Manuel López Obrador.

     Para agravar este cuadro de horror que mañana tras mañana nos levantamos y no mejora, al contrario, empeora, se suma un ejército de incapaces y carentes absolutos de dignidad, que aplauden a su jefe las peores decisiones y jamás se atreven a contradecirlo, mucho menos a enfrentarlo con la realidad o con la inviabilidad de la orden o proyecto del presidente. Fuera de dos o tres funcionarios que se atrevieron a exponer su punto de vista contrario, lo cual les llevó obligadamente a la renuncia (como es el caso de Carlos Urzúa en Hacienda y Jaime Cárdenas en el INDEP), convirtieron de paso sus renuncias en bofetada de dignidad a la horda de cortesanos genuflexos incapaces de contradecir al tirano de Macuspana.

     Lejos, muy lejos de la posición de un presidente de la República se ha colocado Andrés Manuel López Obrador; su oposición a resolver los múltiples y grandes problemas nacionales, solo ha ocasionado su agravamiento, dejando que el país comience a flotar hacia la deriva de la ingobernabilidad.

     Sus ataques continuos y cada vez más virulentos contra periodistas e intelectuales, así como contra algunos medios, son muestra inequívoca de su intolerancia, de su carácter malformado, más cercano a dictadores y monarcas absolutistas, qué a gobernantes demócratas, lo cual ha propiciado que a su postura se hayan sumado las bandas criminales que han asesinado a decenas de periodistas y en la semana anterior se atrevieron incluso a amenazar a Azucena Uresti de Milenio Noticias.

     Día con día los criminales toman control de amplias zonas del país sin que al presidente le incomode en absoluto (cometiendo masacres y toda clase de maldades). Todo parece indicar que le basta con tener su show mañanero para ser feliz y pasearse por los lugares que le gusta visitar, ya sea en el sur del país, o a Sinaloa, ¿la importancia de ese pueblo rabón llamado  Badiraguato es tal que merece más atención que cualquier ciudad mediana o grande de México? ¿No hay problemas en Zacatecas, Chiapas, Tamaulipas, Baja California y demás?

     La ineptocracia que rodea al presidente es semejante a la incapacidad de su jefe. La humildad y la sensatez se han ausentado del todo en Palacio Nacional. El interés del grupo que supo canalizar el descontento de una buena parte de la sociedad que les dió el voto, ha sido incapaz de responder a esa confianza, anteponiendo siempre el interés de su grupo que el de los mexicanos. La situación es cada vez más difícil y los mexicanos tenemos que levantar la mirada, unirnos aun por encima de las visiones partidistas y haciendo uso de la ley y las instituciones, buscar la salida democrática que nos lleve a un mejor destino. No podemos ni debemos permitir que el deterioro continúe y no se trata de rebeliones ni nada por el estilo.

     Se trata de unirse, de hacerle saber al presidente y su gabinete de ineptos, que han dejado a los mexicanos a merced de las bandas de criminales, de exigirle que se someta y les someta (a los asesinos) al imperio de la ley, o que renuncie. Nada de plebiscitos que de antemano sabemos utilizará a las bandas criminales y su maquinaria electorera para intentar resultados que le favorezcan. Desde hoy hay que enviar cartas, por correo o electrónicas, personales, de grupos, de académicos, de gremios, de sindicatos, universidades y demás, que le hagan saber al presidente López Obrador que está reprobado, que cambie de actitud y se someta al imperio de la ley o que se vaya. México no puede seguir más entre criminales e ineptos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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No podía ser de otra manera, su mente e ideas desordenadas le han llevado por el camino del caos, de lo revuelto, de lo ilegal y lo injustificado. Así es él, siempre en contra del orden, promotor nato de la rebelión, en lo personal, y perdón por hacerlo en primera persona, nunca he escrito un solo artículo desde los años noventa (en que apareció en la escena pública) que hable bien de él. En su personalidad y acciones veía al anarquista que siempre ha sido, al enemigo del trabajo y la legalidad. Un antipolítico en la política.

Y como enemigo del trabajo y de los que crean las fuentes, durante su esquizofrénico mandato no ha hecho nada por mantener los empleos ni promover nuevos tampoco. Al contrario, ha hecho la guerra no solo a las inversiones extranjeras de energías limpias (ahuyentando de paso a las nuevas), sino incluso a empresas que ya habían invertido enormes cantidades, como la cervecera Constellation Brands en Mexicali, echando por tierra el estado de derecho.

López Obrador, creyéndose ‘revolucionario’ sin serlo, en sus fantasías champurradas de ideología creyó iniciar una nueva revolución llamada “4ta Transformación” (4-T), cuyos resultados son exactamente al revés de lo que debería ser un movimiento popular.

Teniendo México la experiencia de la primera revolución social del siglo XX en el mundo y cuyos resultados benéficos son inobjetables (años ‘40, ‘50 y ‘60); habrá de recordarse que en 1910, el 80 por ciento del pueblo era analfabeta, pobre, y sin acceso a la salud. Condición que poco a poco fue revirtiéndose en la medida que el gobierno implementaba sus planes, de manera que para los años ’60 la cifra educativa era al revés, las personas que sabían leer y escribir superaban ya el 80 por ciento, la pobreza permanecía, pero hubo una sensible mejoría, y cerca del 90 por ciento tenía acceso a la salud a través del IMSS, ISSSTE y Salubridad (hoy Secretaría de Salud), así como de diversos organismos de salud estatales y municipales.

Llegó lamentablemente la ‘revolución de la 4-T’ y la educación —que dicho sea de paso nunca le ha gustado al presidente (duró 9 años para lograr una licenciatura)— comenzó un declive en calidad y proyecto que no sabemos cuándo ni en qué parará; considerando que a su aventura se agregó la pandemia de coronavirus que trastornó totalmente nuestro sistema educativo al cerrarse las escuelas e implementar un supuesto modelo a través del internet, pasando por alto que gran parte de los escolares y estudiantes carecen de computadora y recursos para comprar una, o sus comunidades no tienen acceso a la red; cuestiones que en conjunto y la pésima planificación han traído, además de la deserción, una marcada caída en la calidad educativa.

Pero eso sí, los fieles amigos de la 4-T, tanto los maistros de la CNTE, como los ayotzinapos y demás vándalos de las Normales Rurales, cuando no andan en marchas y manifestaciones, están bloqueando vías de ferrocarril o asaltando el peaje de las casetas en las autopistas ¿Y la educación de los niños y jóvenes? ¿Y el gobierno? ¡Jugando a la revolución y pegándose a diario balazos en el pie!

Cuando López Obrador comenzó su comedia (no se puede llamar gobierno a esta bufonada, a esta improvisación que le está costando al país su destino mismo) en una fanfarronada anunció que el sistema de salud de México sería como el de Canadá, luego subió la mira y dijo que como el de Dinamarca. Crueles palabras.

De tener un sistema regular, aunque con deficiencias evidentes, al llegar al gobierno AMLO desapareció el Seguro Popular sin tener nada preparado, sustituyéndole solo en palabras y papeles con el INSABI, un organismo inexistente, que para cuando logre cuajar, las muertes se contarán por cientos de miles (y no sólo por coronavirus).

Por si faltara algo a su revolución al revés, desapareció el sistema de compra de medicinas para el sector salud, iniciando una guerra contra los laboratorios mexicanos acusándoles de corruptos, sin comprobarlo jamás, y dejando a los mexicanos dependientes de la medicina social (que son más del 80 por ciento) sin medicinas, ni acceso a una salud integral.

A tan terrible desgracia para los mexicanos, llegó la epidemia de coronavirus y López Obrador en lugar de buscar a los expertos e implementar una estrategia que evitara los mayores daños, como en su revolución, hizo todo al revés: minimizó la gravedad del virus y de contagios, pidiendo a los mexicanos que se abrazaran, que salieran a la calle, que no pasaba nada, poniendo al frente a un merolico (con estudios médicos que no le aprovecharon) más interesado en adular a su jefe que en cuidar la salud y vida de los mexicanos.

A poco más de un año de distancia, medio millón de muertos y algunos millones de contagios y secuelas, familias afectadas y una economía en condiciones terribles; el presidente continúa en su imaginaria ‘revolución’ en la que las tercas palabras no se cumplen, pero las dice como si fueran reales, así que ha ordenado el regreso a clases “llueva, truene o relampagueé”. No hay términos medios, como tampoco hay métodos planeados que conlleven las medidas de protección adecuadas. No, las palabras del iluminado revolucionario bastan.

Confuso, como su mente, en algún foro internacional presumió que a Benito Mussolini le pusieron el nombre gracias a Benito Juárez. Siendo famosos, qué importa que sean sangrientos dictadores, su cabeza ordena a su gusto las cosas, siempre tiene otros datos en su realidad alterna.

En sus arengas iniciales declaró que en su gobierno los pobres serían la prioridad, que, si se entiende su revolución al revés, lo cierto es que les ha cumplido. Cada vez hay más millones de mexicanos pobre gracias a sus torpes e insensatas decisiones, basta señalar que cuando llegó había 51.9 millones de pobres y según el INEGI y el CONEVAL, y actualmente ya hay 55.7 ¿Nadie le ha dicho entre sus cercanos que la incapacidad para semejante cargo también es corrupción?

Difícil entender un movimiento revolucionario que se pelea contra las clases medias, en lugar de fortalecerlas y sumar a éstas a los pobres marginados. Imposible asimilar una revolución que promueva la pobreza en lugar de luchar por el mejoramiento y bienestar de todos.

Extraña revolución en la que los millones de pobres crecen año con año, la educación decrece y su calidad también, donde se detesta la ciencia y se apuesta por la mediocridad y el conformismo; revolución que en lugar de promover los libros, considera que la lectura por placer es un acto de consumo capitalista; que la salud del pueblo no importa mucho, que es mejor el ahorro en las compras de medicinas, aparatos, equipos médicos y hospitalarios; que gasta 528 millones en una consulta pública inútil y no provee las medicinas para los niños con cáncer (y pacientes de otras enfermedades). Como le digo, AMLO y su revolución al revés, como todo en su confusa mente.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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