Opinión

Sus mentiras e incapacidad están acabando con el país. Cuando era candidato a la presidencia criticaba rabiosamente la violencia que se padecía, prometiendo que de ganar las elecciones acabaría con el derramamiento de sangre y por tanto con la violencia. Una de sus muchas e incontables mentiras. Ganó las elecciones y los violentos son los amos del país. Ni siquiera la pandemia intimidó a esas hienas disfrazadas de humanos a los que el presidente López Obrador no toca ni con el pétalo de una rosa. Para ellos “abrazos, no balazos”, así lo dijo públicamente (y es a los únicos que les ha cumplido)

Piensa mal y atinarás, advierte un viejo refrán. En el caso de AMLO el refrán le viene como anillo al dedo, doce años de campaña, sin trabajar nunca en nada, excepto viajar y viajar como aspirante a candidato, de recorrer toda la república con un séquito, lo cual y dicho sea de paso, debió costar una fortuna multimillonaria, lleva a pensar que alguien le estuvo sosteniendo ese nivel de vida.

Y como los pobres no tienen para sostener y gastar cientos o miles de millones en giras de políticos ociosos (en 12 años eso era), habrá que voltear la mirada hacia otro lado. Hacia los empresarios definitivamente no, no suelen tirar su dinero ni gastarlo en trotamundos, aunque se digan políticos o se disfracen de próceres. Son personas que saben perfectamente como se gana el dinero y la necesidad de administrarlo. No se diga en un sexenio que lejos de protegerlos les considera explotadores, fifís, conservadores, etcétera.

Un ejemplo: miles de negocios cerrados por el gobierno (a causa del coronavirus) y sin ayuda oficial de ninguna especie, provocó que para cubrir nóminas, impuestos, rentas, luz, etcétera, empresarios y comerciantes acabaran con sus ahorros (lo cual le ha importado un comino a este gobierno indolente e incapaz que les ha llevado a la quiebra y tiene a otros tantos bajo esta terrible amenaza). Lamentablemente el presidente solo tiene interés de ayudar a los pobres, al pueblo bueno. Pero no a los que crean los empleos para los pobres.

Ese pueblo bueno que asesina, roba, extorsiona, que asalta, que toma casetas de autopista, que al amparo de usos y costumbres asesina doctoras sin que la autoridad intervenga, que asesina mujeres todos los días, que roba los combustibles de los ductos de Pemex, que descarrila trenes para saquear la carga, que roba camiones de carga, que siembra amapola, que trafica con armas, que vende drogas, que secuestra, que secuestra jóvenes para obligarlos a delinquir y si no lo hacen los asesina y mutila, que delinque de una y mil maneras, pero que por ser bueno y cercano al corazón de AMLO les concede una impunidad del 99 por ciento a sus fechorías, como también liberó de la cárcel a 3,322 de los pocos delincuentes que había detenido (argumentando la ‘pandemia’, cuando la pandemia nacional son ellos).

Pueblo bueno al que le ofreció abrazos y no balazos, pero que en el año 2019 asesinó 36,476 personas y en el 2020 asesinó a otras 35,484, dejando al país en un mar de sangre (en tan solo dos años 71,960 mexicanos asesinados). Pueblo bueno al que pertenece el decente señor Guzmán Loera (con el que el presidente se disculpó desde Palacio; sin que las familias de los casi 72 mil asesinados en su mal gobierno le merezcan atención alguna).

Pueblo bueno al que el presidente actual le justifica todo, atribuyendo sus muchos delitos a las desigualdades —y no a la maldad e inclinaciones perversas del ser humano, así como a la nula aplicación de la ley—; mientras que las clases medias se esfuerzan por hacer lo correcto y vivir dentro de la legalidad (aunque las desigualdades económicas, el coronavirus y los delincuentes les mantengan en un estado permanente de terror).

Pueblo bueno que mata policías, humilla soldados y les reclama por intentar destruir sus cultivos de amapola y mariguana, que organiza bandas criminales a las que el gobierno nomas clasifica y reconoce su existencia pero que no las toca, que organiza manifestaciones y toma edificios públicos destruyendo como hunos cuanto encuentra su paso, que roba autobuses de tres o cuatro millones de pesos para moverse y saquea las mercancías de camiones de reparto. Todo con absoluta impunidad por ser pueblo bueno.

Pueblo bueno al que pertenece la mamá del honrable señor Guzmán Loera, a la que para saludar es capaz de detener el convoy presidencial y atender a tan ilustre dama, mientras que a los que crean empleos no los recibe y a sus paisanos de Tabasco les inundó Villahermosa… ¡aunque, claro, y para que vean que todavía tiene algo de conciencia, les perdonó esta semana nada menos que 11,000’000,000 millones de pesos que adeudaban de luz a la CFE! (la cual se estuvieron robando —por consejo de AMLO—, desde el año 1995).

Pueblo bueno al que protegió el presidente soltando en octubre de 2019 al nieto de la mamá del referido Sr. Guzmán ¿Dónde tenía la cabeza el Ejército Mexicano al pretender capturar a tan honorable ciudadano? ¿Acaso el joven Ovidio Guzmán no es parte del pueblo bueno, de ese que enyerba y destruye vidas y familias con la maldita droga, porque detenerlo entonces?

Así que no resultando suficiente la desgracia de la pandemia para los mexicanos y los cientos de miles de muertes que ha provocado, el sufrimiento, la pobreza y demás; tienen además que soportar a los cientos de miles de asesinos y delincuentes a los que el gobierno de López Obrador no toca y sí protege (desde el momento que el poder judicial es apenas un oneroso ornamento, y un instrumento de venganza; el caso de Rosario Robles es un vivo ejemplo).

En uno de sus libros, el escritor y ex Gobernador de Jalisco, el Lic. Flavio Romero de Velasco, un hombre que supo y pudo poner orden, escribió: “Mucha es la sangre de los mexicanos, que sin provecho alguno, ha ido a parar a los albañales de la historia”, frase a la que podemos agregar, “y con ignominia” ¿No hay nadie en este remedo de gobierno que tenga valor para confrontar al presidente, de hacerle saber su fracaso y el estado real que guarda el país? Entre hospitales colapsados y sin medicamentos, con un cuerpo médico diezmado por la muerte y la prolongada fatiga, y una fauna delincuencial ASESINA y PERVERSA, la vida de los mexicanos se ha convertido en una pesadilla permanente, en un escenario real de terror. Tenga Dios misericordia de México.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Correo electrónico: mahergo1950@gmail.com

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Probablemente esta es una de las peores épocas de la historia en el trato a los viejos. No se diga en México. Durante siempre los viejos, por múltiples y fundadas razones eran el grupo social más respetado, en ellos se reconocía la sabiduría y se aprovechaba su experiencia. Experiencia que se hacía sentir en el gobierno, en la obra pública, el hospital, la catedra, los negocios, pero sobre todo en la familia.

    A la salida del pueblo hebreo de Egipto, de su liberación de la esclavitud padecida para llevarlos a Eretz Israel, Dios mueve a Moisés a delegar sus grandes tareas y responsabilidades en un selecto grupo de ancianos (grupo del que luego vendría el famoso sanhedrín). A lo largo de la historia vemos a los viejos ya sea gobernando como reyes, emperadores, presidentes o como consejeros de ellos. El respeto social para los viejos era una manera de reconocer y devolver el benefició recibido de ellos, de una vida de trabajo y ejemplo para las nuevas generaciones (sin olvidar que siempre ha habido viejos necios y sin sabiduría, la 4-T nos puede ofrecer un amplio catálogo).

    Hoy las cosas han cambiado, no se diga en el México lopezobradorista, un infierno que con propaganda vulgar y machacona (a la manera de los nazis) pretende hacernos creer cosas que no son ciertas, ni tampoco podrán ser; un mundo de fantasía que solo existe en la mente calenturienta del tabasqueño que cobra como presidente, aunque la silla le quede demasiado grande. No por viejo, sino por sus muchas carencias y deficiencias personales.

     Mañoso y manipulador como siempre ha sido, López Obrador ha tomado la bandera de los viejos para ganar una popularidad inmerecida, y por cuanto es propenso al engaño y a la simulación, y a sabiendas de que somos un pueblo con muchas carencias y desigualdades, implementó quizá asesorado por sus amigos chavistas y maduristas de Venezuela un programa de ayuda económica para los viejos, lo cual no estaría mal si los propósitos fueran otros y no se hiciera de estas ayudas un botín electoral a manera de anzuelo para pescar voluntades y comprar conciencias. El necesitado al recibir ese dinero y para asegurarse de seguir recibiendo esa ayuda, lo más probable es que vote a favor de Morena, pues justo para eso se creó ese programa (como el de darles dinero a los jóvenes y a otros grupos).

    Volvamos al tema de los viejos, independientemente del pésimo gobierno que ha sido la 4-T (probablemente el peor del siglo XX y XXI), el trato que nos ha concedido a los viejos además de repugnante es por demás condenable.Para empezar el eufemismo de «3ra edad» no dice ni significa absolutamente nada. Puede ser tres años, treinta, o lo que quiera y guste el que lo dice, pero en castellano puro no significa nada. Somos viejos y los más viejos ancianos, y no es ofensa decir viejo o anciano, en todo caso el tono con que se digan las palabras es el importante.

    ¿No les ajustó el termino sexagenarios, septuagenarios u octogenarios? Quizá es mucho pedir para los integrantes de la 4-T, sus conocimientos no parecen llegar a tanto. Un gabinete integrado en su mayoría por improvisados, por manifestantes y marchistas, grupos anarquistas, maistros de la CNTE, barzonistas, activistas (lo que esto signifique) y demás agitadores profesionales, vinieron a ocupar cargos y responsabilidades públicas anteriormente ocupadas en su mayoría por personas capacitadas (aunque siempre ha habido vividores y farsantes en el poder, pero no en tal volumen).

    Ver a cientos de miles de viejos en pleno siglo posmoderno (que se ufana de los inventos tecnológicos) peregrinar en plena pandemia de oficina en oficina pública para ver si les dan la ayuda (que realmente necesitan) aunque sin resultados, y ver en la televisión y escuchar en la radio lo que hacen por ellos sin ser cierto, o parcialmente cierto, produce verdadera indignación. Son viejos, ya dieron su esfuerzo por su familia y país y no merecen semejante ofensa.

     Si realmente los quisieran ayudar, en primer orden harían un padrón confiable y depurado en el que solo estuvieran los que realmente necesitan ese dinero, pues hay quizá decenas de miles (sino es que cientos) que no lo necesitan o sus familias los pueden ayudar. De nadie es un secreto que para comprar las voluntades de estos viejos y de millones de ninis (jóvenes a los que se está echando a perder al privárseles del esfuerzo para abrirse camino en la vida) se ha estado desviando dinero público indispensable en otras áreas, incluso salud. Una vez elaborado dicho padrón y por medios modernos (Bancos, tarjetas, cheques a domicilio, etc.) hacerles llegar cada mes la ayuda y no hacerlos viajar a ningún sitio, lo cual, además de indigno, solo es para hacerles saber quién les está dando y obligándoles a deber un favor que no es favor, pues AMLO no les está dando de su bolsa sino del dinero de los mexicanos, no de todos, sino de los que trabajan y pagan impuestos.

    Por si le faltara algo a este remedo de gobierno, a esta dictadura bananera desordenada y sin rumbo (excepto para intentar mantenerse en el poder), las medidas y políticas implementadas contra los viejos son inhumanas, propias de racistas e incivilizados, incluso de propiciar una eutanasia poco simulada aprovechando la pandemia ¿O cómo considerar el trato concedido a los viejos en el sector salud, dónde no hay camas para ellos, donde no hay medicamentos o muy escasos, muchos menos espacio en terapia intensiva, que ni en sus casas pueden ser atendidos ya sea por falta de oxigeno o de médicos, que si logran una cama en un hospital público se despiden de sus parientes al entrar porque se pierde toda comunicación, lo que conduce a pensar tantas cosas?

     En la calle el trato tampoco es mejor; nos han recetado la reclusión domiciliaria como si ser viejo fuera un delito, mientras que a ninis y rebeldes les permiten hacer fiestas, andar en la calle sin ninguna medida de salud, etcétera, etcétera. ¿Cómo aceptar y digerir que no se nos permita entrar al supermercado, a un centro comercial, a ningún lado? ¿No podría fijarse medio día para unos y medio para otros? Las medidas del gobierno no permiten ver un cuidado por los viejos, sino otra cosa muy distinta.

     Los jóvenes fiesteros, los ayotzinapos, los robadores de casetas, la enorme y abundante fauna delincuencial ni se diga, todos, absolutamente todos andan en la calle y pueden hacer lo que se les venga en gana. No se está diciendo que los viejos deseamos andar igual. Se está diciendo que pongan orden, que si realmente les interesa que la pandemia vaya disminuyendo pongan orden con los rebeldes. Con los viejos les ha resultado muy fácil y aparentemente lucidor, pero se equivocan, su desprecio y atentado contra la dignidad nos mantiene en agravio e indignación permanente. Queda en el cartucho de la impresora más tinta al respecto, pero concluyo por esta ocasión con una advertencia divina al respecto: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Yahwéh” (Lev 19:32).

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

Email: mahergo1950@gmail.com

 

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Un hombre moderado y reflexivo, que mide el contenido, valor y efecto de las palabras, llegó el miércoles a la Casa Blanca en Estados Unidos. Su discurso pronunciado en su toma de protesta permite ver con claridad —al menos a los espíritus pensantes— que un hombre sensato, sometido al imperio de la ley y comprometido con la democracia, decente, con visión de estado y conocimiento pleno del país que recibía asumió la presidencia del país más poderoso del planeta.

La profundidad, seriedad y contenido del mensaje de Joe Biden al asumir la presidencia, le hacen por cierto uno de los más memorables de la historia reciente. En lo personal me recuerda al histórico mensaje de Martin Luther King “Tengo un Sueño”, pronunciado el 28/Ago/1963 en esa misma ciudad de Washington. Quizá muchas personas, sobre todo jóvenes o viejos a los que la política les resulta lejana (aunque les afecte sin que lo comprendan), ignoran o pasan por alto que hace apenas una semana, el miércoles 13 de enero de este 2021, las huestes violentas y fanáticas azuzadas por Donald Trump, asaltaron literalmente el Capitolio en un intento de evitar la ratificación de Biden y producir un golpe de estado que evitara la continuación de la democracia, nada menos que en el país paladín de la misma. Dejemos pues que las palabras del Presidente Joseph Biden hablen, pues se trata de un mensaje de esperanza y unidad para todos, incluso de modelo y aspiración para los mexicanos (mal gobernados por el gemelo de Trump):

 

“Tenemos mucho que hacer en este invierno de peligro y de posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que curar y construir. Y mucho que ganar…  Hoy es el día de la democracia. Un día de historia y esperanza, de renacimiento y resolución. A través de tribulaciones que quedarán en los anales, Estados Unidos ha sido puesto a prueba una vez más…. Hoy celebramos la victoria no de un candidato, sino de una causa: la causa de la democracia. La voluntad del pueblo ha sido escuchada y la voluntad del pueblo ha sido acatada. Una vez más hemos aprendido que la democracia es preciosa, que la democracia es frágil. Y en esta hora, amigos míos, la democracia ha prevalecido. Por eso, ahora, en este suelo sagrado en el que hace apenas unos días la violencia intentó sacudir los cimientos mismos del Capitolio, comparecemos unidos ante Dios como una sola nación, indivisibles, para llevar a cabo el traspaso pacífico de poder tal como hemos hecho a lo largo de más de dos siglos.

     Acabo de prestar el juramento sagrado que todos estos patriotas prestaron, un juramento pronunciado por primera vez por George Washington. Pero la historia de Estados Unidos no depende de uno de nosotros ni de algunos de nosotros, sino de todos nosotros. De nosotros, el pueblo que persigue una unión más perfecta. Esta es una gran nación, somos buenas personas. Y a través de los siglos, contra viento y marea, en la paz y en la guerra, hemos llegado hasta aquí. Sin embargo, todavía nos queda mucho camino que recorrer.

     Seguiremos adelante con celeridad y urgencia porque tenemos mucho que hacer en este invierno de peligros y posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que sanar, mucho que construir y mucho que ganar. Pocos periodos en la historia de nuestro país han sido tan desafiantes o difíciles como este en el que nos encontramos ahora. Un virus de los que solo aparecen de siglo en siglo acecha sigiloso al país, y en un año se ha cobrado tantas vidas como las que se perdieron en toda la Segunda Guerra Mundial.

     Se han perdido millones de empleos; cientos de miles de empresas han cerrado; un grito por la justicia racial que lleva gestándose casi 400 años nos conmueve. El sueño de la justicia para todos no se seguirá aplazando. Un grito de supervivencia nos llega del propio planeta, un grito que ya no puede ser más desesperado ni más claro. Y ahora, un aumento del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo interno al que debemos enfrentarnos y al que derrotaremos. Superar estos desafíos, restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos exige mucho más que palabras. Exige lo más esquivo de todo en una democracia: unidad. Unidad.

     Sé que hablar de unidad puede sonar un poco ridículo hoy en día. Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales. Pero también sé que no son nuevas. Nuestra historia ha sido una lucha constante entre el ideal estadounidense de que todos hemos sido creados iguales, y la fea y dura realidad de que el racismo, el nativismo, el miedo y la demonización llevan mucho tiempo separándonos. La batalla es perenne y la victoria nunca está asegurada.

      Durante la Guerra Civil, la Gran Depresión, la Guerra Mundial, el 11-S, en momentos de lucha, sacrificio y contratiempos, siempre han prevalecido los mejores de nosotros. En cada uno de estos momentos, suficientes de nosotros nos unimos para sacar a todos adelante. Y ahora podemos hacerlo. La historia, la fe y la razón nos enseñan el camino. El camino de la unidad.

     Podemos vernos unos a otros no como adversarios, sino como vecinos. Podemos tratarnos unos a otros con dignidad y respeto. Podemos unir fuerzas, dejar de gritar y bajar la temperatura. Porque sin unidad no hay paz, solo amargura y furia; no hay progreso, solo ira agotadora. No hay nación, solo una situación de caos. Este es nuestro momento histórico de crisis y desafío. Y la unidad es el camino para avanzar. Y debemos enfrentarnos a este momento como los Estados Unidos de América.

     Si lo hacemos, os garantizo que no fallaremos. Nunca, nunca, nunca hemos fracasado en Estados Unidos cuando hemos actuado juntos. Y por eso hoy, en este momento y lugar, empecemos de nuevo, todos nosotros. Empecemos a escucharnos unos a otros, a oírnos unos a otros, a vernos unos a otros, a respetarnos unos a otros. La política no tiene por qué ser un incendio voraz que destruye todo lo que encuentra en su camino. Cualquier disensión no tiene por qué ser causa de guerra total. Y debemos rechazar una cultura en la que se manipulan e incluso se fabrican los propios hechos.

     Porque lo que tiene la vida es que no sabes qué te deparará el destino. Hay días en que necesitamos que nos echen una mano. Y otros días en los que nos piden que la echemos nosotros. Así es como tenemos que ser unos con otros. Y si somos así, nuestro país será más fuerte y más próspero, y estará más preparado para el futuro.

     Compatriotas estadounidenses, cierro igual que comencé, con un juramento sagrado. Ante Dios y ante todos vosotros, os doy mi palabra. Siempre seré sincero con vosotros. Defenderé la Constitución, defenderé nuestra democracia. Defenderé a Estados Unidos y lo daré todo para serviros, pensando no en el poder, sino en las posibilidades, no en el interés personal sino en el bien público. Y juntos escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de división. De luz, no de oscuridad. Una historia estadounidense de decencia y dignidad, de amor y sanación, de grandeza y bondad. Que sea esta la historia que nos guíe. La historia que nos inspire. Y la historia que cuente a los tiempos venideros que respondimos a la llamada de la historia, que estuvimos a la altura del tiempo presente. Que la democracia y la esperanza, la verdad y la justicia, no murieron durante nuestra guardia, sino que prosperaron…

     Así pues, con determinación y firmeza, abordaremos las tareas de nuestro tiempo. Sostenidos por la fe, impulsados por la convicción y dedicados los unos a los otros y al país que amamos con todo nuestro corazón. Que Dios bendiga a Estados Unidos y que Dios proteja a nuestras tropas”. Gracias, Estados Unidos.

 

Hasta aquí las palabras del mandatario norteamericano (un extracto), rogando al Creador que estos planes puedan materializarse, que se detenga la violencia racista y divisionista y vuelva la unidad a esa nación, pues también traería bendición para otros, incluido México.

 

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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En asuntos de gobiernos y gobernantes, el siglo veintiuno se está caracterizando por una galería de populistas que están dando al traste con la democracia, con bribones que han llegado al poder utilizado las bondades y legitimidad que ésta concede, pero que sin embargo son sus enemigos. Simples autócratas enfermos del virus del poder.

Los ejemplos abundan. El caso de Donald Trump es quizá el más representativo, capaz en su egolatría y hambre de poder de atacar las instituciones de su país y pretender mediante una revuelta desconocer los resultados de una elección en la que a todas luces resultó perdedor.

En el caso de Andrés Manuel López Obrador no tiene nada que envidiarle a su golpista amigo de pelo pintado. Su manera autocrática de gobernar, su cinismo al mentir todos los días a un pueblo que a todas luces ha engañado de una y mil formas es por demás condenable y repugnante.

Su adicción enfermiza al poder le ha llevado a límites impensables, rebasando incluso sus propias expectativas. Sus sesiones mañaneras de adoctrinamiento populista (malamente llamadas conferencias de prensa), han sacado en él a un extraño actor, aunque con gestos sobre actuados y motivaciones políticas por demás réprobas.

En su traición a la democracia la cual utilizó tramposamente para llegar a la presidencia (como su gemelo Trump), ahora pretende perpetuarse en ella implementando un plan perverso y de altísimo costo social y económico en el que a través de la compra de voluntades y conciencias mediante apoyos económicos a diversos grupos sociales quedarse con la presidencia para él y su grupo de incondicionales; contando con un Congreso sumiso y cómplice que se ha prestado a destruir las instituciones públicas y eliminar todo contrapeso político que estorbe al dictador; como es su deseo de desaparecer los órganos autónomos (como el CoFeCe, el IFT, el INAI y órganos desconcentrados como la CRE, el CNPD y otros), atacando además casi todos los días y pretender desaparecer o neutralizar al INE; sumando a sus ilícitos el desvío de enormes cantidades de recursos públicos sin rendir cuentas a nadie. Y algo más: ¡Sin tocar a las mafias criminales!

Hace dos semanas hacíamos una comparación entre la dictadura del Big Brother (de la novela de George Orwell) con el desgobierno de López Obrador. Decíamos que “cualquier pensamiento o posición contraria al líder era combatida precisamente por la «Policía del Pensamiento», ya que todo, absolutamente todo, era controlado por el partido del Gran Hermano o Big Brother cuyo lema político reflejaba su perversión y férreo control de las masas: “LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD y LA IGNORANCIA ES PODER”.

Y ciertamente, para la 4-T “LA IGNORANCIA ES PODER” pues entre más ignorante tenga a la masa más fácil es su control, a la cual tiene adormecida o relajada a través de un mecanismo por demás corrupto y cínico ¡REGALARLE DINERO!

En un país como México, con tantas carencias y desigualdades, con una doble moral muy arraigada en buena parte de la población, recibir dinero gratis es un truco fácil de implementar y de resultados rápidos, disimulando el ‘pueblo bueno’ o no queriendo recordar que nadie da nada gratis. Así que varios grupos han sido pescados o corrompidos con este anzuelo. Sectores sociales que al aceptar esos dineros (sin ponerse a pensar de dónde provienen), han dejado dormir o morir sus neuronas y con ello rendir su voluntad a este dictador encubierto.

¿No saben acaso que López Obrador no les da un solo peso de su bolsa? ¿Que el dinero proviene de los impuestos pagados por los mexicanos que trabajan y sostienen de pie este país? ¿No saben que la situación de la mayoría de esos ciudadanos que los pagan cada vez es más difícil a causa de la epidemia, la delincuencia, lo alto de los tributos y que muchos de ellos ya han cerrado sus negocios? ¿Se han puesto a pensar que esos regalos de dinero pronto van a terminar pues si no hay impuestos o no hay los suficientes que los paguen ya no se les va a regalar más que mayor pobreza?

El malvado plan del actual gobierno es tomar el dinero de donde sea, arrebatándolo incluso del sector salud, universidades, gobiernos de los Estados, Municipios, fideicomisos, organismos autónomos, etcétera, todo a nombre de una falsa AUSTERIDAD para concentrar todo eso en las dádivas a viejos, ninis, becas, grupos de mujeres y demás, ya que se espera que estos millones de beneficiados sean votos para MORENA en la elecciones de este año 2021 pues con ello conservarían el Congreso y por consiguiente se afianzarían en el gobierno per saecula saeculorum. ¿Así o más perverso el plan?

El punto es que hay que crear conciencia entre los mexicanos de lo que está sucediendo. No podemos como Esaú o como Judas vender nuestra primogenitura o entregar a nuestro país en manos de estos enemigos de la democracia y promotores de la dictadura. Y aunque se entiende y acepta que hay muchas necesidades y que como sociedad se tiene el deber moral y humano de participar en la mejora o ayuda de esas necesidades; no es sin embargo regalando dinero a manos llenas como se resuelve este tipo. Hay que racionalizar esas ayudas y con otra visión (NO POLÍTICA).

Los Congresos no son para someterse al dictador en turno y facilitarle su ambición de poder o cumplir sus caprichos. Son representantes sociales, su función primaria es velar para que TODOS LOS SECTORES sean tutelados y atendidos por el estado, para que la administración de programas y recursos camine ordenada, pacifica, equitativa y eficientemente. Sin distinción de credo, color, edad, posición, etcétera. Que las necesidades sociales fundamentales (seguridad, salud, educación, cultura, deporte, etcétera) sean cubiertas en la realidad y no solo en la propaganda como lo ha hecho López Obrador. 139 mil muertos por el coronavirus son prueba fehaciente de sus mentiras, de sus logros de saliva, de un país que solo existe en su mente enferma y falaz.

La Biblia advierte que “el que pide prestado es siervo del que le presta”, que, en el caso de los beneficiados por los programas mañosos y electoreros de AMLO, se puede entender “que el que recibe dinero público (destinado a otros fines) vende su voluntad y conciencia a cambio de su voto futuro” ¿o usted qué cree estimado lector?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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