Solo la ignorancia o el fanatismo pueden dar crédito a las palabras de López Obrador. Considerar que es ‘cristiano’ porque engatusó (o hizo ‘amigos’) a un grupo de pastores evangélicos bajo el membrete de un partido político (PES), solo exhibe ingenuidad a toda prueba. El cristianismo de AMLO es tan sólido como un castillo de naipes. Combatir al coronavirus con estampitas religiosas, o arrodillarse ante brujos para que le hagan limpias, son su carta de presentación. Muestra sin tapujos la solidez de su fe. Una fe que quizá se apoye en otros credos o cosas, pero no en absoluto en el Dios que se revela en la Biblia, en el que creemos judíos y cristianos.
El Mesías, el bueno (el nacido en Belén, no en Macuspana) lo declaró tajante «Por sus frutos los conoceréis» (Mat 7:20). Y los frutos de este hombre que nunca debió llegar a la presidencia no son los que México y los mexicanos necesitábamos. Sumidos en un mar de sangre, afligidos por epidemias (coronavirus, dengue, etc), aterrorizados por toda clase de delincuentes ensoberbecidos y armados hasta los dientes (que AMLO quiere que se les trate con abrazos, mientras ellos asesinan a un centenar de mexicanos diariamente); a esta desgracia nacional le ha agregado el apoyo a absurdos como los matrimonios contra natura, la manutención de los ninis a cargo de los mexicanos que sí trabajan, y ahora la SCJN desea sumar la legalización del aborto.
Conste, ningún mexicano de bien —que somos decenas de millones— aceptamos la corrupción. Todos estamos en contra de ella. Pero también estamos en desacuerdo con gran parte de las acciones de López Obrador que con sus tediosos e insustanciales sermones mañaneros nomas dice, pero no hace, y cuando hace, no hace lo que debiera hacer.
¿Cómo admitir que en su gobierno la Suprema Corte de Justicia de la Nación esté preparando un proyecto para despenalizar el aborto bajo el argumento de que se violan los derechos humanos de las mujeres? Argumento simple y llanamente falaz y tramposo.
Y es que, al menos en Jalisco, desde hace un siglo está despenalizado el aborto por dos causales entendidas y justificadas: por causa de violación y por peligro de muerte para la madre. Causales que no necesitan explicación alguna, son entendibles por cualquier mente sana. Así que no hay pretexto válido para el aborto. Hay métodos para no concebir ¿O los jóvenes posmodernistas no saben que existen?
Así que no se trata de fanatismos. Se trata de vida, de ética, de sentido existencial y preservación de la propia humanidad. Y puedo tocar el tema con autoridad moral y temática. En 1991 escribí y publiqué un libro titulado “ABORTO ¿HOMICIDIO O DERECHO?”, el cual fue primer lugar de ventas en conocida cadena de librerías en el occidente y el norte del país, lo que me llevó a publicar una segunda edición.
Debe anotarse que hace tres décadas la sociedad pensaba con más ética y respeto por la vida. El libro, merced a la información, análisis y reflexiones contenidas tuvo una gran aceptación entre estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad, no solo en México sino también en el extranjero. Ejemplares del texto se encuentran en las bibliotecas de la Universidad de California (Los Angeles, San Diego), Connecticut, San José State, Penn State, Georgetown, Tec. De Monterrey, U. de Guadalajara, en Bibliotecas Públicas de ciudades como: Los Angeles, Chicago, Distrito de Columbia, Phoenix, East Palo Alto, Redwood City, Broward County, Sunnyvale, Cumberland County, Watsonville, Newark, por señalar algunas, así como del Congreso de los Estados Unidos.
Lo peor del caso es que en una FIL Guadalajara, a principios de los años ’90, la SCJN me compró en mi stand 40 ejemplares, así que no pueden decir los ministros que carecen de literatura relativa al tema. Lo que carecen es de temor de Dios y de respeto por la vida de su prójimo. No puede impartir justicia quien carece de valores tan elementales como el respeto a la vida humana. Confundir los métodos anticonceptivos o los derechos humanos con el aborto, descalifica del todo a un juzgador, por muy alto que se encuentre su puesto.
Con el deseo de aportar al lector posmoderno más información, reproduzco algunos fragmentos de mi libro (ya referido):
—“Las sociedades modernas -incluyendo a la mexicana- no pueden permitirse la negligencia humana e histórica de cerrar sus oídos a los gritos silenciosos de aquellos hombres y mujeres que desde el vientre de su propia madre piden protección y claman por justicia.
Muchos europeos en sus complejos y fobias étnicas, fueron en esencia cómplices silenciosos de los criminales nazis, pero una vez terminada la guerra y conocidos todos sus horrores, no hallaban la forma de acallar su conciencia. No podemos pues, permitirnos la indolente postura de quedarnos callados ante el holocausto que parece no tener fronteras ni exclusión de razas.
El presente trabajo, no pretende ser una justificación a posiciones clericales de ninguna especie o dogma; la vida humana va más allá de las religiones y la moral. Cuando el hombre pierde el respeto por la vida, ha perdido el respeto por sí mismo y por cuanto le rodea.
El aborto no es asunto polémico de católicos, evangélicos o budistas… El aborto es de hecho el crimen más condenable por cuanto la víctima ni ha dañado a sus agresores, ni está en posibilidad de defenderse; siendo en esencia el aborto la escalera sin retorno a la destrucción del hombre por el hombre…”
—“El aborto no es cuestión de religión como ya lo establecimos, aunque reconocemos la condena divina al respecto; no obstante, el aborto implica el exterminio del hombre por el hombre mismo, pero no en la expresión primitiva de la guerra, sino en una manifestación degradante, enfermiza, cruel. No creemos que exista homicidio más condenable, que el cometido contra el bebé abortado. En la comisión de este delito, se presentan además de todas las agravantes: la indefensión total del niño, la privación anticipada a disfrutar la vida en toda la extensión de la palabra, pero sobre todo, la penosa participación de quien(es) debiera(n) ser su(s) ser(es) más amado(s)…”
En su maniqueísmo silvestre, para López Obrador y su gente el pasado es malo y todos los de antes corruptos (quizá él y su equipo se mantuvieron en algún lugar a prueba de maldades), aunque en su desprecio pasen por alto que en el pasado está también las raíces y riqueza de México. El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, encarcelado y posteriormente asesinado por Hitler, escribió en alguna de sus obras: “Echar raíces profundas en el suelo del pasado hace la vida más difícil, pero también más rica y fuerte” (Resistencia y gracia cara, pág. 81). Para AMLO no es así, todo lo pasado es malo y corrupto.
El gobierno actual, además de sus falsas promesas, se sume en un pozo de maldad cómplice al permitir tanto derramamiento de sangre (sin hacer valer el estado de derecho y poner un alto a los crímenes de las bandas delincuenciales), agravando su condenable posición con una estrategia errática en el sector salud, falaz, sin brújula y tacaña, provocando que más de 40 mil mexicanos hayan muerto, muchos de ellos a causa de su estrategia equivocada y pobre atención (dejando al sector médico una responsabilidad más allá de sus límites y posibilidades, sin medicinas y con insuficiente personal, instalaciones y equipo). Y si a este cuadro de horror se agrega que la SCJN trabaja en un proyecto para despenalizar el aborto —además de la defensa y promoción de ‘matrimonios’ contra natura—, no se puede pensar otra cosa que no sea que este país, además de estar conducido por las personas equivocadas, la ruta actual nos lleva al abismo, al caos, a lo imposible.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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