Opinión

Cada vez es más clara la conducta anti legal del presidente, ‘fuera máscaras’ ha dicho él mismo, quizá le estorbaba la que traía puesta ¿Cómo aceptar que siendo presidente de la República, que protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución y leyes que de ella emanan, en la práctica esto no ocurra? Al contario, apoya y estimula a los que delinquen, promoviendo el caos, la ilegalidad y consolidando la impunidad. Veamos algunos casos por demás conocidos.

Los normalistas tapando las vías e impidiendo el paso de los trenes de carga, ocasionando con su bloqueo daños multimillonarios a la producción y a las empresas, hechos que resultan doblemente criminales en un país con tantas necesidades como México. Pero no están solos, otros de sus compañeros les ayudan en sus fechorías, secuestrando choferes y costosos autobuses de pasaje, quedando unos y otros en absoluta y total IMPUNIDAD. Es decir, Andrés Manuel López Obrador ni pierde su sonrisa sardónica que exhibe todas las mañanas, como tampoco hace uso de la Ley para poner orden a estas bandas de delincuentes. Sí, son delincuentes. Ninguna causa es válida y legítima cuando se viola el estado derecho, pues no podemos olvidar que el artículo 9º constitucional marca las pautas para las reuniones públicas (marchas, manifestaciones, mítines).

El robo de trenes es otro cáncer que tampoco le merece atención. Rutas como la Veracruz-Puebla y algunas otras, son continuamente asaltadas por bandas de delincuentes, que habiéndole tomado la medida al gobierno, mejor dicho, percibiendo su apoyo poco discreto ¡Yo no voy a reprimir, asegura el presidente! (tratando de hacer creer que imponer el estado de derecho es “reprimir”); utilizan a mujeres y niños para aparentar robos de ‘necesidad’ cuando son meras tretas de pueblos absolutamente corrompidos para evitar que se les someta al orden y se impidan sus graves y cuantiosos delitos.

   El robo de gasolinas y gas son otra muestra más. A nadie se detiene y los daños a Pemex se acumulan, que dicho sea de paso, además de encontrarse en quiebra, AMLO le ha convertido en un barril sin fondo, en causa de gran pobreza para México al cobijo de un nacionalismo falso y trasnochado. Delito y actitudes gubernamentales que están dañando terriblemente el destino de México sin que nadie pague ni por los robos, ni por los derroches y malas decisiones públicas.

   Su confesión pública de haber ordenado soltar a Ovidio Guzmán (hijo del multicriminal “el chapo”) cuando ya estaba detenido, le convierte ante la ley en reo de responsabilidades, ya que además de no tener semejante facultad, violó el orden legal, abonó a la impunidad y al engreimiento de la cada vez mayor fauna criminal. De hecho, las abundantes bandas delincuenciales no solo son intocables, sino que algunas de ellas retan al estado y hacen saber quien está al mando.

En el asalto al Palacio de Gobierno de Jalisco realizado por una turba de vándalos (perfectamente organizados y entre la que se encontraban algunos funcionarios del gobierno federal y gente de Morena), se dañó este edificio histórico que llevará meses o más de un año en reparar y con un costo millonario de pesos. Todos con cargo al erario. No hay detenidos, todos son intocables y sus delitos impunes. Una bofetada al estado de derecho.

A tal grado llegó la canalla enviada a dañar el hermoso Palacio de Jalisco y a promover el caos contra nuestro Estado, que uno de los vándalos en un acto de ruindad y cobardía derramó por (y en) la espalda de un policía de motocicleta líquido inflamable y luego le prendió fuego. También impune este malvado. Con videos y fotografías del hecho y no lo han detenido, ni a él, ni a nadie. El sello del actual gobierno: ¡Impunidad y afecto para los que delinquen!

En la serie de actos de anarquía y rapiña sucedidos días después en la ciudad de México en ningún momento los policías intervinieron, peor aún, la presidenta municipal (Claudia Sheinbaum) llamada pomposamente “jefa de gobierno” se atrevió a declarar –a confesión de parte relevo de pruebas- que “¡no cayeron en provocaciones!”. Es decir, además de evadir su deber de hacer cumplir la ley, hizo gala de su incumplimiento y de su apoyo a los que delinquieron. No es posible que se admita tanto cinismo, que la sociedad y los medios guarden silencio. Porque no es un asunto de partidos. Es un asunto de legalidad, deberes y preservación del estado.

Ante semejantes actos de amistad y afectos para con los que delinquen y de repudio manifiesto al estado de derecho, queda en claro que para el actual presidente la máscara de demócrata, de cristiano, de legalidad y de observante de la ley le estorbaba. Que la CARTILLA MORAL escrita hace muchas décadas por el ilustre mexicano Don Alfonso Reyes NUNCA LA HA LEÍDO, que su promoción para tal documento moral le exhibe como falaz e incongruente.

Ya hablaremos en otra ocasión acerca de esta cartilla, pero tomando en cuenta el tema del presente artículo, reproduzco un fragmento de lo escrito por este brillante hombre de letras al referirse al respeto al trabajo y bienes del otro: -“Las buenas obras del hombre deben ser objeto de respeto para todos los hombres. Romper un vidrio por el gusto de romperlo, destrozar un jardín, pintarrajear las paredes, quitarle un tornillo a una máquina, todos éstos son actos verdaderamente inmorales. Descubren, en quien los hace, un fondo de animalidad, de inconsciencia que lo hace retrogradar hasta el mono. Descubren en él una falta de imaginación que le impide recordar todo el esfuerzo acumulado detrás de cada obra humana” (Cartilla Moral, Lección X).

Así que tomando las palabras de Don Alfonso, los vándalos y delincuentes protegidos por el gobierno de AMLO son verdaderamente inmorales, con un fondo de animalidad, inconscientes, retrógradas hasta llegar a lo simiesco, incapaces de respetar y valorar el esfuerzo de las obras y bienes de otros.

Para rematar el cuadro, López Obrador declaró en días recientes su apoyo al sindicato y al líder del proscrito sindicato de electricistas (SME), Martín Esparza, comprometiéndose a ayudarlos: “Ese sindicato fue ejemplar durante décadas, podría decir que el sindicato más democrático de México” (Mural, 3/Jul/2020), declaración que reafirma lo dicho en este artículo. Sobre todo si se recuerda que en el año 2000, se conoció una entrevista radiofónica que entre otras cosas se dijo y posteriormente se publicó: -“El ex tesorero del Comité Central del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Alejandro Muñoz Reséndiz, dijo que Martín Esparza entregó dos millones de pesos mensuales -al menos 66 millones de pesos en total- a Andrés Manuel López Obrador de 2006 a 2012… Dicho monto, según presume Muñoz, era destinado para financiar el plantón en Reforma y para un presunto movimiento de apoyo a Obrador. Las entregas de dinero, de acuerdo al extesorero, eran de forma mensual, en efectivo, maletines y el lugar de entrega era el restaurante El Círculo del Sureste” (El Economista, 27/Jun/2012).

El lector sin duda que tendrá sus propias conclusiones, pero desde el terreno de la legalidad, queda claro que el presidente y muchos otros funcionarios de Morena son amigos de los que delinquen y enemigos de los buenos ciudadanos.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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El malsano y obsesivo deseo de López Obrador de ser presidente de México lo estamos pagando demasiado caro. No es un asunto de ideologías, pues ni siquiera tiene una sola, sino una mezcla que a final de cuentas apenas le presenta como un simple dictador. Para agravar el caso su gabinete está plagado de funcionarios con ideologías mal entendidas, peor digeridas y con resentimientos sociales no vistos desde la época de la revolución.

Individuos que detestan a los que ellos consideran ‘ricos’ o conservadores, aunque ellos mismos superen en ingresos y patrimonio a la mayoría (y a muchos de los ‘conservadores’ que detestan). La lista es larga, basta recordar algunos: Irma Eréndira Sandoval, su marido, John Ackerman (ciudadano norteamericano, Filadelfia 1973), Manuel Bartlett, Olga Sánchez Cordero, Zoé Robledo, Javier Jiménez Espriú,  Marcelo Ebrard y un largo etcétera.

De hecho, para la mayoría de los mexicanosgran parte del gabinete federal está conformado por burgueses o ‘fifís’; utilizando el calificativo que utiliza el presidente. Hasta en eso son incongruentes. Su actitud me recuerda una histórica caricatura de Rius del siglo pasado aparecida en una simpática revista de sátira política titulada “La Garrapata” (1970). Era tiempo de elecciones presidenciales y en la portada aparecía Luis Echeverría —entonces candidato a la presidencia— vestido de boxeador y en un ring. En la otra esquina aparece el otro boxeador (con el nombre de pueblo en el calzoncillo) recibiendo instrucciones de su manager, quien le dice al oído “¡Ten cuidado con este, porque hace fintas con la izquierda pero con la que pega duro es con la derecha!”

El problema, y grave, es que la mayoría de integrantes del gabinete lopezobradorista no son de izquierda. Además de ser resentidos sociales, no pocos eran simples agitadores. En síntesis, su malformación moral y educativa les impide construir pues solo saben destruir, y en el año siete meses que llevan en el poder solo ha sido destruir y destruir. No construir.

Los logros del presidente solo son de saliva y en su imaginación. Carente de autocrítica ha carecido también de voces que le conminen y logren llevarle a la reflexión y la rectificación.

Si AMLO quisiera entender su fracaso en la presidencia (a pesar de haber recibido tantos votos de ciudadanos que creyeron ingenuamente en su discurso) tendría que ubicarse en la CANCELACIÓN DEL AEROPUERTO DE TEXCOCO pues ese día marcó para siempre su destino y el de su fallido gobierno. Su posición terca y para decirlo con claridad, necia, producto de la soberbia, le ha impedido entender la compleja problemática de la conducción del país. Pretender tomar todas las riendas del poder en su persona le ha alejado de la democracia y le ha fijado en la autocracia.

Y no son ofensas —como las entiende el presidente—, es la ayuda que le ofrece la crítica periodística. Así ha sido siempre en la historia y en todos los países donde hay democracia. Es el espejo que refleja muchas ocasiones un rostro que no se quiere ver. Octavo Paz lo dijo con precisión: — “Hay que trazar un puente entre la realidad real y las instituciones, que son la realidad legal. Ese puente se llama, en términos intelectuales, crítica moral e histórica; en términos políticos, democracia” (Sueño en Libertad, págs. 406-407).

El presidente tabasqueño deberá entender y aceptar que hasta este momento su gobierno ha sido un perfecto desastre. Negarlo es hundirse más, pero sobre todo hundir a México al que dice tanto amar. Debe entender también que no es el único mexicano que ama a México ni tampoco es el único que detesta la corrupción. La mayoría de los ciudadanos estamos en esa posición, el problema es que él se considera absurdamente el único. Cree que si no se le sigue a ciegas a él se es ‘adversario’, ‘conservador’, ‘fifí’, o cualquiera de su repertorio de ofensas que suele utilizar. Las Sagradas Escrituras le ofrecen la medicina, ya que el presidente falsamente se dijo cristiano para ganar la elección (carece sin embargo de testimonio que avale su dicho): “¡El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los acepta y aparta alcanzará misericordia” (Prov 28:13). De él depende reconocer y rectificar. De nadie más.

En tan corto tiempo, que ha parecido una eternidad, el país se ha ido hundiendo en todos los sentidos. Las pérdidas en la Comisión Federal de Electricidad publicadas esta semana son de horror: $121,799 millones de pesos de enero a marzo de este año (2020). Claro, los super sueldos y mega prestaciones de funcionarios, empleados y obreros de CFE, Pemex y demás, son de ricos, de fifís).

Las pérdidas de Pemex están peor. Así como su ineficiente hermana (CFE) en el primer trimestre de este año (2020), Petróleos Mexicanos ha perdido la astronómica cantidad de $ 562,250 millones de pesos (más de medio billón). Un poco más de su presupuesto para este año que es de $ 523,400 millones de pesos (Forbes, México, 30/Abril/2020). En un país con tantas necesidades es un crimen de lesa humanidad. Con menos del diez por ciento de esa cifra le hubieran hecho las pruebas de coronavirus a varios millones de mexicanos y los resultados en salud serían otros. En cualquier otra nación el Congreso ya hubiera llamado a cuentas y puesto orden. Aquí no, están ocupados en los asuntos internos de Morena y en preparar las elecciones del 2021.

Lejos de enmendar el presidente su conducta ilegal e injusta,  se ha aliado al belicoso sindicato del SME, que ya no existe, pero que son sus amigos. Amistad ratificada esta semana, con tal insolencia, que Martín Esparza, líder de dicha organización, pidió a AMLO que condone los adeudos de electricidad a los moradores de tres municipios poblanos que desde el año 2009 no pagan y el adeudo es ya por $ 407 millones de pesos (así como les condonó a sus paisanos de Tabasco que por dos décadas no pagaron luz). Es decir: para los que no producen nada más que problemas (y delitos) toda la ayuda; y para los que sostienen al país de pie y dan de comer a todos, todo el peso de la ley.

¿Cómo entender y aceptar que para los mexicanos que trabajan y viven en el estado de derecho les suben las tarifas de la CFE y si no lo hacen dentro del plazo les cortan el servicio, mientras que para los belicosos y morosos, nada de cortes de servicio ni nada de cobros? ¿Esos son para los enemigos, para los tontos que viven en la legalidad?

Ni qué decir de la seguridad. Tal parece que el único mexicano seguro es el presidente, que despreció la casa oficial de Los Pinos, para irse a vivir nada menos que a un palacio, no cualquier palacio, sino al magnífico e imponente Palacio Nacional (y eso que se dice austero ¿qué tal que se considerara de alcurnia?). En casi todo el país la sangre corre por las calles en abundancia. Un centenar de mexicanos son asesinados todos los días, TODOS IMPUNES, otros secuestrados, extorsionados de diversas formas entre otras el ‘cobro de piso’ (lo que hace que el ciudadano pague doble o triple tributación sin que ni unos ni otros le concedan protección alguna y solo lo hagan objeto de su exacción), robados en sus casas, autos, negocios, asaltados, etcétera.

     El presidente debe reflexionar que la riqueza para los que menos tienen en este país, por los cuáles el asegura luchar, solo vendrá produciéndola a través del trabajo y el esfuerzo de todos los mexicanos. DE TODOS, INCLUYENDO A SU GABINETE, A LOS MAISTROS DE LA CNTE, LOS SINDICATOS PRIVILEGIADOS (Pemex, CFE, etcétera). Pero jamás atacando a quienes mantienen de pie (y comiendo) al país, es decir, a micro, pequeño, mediano y grandes empresarios.

Atacarlos como sucede casi a diario desde las conferencias mañaneras, a través de medidas fiscales draconianas, por inspectores con perfil de inquisidores, congelando cuentas para recuperar créditos del IMSS y otras dependencias (a los que no se les paga simplemente porque no hay dinero, no por morosidad) solo continuará el retroceso y abonando al caos. Queda muy corto tiempo para rectificar señor presidente. Si realmente ama a México, hágalo, acepte sus yerros y gobierne para todos, deje de dividir, pues como lo advierte la Biblia “el que no ama es que no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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El pésimo gobierno de López Obrador ha servido de distractor para que muchos gobiernos estatales y municipales, oculten o no sean analizados sus graves yerros y disparates. Es el caso del Congreso de Jalisco, que dicho sea de paso, en lo que corre del siglo XXI no ha habido un solo trienio de legisladores comprometidos con el pueblo (no el pueblo ‘bueno’ del tipo de AMLO, que en ese caso se identifica únicamente con seguidores). No, nos referimos a todo el pueblo, TODO.

Los jaliscienses estamos ayunos desde hace poco más de dos décadas de legisladores de verdad. Apenas hemos visto legiones de derrochadores e incapaces que ante su desconocimiento de las leyes (de cómo se hacen, se redactan, modifican y crean) y de los temas a legislar, llegan con una cauda de parásitos eufemísticamente llamados ‘asesores’, claro, todos a cargo del erario supuestamente para representar a pueblo. En verdad, tenemos muchos años de no estar representados.

   Quizá sirva de algo recordarlo, pero hasta el primer lustro de los años noventa, los legisladores no tenían asesores en la nómina, si requerían de asesoría profesional, la Universidad pública y altos funcionarios públicos expertos en la materia requerida les asesoraban. No cobraban por ello, era una manera de devolver al pueblo la educación gratuita que habían recibido. Servir al pueblo no debe ser visto como negocio. El problema es que las nuevas cepas de políticos parecen todos incubados en el mismo laboratorio. Todos con su corona de ínfulas, con el virus de la arrogancia, y la indiferencia absoluta por las necesidades reales de ese pueblo que aseguran representar.

En plena epidemia de coronavirus los legisladores locales ¿será justo llamar legisladores a personas de tan pobre formación política y casi nula visión social, interesadas solamente en la dieta y demás percepciones, así como en un juego de poder absurdo e indolente ante las enormes carencias y necesidades sociales?, lanzaron una extraña e inoportuna convocatoria para elegir consejeros de la judicatura.

Extraña porque el momento que se vive no era el adecuado, más si se toma en cuenta que el poder judicial tiene meses sin trabajar (a causa de la pandemia); decisión que se agrava cuando a su cadena de absurdos e irregularidades, se suma que a la elección y luego de un show mediático del que dieron cuenta medios impresos, radiofónicos y televisoras, finalmente son elegidas tres personas, que además de no pasar el examen (se dijo que nomás una mujer lo aprobó) son elegidas y se les tomó protesta de madrugada. Normalmente casi no trabajan, ¿era necesario hacer ese show de madrugada?

    Así que entre tanta irregularidad y condenables acciones la pregunta obligada es ¿Y PARA QUE QUEREMOS CONSEJO DE LA JUDICATURA? La verdad, y lo digo con conocimiento de causa y con antecedentes de tiempo e historia, lo cierto es que no se necesita tan oneroso organismo. Antes no existía y el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco funcionaba mucho, pero mucho mejor que en la actualidad. Recuerdo en los años setenta, el presidente del STJ era el Lic. Salvador García Rodríguez, un hombre inteligente, sabio, probo, maestro de derecho mercantil en la Facultad de Derecho (U. de G.). En la mañana cumplía con fidelidad su valioso trabajo de impartir y vigilar la impartición de justicia. Por las tardes, quizá para tener un mejor ingreso, era director de una primaria que se encuentra por la calle Reforma, frente al jardín del nombre de esa calle. Su auto era un modesto Dodge 1966. Nunca fui su amigo ni mucho menos. Fui su alumno y me impactaba su vida y ejemplo.

En esas épocas el litigante que tenía una queja contra algún juzgador, bastaba con que fuera con el magistrado que le tocaba (todos los jueces estaban bajo la tutela de algún magistrado y los magistrados bajo el presidente del Tribunal). Las cosas marchaban bien y la justicia se impartía muy aceptablemente. De hecho en tiempos muy cortos (comparado con lo tardado de los juicios en la actualidad) y sin el derroche que representa el costosísimo Consejo de la Judicatura.

El otro tema que nos ocupa, aunque también relacionado con nuestros diputados, es que los panistas presentaron un proyecto para reducir a un mes las campañas políticas. Cosas de la vida y del destino, en esta columna se les viene señalando y pidiendo a los diversos congresos, desde hace veinte años (desde que Vicente Fox corrompió los tiempos de campaña) que las reduzcan. Petición repudiada e ignorada por los panistas, que dicho sea de paso son los que corrompieron los tiempos electorales (creando las ‘precampañas’ y la llamada ‘guerra sucia’).

Entre otros muchos, pero muchos argumentos se les ha dicho en esta columna, que para lo que ofrecen, para lo que dicen, y para la calidad y capacidad de los aspirantes a diputados (y demás cargos públicos), lo cierto es que CON UNA SEMANA ES MÁS QUE SUFICIENTE. Darles más tiempo y recursos además de ser dinero público tirado a la basura, es una especie de masoquismo y un gran daño social.

Hace 20 años se decía ya desde este espacio: “Los sueldos y prestaciones de los diputados locales, han convertido estos cargos en atractiva oferta para legiones de bucaneros que ahora se encuentran al acecho en espera de una oportunidad. Téngalo por seguro que varios de los legisladores actuales sufrirían para ganar siquiera una décima parte de sus ingresos si se tuviesen que desempeñar dentro de la sociedad en base a sus capacidades” (Análisis y Propuesta, Diario El Informador, 15/Ene/2000).

Al termino del foxiato se continuó señalando este cáncer: “La pantomima democrática que vive el país se puede resumir en unos cuantos puntos: el negocio de los partidos políticos, la ambición y negocio de los políticos, el negocio de las televisoras y el mercadeo, y las hordas de beneficiados en este aquelarre, donde lo grotesco y demagógico se cimientan en la mentira y la farsa” (Análisis y Propuesta, El Informador, 3/Jun/2006).

El largo, muy largo sufrimiento del pueblo mexicano, el largo desprecio que ha sufrido de parte de los distintos gobiernos (de todos los partidos, PRI, PAN, PRD, MC, y no se diga el terrible y populista MORENA); gobiernos indiferentes ante sus necesidades básicas de salud, de la terrible delincuencia que le atormenta cada vez de maneras más atroces y sangrientasde su indiferencia ante los abusos en una sociedad que a causa de la impunidad que observa, muchos de sus miembros se suman al azote de sus conciudadanos. Ante este cuadro de horror y de desesperación, cuadro al que se ha agregado la epidemia del coronavirus, la caída terrible de la economía nacional y por si faltara algo, otro temblor. Lo menos que debe hacer el congreso y el gobierno local es entrar en cordura. No solamente reducir las campañas a un mes, también es deseable que la nómina del Congreso se reduzca cuando mucho a 200 empleados (y serían muchos), reduzcan el presupuesto del Consejo de la Judicatura a la mitad, mejor aún, que lo desaparezcan y se retorne al orden legal y a la autoridad (como era antes).

Falta señalar algo, los diputados de Morena se indignaron ante el planteamiento de reducción de tiempos de campaña. Incongruentes y falsarios en todo, si en verdad quisieran austeridad aplaudirían la propuesta y si en verdad fueran populares, con un mes es suficiente para hartar a los futuros votantes.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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La estrategia implementada por el gobierno de López Obrador para enfrentar la epidemia de coronavirus en nuestro país ha resultado un rotundo fracaso, con un saldo muy alto en vidas y un altísimo en personas enfermas y contagiadas(170,485 al 19/junio/2020), además de un elevado costo de desgaste en el personal médico y hospitalario, y el derrumbe de la economía nacional. Saldos que hasta este momento NO HA RENDIDO CUENTAS EL PRESIDENTE.

     Al contrario, en un condenable desprecio por las víctimas y los afectados (en todos los órdenes), en lugar de rectificar, de pedir ayuda y orientación a los países que lograron vencer adecuadamente la pandemia, López Obrador hizo lo que parece ser su única rutina: ¡andar de gira política! El problema, y grave, es que el país está aterrorizado entre el coronavirus y las balas de los delincuentes y el presidente en lugar de quedarse en su oficina y con su gabinete ¿hay gabinete? a buscar soluciones efectivas para resolver semejante cuadro de horror; huyó de sus responsabilidades para iniciar una campaña política con vista a las elecciones del año próximo.

   Por menos en cualquier país democrático que se respete a sí mismo ya lo hubiesen destituido. AMLO no ha querido entender y aceptar que nomás ganó la elección para presidente, no compró el país y mucho menos a sus ciudadanos. Queda claro que el CONTRATO SOCIAL que de nuestras leyes emana (inspirado como en casi todas las democracias en el de J.J. Rousseau) le es desconocido. Su comportamiento caciquil y dictatorial resulta repugnante a nuestra democracia y dignidad social.

    Ensoberbecido y creyéndose dueño del país, absurda e ilegítimamente cree que puede quitar y poner funcionarios a su antojo, desparecer Instituciones públicas en una declaración matutina, recortar el presupuesto a salud, ciencia, tecnología, educación, universidades y demás entes públicos, enajenar los bienes públicos y utilizar esos recursos a su antojo, ordenar al Congreso leyes a modo, y en un acto supremo de engreimiento, propio de un tirano populista, se ha atrevido a utilizar la frase de Jesucristo “¡el que no está conmigo, está contra mí!”, dividiendo no solo a la población, sino a su propia gente y de paso destruyendo la vida institucional de México. Un andamiaje que tardó más de un siglo en construirse y cuyo costo no puede cuantificarse, pero sí medirse.

     Utilizando su aparente lucha contra la “corrupción” ha violado cuanta ley, reglamento e institución pública se le atravesado a sus caprichos. Ningún ciudadano de bien nos oponemos a su lucha contra la corrupción, todos lo apoyamos. En lo que nadie está de acuerdo con el presidente es con sus métodos, que por lo visto, no hay ninguno, solo su deseo personal. El mesianismo (tropical) que alguna vez le endilgara el historiador Enrique Krauze le viene como “anillo al dedo”, pues jamás persigue a los que acusa de haber cometido actos de corrupción, como tampoco los detiene y pone a disposición de un juez. Su endiosamiento de sí mismo le engaña y hace creer que con solo decir las cosas por sí mismas se justifican y componen.  

    A propósito de “anillo al dedo”, frase que AMLO utilizara (de manera ofensiva y vulgar contra el pueblo mexicano) acerca de la epidemia de coronavirus; tanto el Congreso, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Cámaras Empresariales, Universidades, medios de comunicación y demás líderes en México, tienen la obligación de exigir cuentas al presidente López Obrador acerca de su estrategia sanitaria utilizada para combatir el mortal virus que tanto ha dañado a nuestro país.

    Tan solo de las registradas en poco más de tres meses 20,394 mexicanos han muerto (al 19/jun/2020), entendidos que muchas muertes ocasionadas por esta epidemia no se han contabilizado por diversas razones, entre otras, por citar otras causas de los fallecimientos.

    Lo peor de todo, y que es la causa por la que el presidente López Obrador debe dejar el cargo (así como su Secretario de Salud y el subsecretario encargado de las estrategias), es que lejos de disminuir los contagios y las muertes, van en aumento. Los palos de ciego son evidentes.

    Tirando los dineros públicos en ese barril sin fondo llamado PEMEX y en la construcción de la Refinería Dos Bocas, el presidente y sus incondicionales de la secretaria de salud, NO QUISIERON GASTAR EN LA COMPRA DE PRUEBAS, implementando una absurda y nociva estrategia exactamente al revés de como se debió hacer, encerrando a los sanos y dejado en libertad a enfermos y portadores iniciando un tobogán de contagios que ya resulta en este momento casi imparable. Causa de espanto y descontrol para una sociedad por años aterrorizada por la fauna delincuencial y que ahora desconoce su futuro, ante un gobierno que miente todos los días (y que pone el mal ejemplo al no ponerse el presidente ni quienes estén con él los cubrebocas).

    Las muertes, los daños a los enfermos y sus familias, a médicos, enfermeras, camilleros, laboratoristas y demás personal hospitalario, así como los gravísimos daños ocasionados a los micro, pequeño, mediano y grandes empresarios (que durarán cuando menos un lustro en reponerse) y demás, hasta este momento no han sido responsabilidad de nadie. El gobierno ha sido tan torpe que en lugar de buscar paliar, aunque sea en algo su pésima y nociva estrategia, en un acto de cinismo total se lanzó en plena epidemia a la campaña política.

    Queda claro que las vidas, bienestar y futuro de los mexicanos le importan un comino al presidente y a muchos de su gabinete. Y se aclara, que es urgente que el presidente deje el cargo y sus subalternos de la Secretaría de Salud. No se está diciendo que se vaya Morena del gobierno; se está diciendo que el presidente debe dejar el cargo y rendir cuentas de las muertes y múltiples daños ocasionados al país por sus pésimas decisiones. Que el Presidente de la SCJN asuma la titularidad del Poder Ejecutivo  con la anuencia e institucionalidad del Congreso y en el término de ley convoque a nuevas elecciones. La terrible gestión de AMLO antes y durante la epidemia de coronavirus contiene argumentos y decisiones que por mucho menos ya debiera de haber sido removido del cargo. Así es en una democracia.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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