Al presidente López Obrador le sobran ocurrencias. En cambio las propuestas serias, sensatas y de acuerdo a las necesidades del país no se le escuchan. Su actitud ególatra, desconfiada y belicosa le impide ver y analizar la realidad nacional y con ello llegar a una solución efectiva de los problemas; una realidad que nos agobia y oprime a la inmensa mayoría de los mexicanos. Estar impuesto a dar la contra a todo orden establecido —actitud propia de los anarquistas, que él lo es— no le ha permitido entender y aceptar lo que sucede y mientras esto ocurra continuará dando palos de ciego y hundiendo al país.
En días recientes, en un acto mayor de cinismo fue capaz de lanzar un nuevo decálogo (uno más, desde su campaña repite esta propuesta). En el cuarto punto se comprometió a “garantizar el estado de derecho”. Le tomamos la palabra.
Al efecto, y tomando en consideración que él se dijo cristiano (cosa que se duda totalmente pues sus hechos le contradicen), habrá de recordarle lo que advierten las Sagradas Escrituras: “que tu sí sea sí y tu no sea no”. Y su propuesta, pero sobre todo la Constitución, le exigen congruencia.
Y es que, el presidente tabasqueño todo arregla con saliva, la cuestión es que los problemas no se resuelven tan solo por declararlo en sus tediosas conferencias matutinas. Uno de los gravísimos problemas que están hundiendo a México y que AMLO no ha movido un solo dedo para resolver es la violencia; fenómeno que lejos de disminuir (como lo prometió de candidato) en su gobierno ha crecido hasta hacerse insoportable y amenazar con sumir al país en el caos total. Su incapacidad para resolver así como su pasividad lo ha permitido y propiciado.
Desde su castillo de pureza en la seguridad de Palacio Nacional, todas las mañanas (y ahora también en las tardes) López Obrador se ha limitado a decirles a las hordas de criminales que azotan el país de frontera a frontera y de costa a costa que se porten bien, pero no le hacen caso. En su absurdo y desobediencia total a la Constitución (que prometió cumplir y hacer cumplir) amenaza a la fauna delincuencial a acusarles con sus mamás y sus abuelas. Mayor disparate y rechazo a hacer cumplir la ley no tiene antecedente en la historia nacional.
Desentendido y culpable de no cumplir con sus deberes presidenciales, se limita a hablar, hablar y hablar, un hablar cansino, limitado y sin efectividad, mientras que en las calles de ciudades y pueblos bandas de delincuentes de todo tipo y tamaño, además de proliferar a consecuencia de la impunidad acrecentada por a 4-T, asesinan a un centenar de personas cada día, secuestran, roban, extorsionan, roban casas, negocios, empresas, peatones, taxistas, camiones de carga, autobuses, toman casetas de autopistas y roban el peaje, organizan saqueos, asaltan trenes, bloquean vías de trenes, etcétera, etcétera.
Con o sin pandemia los asesinos y delincuentes andan libres exhibiendo su impunidad y sus botines, mientras que sus cientos de miles de víctimas lloran a sus muertos, se angustian y afligen a diario por sus desaparecidos, trabajando como animales de carga para pagar la extorsión (angustia a la que se agrega el pago de impuestos, multas, recargos, IMSS, y demás): son desatendidos y menospreciados en las Procuradurías (o Fiscalías, es lo mismo, un eufemismo no resuelve el problema); ni qué decir de jueces federales y locales que solo atienden los derechos y peticiones de los delincuentes y desoyen y niegan la justicia al 99 por ciento de la víctimas. Sí, presidente, 99 por ciento de los delitos que se cometen en México quedan impunes.
En lugar de eficientar los cuerpos policiacos que se tenían, la auto nombrada 4-T los desapareció para dar paso a la llamada Guardia Nacional, una institución pública tan inútil como onerosa. Basta recordar que en el año 2019 se destinaron $70,000’000,000 millones de pesos para su sostén (La Jornada, 3/Jun/2019) y se tiene programado para el presente nada menos que $ 59,150’000,000 millones, y hasta ahora no hay resultados. El costoso cuerpo se limita a pasear por las calles y carreteras luciendo costosos vehículos y costosos uniformes, que por lo visto no impresionan ni a los raterillos de poca monta porque la situación de inseguridad en el país empeora día con día y nadie, y absolutamente nadie hace algo por poder orden. Será suficiente con preguntar a los habitantes de Guanajuato, Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua y la zona metropolitana de Guadalajara, si sirve para cosa alguna que la G.N. ande paseándose, mientras las bandas de criminales asesinan a diario a docenas de personas con absoluta IMPUNIDAD, repito absoluta IMPUNIDAD.
Razón por lo que la propuesta de AMLO de comprometerse en su nuevo decálogo a “garantizar el estado de derecho” hace que le tomemos la palabra. No necesita de su decálogo, se aclara, la Constitución y demás cuerpos de leyes que existen en el país obligan al presidente, a su gabinete, y a todos los gobiernos estatales y municipales a cumplir con la ley. No es ninguna gracia ni favor que nos hacen: son deberes ineludibles en todo gobernante y si no se atreven a cumplir y hacer cumplir la ley, por la razón que sea, TAMBIÉN ES CORRUPCIÓN y causa de juicio político.
Así que se les toma la palabra, el pueblo está cansado de soluciones de saliva, de declaraciones positivas, aunque si realmente quieren garantizar el estado de derecho, no requieren otra cosa que hacer de la Constitución, de los Códigos Penales y el Nacional de Procedimientos Penales su cimiento y punto de apoyo. Si los criminales mueren, siempre será lamentable la muerte de un ser humano, pero de que mueran los ciudadanos inocentes como hasta ahora, de que los secuestren, desaparezcan, extorsionen, asalten, roben, etcétera, a que mueran los delincuentes, ellos escogieron esa vida. Los sentimentalismos no caben en el presidente, gobernadores, presidentes municipales, agentes del ministerio público y jueces. En un auténtico estado de derecho quien viola la ley debe atenerse a las consecuencias de su acto. Punto.
No es de creer que su rechazo hasta ahora para hacer cumplir la ley se base en consideraciones morales o religiosas, ya que la Biblia incluso les permite hacer valer la ley. En todo caso su omisión para cumplir con el estado de derecho tiene que ver más con la cobardía o complicidades, porque… que digamos decentes, decentes, y honrados, honrados, no son por cierto virtudes de la clase política mexicana. Así que presidente ¡HAGA CUMPLIR LA LEY! Urge que detenga, consigne y procese a las decenas de miles de asesinos y delincuentes que tienen azolado y aterrorizado al país. Hacerlo no solamente traería bienestar y desarrollo para el país, sino incluso aprobación a su destruida imagen.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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