Opinión

Antes que periodistas somos personas y como tales podemos expresarnos. Es legítimo y necesario. La epidemia que nos azota ha cambiado casi totalmente nuestras actividades, las de todos, rutinas, diversiones, economía, planes, visión a futuro, etcétera. Como escribí en artículo reciente, “un bicho invisible le bajó los humos a la humanidad entera, coronándose como rey a pesar de su tamaño y ser invisible al ojo humano”. ¡Qué paradoja!

Así que hoy me limito a compartir con los lectores, muchos de los cuáles a través de los años (esta columna tiene más de tres décadas) se han convertido en amigos no conocidos, en confidentes mutuos de lo que sucede en nuestro mundo y entorno, de manera que podemos charlar en confianza las cosas que nos pasan. En particular, comentar pensamientos y reflexiones tenidos durante estos días de encierro. Un encierro extraño en el que el gobierno nos quiere tener recluidos a los que respetamos la ley y a los delincuentes soltarlos.

Extraño en todos los sentidos pues nos han recluido a los sanos y a los enfermos no los buscan. El gobierno no ha querido gastar en pruebas para detectar a contagiados y portadores, cuando, por decir algo, ha gastado más de un millón de millones de pesos en Pemex, dinero tirado a la basura. Pero no ha querido gastar en pruebas.

La primera cosa en que he pensado es en la libertad ¿Qué ha quedado o en qué se ha convertido esta bendición? No poder ir a visitar a nadie ni ser visitado, no poder salir a un restaurante, ni siquiera a tomar una taza de café y tener tiempo para leer o charlar con alguna amistad, prohibido salir al parque a caminar (aunque nuestra salud lo requiera). Recluidos a manera de detención domiciliaria, aunque se entiende la razón, pero no los métodos utilizados para detener la epidemia.

El no poder convivir con los hijos y los nietos se ha convertido en una desgracia. Una de las mayores bendiciones que Dios nos ha concedido en la vida son ellos: hijos y nietos, que debido a esta plaga coronada no los podemos ver, mucho menos abrazar y besar. En mi caso personal este ayuno de afectos se remonta hasta el mes de diciembre pasado, en que me operaron de corazón abierto y para evitarme contagios de cualquier enfermedad, me prohibieron las visitas y cuando ya pude tenerlas, de lejos y con cubrebocas. De manera que el ayuno de afecto se ha prolongado, sumiendo esa parte de mi vida en un árido desierto cuyas únicas voces son las de la televisión, los diarios y la radio; todas hablando a todas horas y desde todos los ángulos posibles del coronavirus. Así que me levanto, desayuno, como, ceno y me acuesto y todas las voces que escucho son las mismas, hartazón para mi espíritu.

Algo que también me ha sorprendido, y sin duda a la mayoría de mi generación y las anteriores, es el ataque brutal del virus contra los viejosTal pareciera que estorbáramos, que las pensiones son una carga y los bichos microscópicos se estuvieran encargando de hacer el trabajo sucio. No creo en conspiraciones ni cosa por el estilo. Pero no dudo nada de los políticos (de todo el mundo), que sin duda no se tentarían el corazón para iniciar una guerra bacteriológica ante la imposibilidad de hacerlo de manera convencional. Ver en la televisión las muertes en asilos y hospitales de Italia, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos me dejó profundamente pensativo. Y es que, no creo que los virus tengan ojos para buscar viejos, lo que sí creo es en la manipulación humana en los laboratorios. Abruma pensar que los gobiernos estén gastando verdaderas fortunas en respiradores (cuyos precios suben con el mayor descaro de acuerdo a las leyes de oferta y demanda) cuando los que son conectados a esos aparatos mueren en un 80 por ciento. Pienso más ¿Por qué nadie habla de buscar una cura ya, pues sólo de habla de vacunas a futuro?

     Los pensamientos no paran, hornos crematorios (ahora llamados de incineración para no evocar a los nazis) atestados de cuerpos, cuando se pueden sepultar de manera inmediata y sin contaminar la atmósfera. Incluso pienso en esas personas que reclaman airadas y en medio de llantos desgarradores, los cuerpos de sus difuntos fallecidos en hospitales de gobierno y luego, en sus casas, algunas, claro, no todas, velando al cuerpo con banda a todo volumen y embriagándose todo mundo sin guardar sana distancia ni observar ninguna medida de protección. El llanto del día anterior ahora en risa matizada durante el velorio, provoca pensar qué sociedad es esta.

¿La vida en qué se está convirtiendo, cómo la vemos hacia atrás y cómo la estamos planeando hacia adelante? La respuesta es parcial y respecto al futuro no es fácil. Como creyente he observado atentamente las expresiones sociales respecto a Dios, del lugar que le conceden las mayorías y francamente ni le mencionan. Siendo el único que tiene las respuestas esenciales, seguras y eternas ante la vida presente y futura, Dios ha sido sacado de los planes de la humanidad. Y no me refiero a la ciencia, cuyo trabajo también ahora resulta cuestionable.

Y cómo no cuestionar la ciencia actual (después de haber tenido gigantes de la talla de Antonio Van Leeuwenhoek, Lazzaro Spallanzani, Luis Pasteur, Roberto Koch, etcétera), que antes de buscar la cura para el coronavirus están afanados por la vacuna. Lo urgente es la cura. Luego la vacuna ¿o hay otros intereses que los simples mortales desconocemos?, pienso.

Comprar cosas, ¿para qué, me pregunto? Y eso si se tiene la posibilidad de hacerlo, aunque sea con la tarjeta de crédito, ya que más de la mitad de nuestro prójimo en este país no puede hacerlo. En este momento, y no es asunto depresivo, ¿para qué se desea una camisa o un pantalón nuevo? Realmente para nada. Las necesidades ahora resultan otras y comprar además de innecesario ha pasado a otro plano, ni siquiera segundo. Y ante esta reflexión y entendido que edades y generaciones ven este mismo tema con diferente óptica ¿qué tanto afectará en el futuro reciente al comercio? Me queda claro que las prioridades se han modificado.

De no ser porque en estos días de encierro he tenido largas lecturas de la Biblia que han dado fuerza y alimento a mi espíritu, asociadas a otras lecturas por demás enriquecedoras, ciertamente que esta reclusión domiciliaria sería insoportable. Al momento de escribir estas reflexiones tengo ya 61 días encerrado; agradezco a Dios por la vida y compañía de mi esposa, mujer con la que he caminado ya medio siglo. Ella también ha sido parte de las pocas bendiciones durante este encierro, de compartir juntos ideas, puntos de vista, reflexiones, pues a final de cuentas el matrimonio es el acoplamiento total de dos personas provenientes de dos educaciones y visiones distintas hasta formar un solo ente y destino, y estos días de encierro han sido como crisol. Para los que se casaron por amor y han querido mantener ese camino el matrimonio es la unidad plena. Para los que lo hicieron por otros motivos o en el camino renunciaron al amor, los pleitos y el divorcio. Y es que, el amor tiene un precio muy alto, pero paga los mejores dividendos, dividendos que jamás pierden su valor. Al contrario, ya que ni siquiera la muerte es capaz de extinguirlos pues el amor de Dios no se limita al aquí y al ahora. Así que como has leído, estimado amigo, las reflexiones han sido muchas, sin embargo te he querido compartir unas pocas. ¿Y a ti, cómo te ha ido con el encierro, qué cosas has pensado?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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Dice el viejo refrán que todas las cosas se parecen a su dueño. Y que no nos vengan con el viejo cuento de que Pemex es de los mexicanos. No es cierto, nunca ha sido, su propietario siempre ha sido el gobierno en turno, así como el sindicato y los trabajadores de la paraestatal, ellos son los únicos dueños, los únicos que han disfrutado de los ingresos. De México solo han sido las pérdidas, el enorme pago de intereses, las estratosféricas deudas; mismas que se vienen arrastrando desde el gobierno populista y derrochador de Luis Echeverría, de su amigo José López Portillo, y de una larga lista de sucesores en la silla presidencial (hoy convertida en una monarquía de ínfimo cuño).

     Ha quedado claro que el actual presidente de México carece de la formación, capacidad y sapiencia para conducir el país, para velar y trabajar por su presente y futuro, para proteger y trabajar por todos, POR TODOS los mexicanos (y no solamente por su grupo de incondicionales).

     Y como ya se ha dicho en este espacio, no es lo mismo criticar a diario, andar en marchas y manifestaciones gritando consignas y ofensas contra el gobierno en turno, a resolver los múltiples problemas nacionales, regionales y locales (pensando en el bienestar y futuro de TODOS). El asunto de fondo es que el presidente, a diario ofende a muchos ciudadanos y los problemas (los pocos que aborda en su tediosa conferencia mañanera) los resuelve solo de saliva. Es decir, quedan vivos y creciendo. Por señalar alguno: desapareció el Seguro Popular, desmanteló la red de medicinas y suministros para el sector salud, creó el Insabi, todo al mismo tiempo y sin resolver absolutamente nada. Manifestaciones de padres de niños con cáncer y de otras enfermedades, así como desabasto de medicinas, equipo e insumos, cobros de lo que por siempre fue gratuito (o de cobro simbólico) fueron los resultados y el clima en el que se recibió la epidemia del coronavirus.

     ¿A eso se referiría López Obrador que le cayó la pandemia “como anillo al dedo, es decir, que el pavor y el terrorismo informativo le sirvieron de maravilla para sepultar sus enormes yerros y deficiencias en ese sector?(dejando a los enfermos del país en el olvido y sin atención; ya que a los de coronavirus y por los resultados que se observan y el elevado porcentaje de muertes, la atención es de muy mala calidad). Aclaremos: médicos y enfermeras están siendo verdaderos héroes, verdaderos profesionales. El problema es que todo indica que están haciendo su valiosa labor sin los elementos necesarios (medicamentos, insumos, aparatos, etc.). Ese es el problema, no nuevo, sino la continuación de lo que estaba sucediendo antes de la epidemia, aunque oculto por la crisis.

     En su mente confusa y escasa de visión de estado, el presidente vive obsesionado con un proyecto limitado y claramente obsoleto. Parte de este proyecto es PEMEX, la famosa paraestatal que tanto nos ha costado a los mexicanos y casi nada nos ha aportado: excepto deudas y pérdidas multimillonarias, improductividad a causa de su abultadísima nómina en empleados y sueldos y prestaciones fuera de nuestra realidad.

     Enterarnos de que en el primer trimestre de este año 2020, PEMEX perdió $562 mil 250 millones de pesos, era para dejar ese proyecto por la paz y buscar la manera de evitar más daños al país. Cualquier gobierno con un poco de decencia y sensatez o hubiera dimitido (que sería lo más adecuado) o declarado de inmediato la quiebra de la empresa.

     Seguir tirando los dineros de los mexicanos en ese barril sin fondo es criminal. Delito comparable a los de lesa humanidad, como es el caso de la esclavitud (ejercicio de derechos de propiedad sobre una persona) ¿acaso tomar sin su deseo y permiso el fruto del trabajo de los mexicanos para sostener ese elefante blanco no es semejante a la esclavitud? ¿Un capricho de un hombre no es acaso una expresión tiránica? Mantener la bandera de PEMEX bajo el falso argumento de un nacionalismo (que en realidad es solo el deseo de un grupo de resentidos sociales sin ideología ni proyecto verdadero) solo denota un capricho de tinte tiránico. Deseo de un hombre que no ha querido entender ni aceptar, que NO COMPRÓ EL PAÍS, que fue nomas elegido como presidente de una República democrática para que le resolviera sus muchos problemas. Incluido PEMEX, nada más.

    Pero si en lugar de buscar solución a los múltiples y graves problemas nacionales, López Obrador se encierra en su castillo de pureza (Palacio Nacional) rodeado de cortesanos mediocres y sin capacidad real para afrontar con conocimiento, sapiencia y planes bien diseñados, y utiliza su valioso tiempo para atacar a sus supuestos enemigos (un presidente no tiene enemigos, sino ciudadanos a los cuales debe servir); lo cual hace con una permanente sonrisa sardónica, propia de un césar romano echando al coliseo a los cristianos para que los devoren las fieras, ciertamente los días de la República o del gobierno están contados. Urge un cambio de timón y actitud republicana.

     Sobre todo si se considera que el país está bajo una terrible plaga de tintes apocalípticos y la planta productiva nacional está cerrada y gran parte de los negocios en peligro de quiebra. Que los empresarios de todo tipo y tamaño han recibido solo ofensas y menosprecios desde Palacio (por un gobierno que desconoce cómo se crea y mantiene un pequeño negocio y todo el esfuerzo y problemática que esto implica) a quienes en reciente conferencia les dijo “QUE SI QUIEBRAN” se las arreglaran como pudieran. Palabras no escuchadas en ningún otro país del mundo civilizado.

    Qué diría el presidente y la Secretaría de Hacienda si todos los causantes les dijeran lo mismo y no les pagaran los impuestos. –¿No tienes para pagar la nómina de la burocracia y de los funcionarios? –que por cierto cobran como de la realeza y como si supieran hacer lo que los cargos les reclaman- ¡pues arréglatelas como puedas!

   Volviendo a PEMEX, el año pasado (2019) las pérdidas de la empresa sumaron un total de $346 mil millones de pesos, y como ya se dijo en el primer trimestre del 2020 la cifra se disparó hasta los $562 mil 250 millones de pesos. Falta aún que sepamos las pérdidas de la empresa en el mes de abril, mes en que el petróleo no valió nada, ni un dólar siquiera, de hecho PEMEX tuvo que pagar más de un dólar por barril para que se lo llevaran. Toda vez que no se cuenta con bodegas de almacenamiento y el consumo mundial se paró a causa de la pandemia.

    Así que respecto a PEMEX López Obrador tiene que tomar una decisión sensata y pensando en el destino de México, en sus condiciones actuales y futuras, no más en su ego, su grupo, y su futuro político. A la inmensa mayoría de los mexicanos no les importa MORENA, ni el PRI, ni el PAN, ni PRD, ni MC, ni ninguna otra franquicia, que dicho sea de paso en los últimos años han dado muestra de ser simples grupos de vividores del presupuesto para los que los mexicanos no son más que un simple voto para hacerse del poder. Punto. A los mexicanos lo único que nos importa ya es nuestro futuro y el de nuestros hijos, y nadie desea que ese futuro se mantenga unido a esa empresa cancerosa y gangrenada llamada PEMEX ¿No habrá en todo el gabinete un solo abogado (que sepa, claro, no que nomás tenga título de esa profesión) que le explique al presidente la Ley de Quiebras?

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

 

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Al presidente López Obrador le sobran ocurrencias. En cambio las propuestas serias, sensatas y de acuerdo a las necesidades del país no se le escuchan. Su actitud ególatra, desconfiada y belicosa le impide ver y analizar la realidad nacional y con ello llegar a una solución efectiva de los problemas; una realidad que nos agobia y oprime a la inmensa mayoría de los mexicanos. Estar impuesto a dar la contra a todo orden establecido actitud propia de los anarquistas, que él lo es no le ha permitido entender y aceptar lo que sucede y mientras esto ocurra continuará dando palos de ciego y hundiendo al país.

En días recientes, en un acto mayor de cinismo fue capaz de lanzar un nuevo decálogo (uno más, desde su campaña repite esta propuesta). En el cuarto punto se comprometió a “garantizar el estado de derecho”. Le tomamos la palabra.

Al efecto, y tomando en consideración que él se dijo cristiano (cosa que se duda totalmente pues sus hechos le contradicen), habrá de recordarle lo que advierten las Sagradas Escrituras: “que tu sí sea sí y tu no sea no”. Y su propuesta, pero sobre todo la Constitución, le exigen congruencia.

     Y es que, el presidente tabasqueño todo arregla con saliva, la cuestión es que los problemas no se resuelven tan solo por declararlo en sus tediosas conferencias matutinas. Uno de los gravísimos problemas que están hundiendo a México y que AMLO no ha movido un solo dedo para resolver es la violencia; fenómeno que lejos de disminuir (como lo prometió de candidato) en su gobierno ha crecido hasta hacerse insoportable y amenazar con sumir al país en el caos total. Su incapacidad para resolver así como su pasividad lo ha permitido y propiciado.

Desde su castillo de pureza en la seguridad de Palacio Nacional, todas las mañanas (y ahora también en las tardes) López Obrador se ha limitado a decirles a las hordas de criminales que azotan el país de frontera a frontera y de costa a costa que se porten bien, pero no le hacen caso. En su absurdo y desobediencia total a la Constitución (que prometió cumplir y hacer cumplir) amenaza a la fauna delincuencial a acusarles con sus mamás y sus abuelas. Mayor disparate y rechazo a hacer cumplir la ley no tiene antecedente en la historia nacional.

Desentendido y culpable de no cumplir con sus deberes presidenciales, se limita a hablar, hablar y hablar, un hablar cansino, limitado y sin efectividad, mientras que en las calles de ciudades y pueblos bandas de delincuentes de todo tipo y tamaño, además de proliferar a consecuencia de la impunidad acrecentada por a 4-T, asesinan a un centenar de personas cada día, secuestran, roban, extorsionan, roban casas, negocios, empresas, peatones, taxistas, camiones de carga, autobuses, toman casetas de autopistas y roban el peaje, organizan saqueos, asaltan trenes, bloquean vías de trenes, etcétera, etcétera.

Con o sin pandemia los asesinos y delincuentes andan libres exhibiendo su impunidad y sus botines, mientras que sus cientos de miles de víctimas lloran a sus muertos, se angustian y afligen a diario por sus desaparecidos, trabajando como animales de carga para pagar la extorsión (angustia a la que se agrega el pago de impuestos, multas, recargos, IMSS, y demás): son desatendidos y menospreciados en las Procuradurías (o Fiscalías, es lo mismo, un eufemismo no resuelve el problema); ni qué decir de jueces federales y locales que solo atienden los derechos y peticiones de los delincuentes y desoyen y niegan la justicia al 99 por ciento de la víctimas. Sí, presidente, 99 por ciento de los delitos que se cometen en México quedan impunes.

En lugar de eficientar los cuerpos policiacos que se tenían, la auto nombrada 4-T los desapareció para dar paso a la llamada Guardia Nacional, una institución pública tan inútil como onerosa. Basta recordar que en el año 2019 se destinaron $70,000’000,000 millones de pesos para su sostén (La Jornada, 3/Jun/2019) y se tiene programado para el presente nada menos que $ 59,150’000,000 millones, y hasta ahora no hay resultados. El costoso cuerpo se limita a pasear por las calles y carreteras luciendo costosos vehículos y costosos uniformes, que por lo visto no impresionan ni a los raterillos de poca monta porque la situación de inseguridad en el país empeora día con día y nadie, y absolutamente nadie hace algo por poder orden. Será suficiente con preguntar a los habitantes de Guanajuato, Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua y la zona metropolitana de Guadalajara, si sirve para cosa alguna que la G.N. ande paseándose, mientras las bandas de criminales asesinan a diario a docenas  de personas con absoluta IMPUNIDAD, repito absoluta IMPUNIDAD.

Razón por lo que la propuesta de AMLO de comprometerse en su nuevo decálogo a “garantizar el estado de derecho” hace que le tomemos la palabra. No necesita de su decálogo, se aclara, la Constitución y demás cuerpos de leyes que existen en el país obligan al presidente, a su gabinete, y a todos los gobiernos estatales y municipales a cumplir con la ley. No es ninguna gracia ni favor que nos hacen: son deberes ineludibles en todo gobernante y si no se atreven a cumplir y hacer cumplir la ley, por la razón que sea, TAMBIÉN ES CORRUPCIÓN y causa de juicio político.

Así que se les toma la palabra, el pueblo está cansado de soluciones de saliva, de declaraciones positivas, aunque si realmente quieren garantizar el estado de derecho, no requieren otra cosa que hacer de la Constitución, de los Códigos Penales y el Nacional de Procedimientos Penales su cimiento y punto de apoyo. Si los criminales mueren, siempre será lamentable la muerte de un ser humano, pero de que mueran los ciudadanos inocentes como hasta ahora, de que los secuestren, desaparezcan, extorsionen, asalten, roben, etcétera, a que mueran los delincuentes, ellos escogieron esa vida. Los sentimentalismos no caben en el presidente, gobernadores, presidentes municipales, agentes del ministerio público y jueces. En un auténtico estado de derecho quien viola la ley debe atenerse a las consecuencias de su acto. Punto.

No es de creer que su rechazo hasta ahora para hacer cumplir la ley se base en consideraciones morales o religiosas, ya que la Biblia incluso les permite hacer valer la ley. En todo caso su omisión para cumplir con el estado de derecho tiene que ver más con la cobardía o complicidades, porque…  que digamos decentes, decentes, y honrados, honrados, no son por cierto virtudes de la clase política mexicana.  Así que presidente ¡HAGA CUMPLIR LA LEY! Urge que detenga, consigne y procese a las decenas de miles de asesinos y delincuentes que tienen azolado y aterrorizado al país. Hacerlo no solamente traería bienestar y desarrollo para el país, sino incluso aprobación a su destruida imagen.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

Email: mahergo50@hotmail.com

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La actitud extraviada e irreflexiva del actual gobierno federal debe de alertar a todos los mexicanos. Sus decisiones equivocadas, absurdas, contrarias a las necesidades nacionales y regionales son manifiestas. Empecinarse en un proyecto que de acuerdo a las condiciones actuales del país y del mundo es ya a todas luces inviable, muestra su incapacidad, carencia de inteligencia y sentido común. Urgidos por otras necesidades comunes (de salud, laborales, económicas, financieras, educativas, comerciales, de SEGURIDAD, etcétera.) el presidente y su gabinete se empecinan en dar la contra a la realidad. Siempre ser oposición tal parece que se les metió hasta las células, pues ahora se oponen a una realidad que les obliga a un cambio radical de proyecto.

Lamentablemente ni el presidente ni nadie en su equipo quieren ver lo que sucede (¿no hay una sola persona con suficiente inteligencia e integridad que se atreva a hablarle con la verdad, incluso confrontarlo de ser necesario?). Su rechazo a enfrentar la realidad provocada por una pandemia que nadie esperaba les exhibe a manera de enanos en una silla que requiere de grandeza de miras, sabiduría, e inteligencia.

Pero, qué se podía esperar de un grupo de eternos manifestantes que jamás han sabido construir, solo destruir; que solo saben criticar, pero no edificar; que mandaron siempre las instituciones al diablo y ahora que las tienen bajo su responsabilidad les queman las manos.

    Observar a un presidente hasta el extremo ególatra (y no es un asunto de partidos políticos, ni de ideologías, es de personalidad y conducta) que sigue empecinado en fundamentar su gobierno en los ingresos del petróleo; desatendiendo la quiebra de la empresa (provocada no solo por la corrupción de los altos funcionarios de gobiernos anteriores, sino por el sindicato y por toda, absolutamente toda la crecida plantilla laboral, que en unidad con los electricistas, han vivido como reyes exprimiendo con elevadísimos sueldos e incontables prestaciones fuera de la realidad nacional, una empresa que jamás ha sido de los mexicanos, sino de ellos; ni qué decir de su improductividad, produciendo siempre un barril de petróleo muy, pero muy encima de los costos internacionales) que no quiere aceptar tampoco la caída nunca antes vista de los precios del petróleo, sino inyectarle a este barril sin fondo recursos que urgen en otras áreas, y por si no le fuera suficiente, continuar la supuesta refinería de 2 Bocas (que nunca lograría terminarla en este sexenio) muestra sin duda síntomas de enfermedad o agotamiento mental.

     Y aunque quiera mejorar su imagen, no hay peor enemigo de AMLO que él mismo. Atreverse a decir públicamente que “la epidemia le cayó como anillo al dedo a la 4-T” lo exhibió como un hombre malo e irreflexivo. Un presidente al que no le importan nada sus gobernados, que son seres humanos (amenazados por una terrible peste) al que sólo le importa su proyecto político y su paso a la historia. Una historia que sin duda le juzgará con una severidad que ni siquiera imagina.

Su posición frente a las bandas criminales que azotan al país, sugiere amistad y compromiso con algunos de ellos, pues no se entiende de otra manera su tibieza o nula aplicación de la ley. Abonando a ese pensamiento la liberación del “chapito” y su reciente visita a Badiraguato en la que mostró notoria amistad con la madre del archi criminal. De ahí que su regaño a los asesinos del lunes pasado debió de provocarles un ataque de risa: “…No vengan ahora a decir ‘estamos entregando despensas’. No, mejor bájenle, bájenle y piensen en sus familias… Ustedes mismos, los que se dedican a esas actividades… hay que tenerle amor a la vida, es lo más sublime, es una bendición” (Mural, 21/Abr/2020).

Para desgracia del presidente, pero sobre todo de los mexicanos, AMLO no está a la altura del cargo obtenido en las urnas. Su desprecio por los empresarios micro, pequeño y medianos, mismos que generan el 80% de los empleos, además de injustificable es incomprensible. Es obvio que lo que se dijo por muchos años en esta columna (y por otros periodistas) era apegado a la realidad, ya que al no haber trabajado jamás, al no saber cómo se gana el pan de cada día fuera de la nómina gubernamental, nunca ha entendido cómo se produce la riqueza y qué papel social juega.

Y si a los valientes que se atreven a poner un negocito creando 5, 10, 15 o 20 empleos les detesta, su menosprecio por los grandes empleadores (20%) es proverbial, no hay día en que no les haga objeto de sus ofensas y ataques (pirrurris, fifís, conservadores, enemigos, etc.). Sin duda que los psicólogos podrán ofrecernos una descripción precisa de su belicosa conducta, pero sobre todo desde el campo espiritual (de la fe judeocristiana) el presidente queda exhibido y sin defensa alguna.

¿Pero qué se podía esperar si para integrar su gabinete y equipo se rodeó de marchantes y manifestantes eternos, de individuos que solo saben pedir y destruir, más no crear y construir. El hermoso libro de los Proverbios dice al efecto: Como arquero que a todos hiere, es el que toma a sueldo insensatos y vagabundos”  (26:10).

Herido de muerte su proyecto (4-T), todos los días endereza su ira contra todo el que no le diga que sí, contra el que le contradiga. El pasado día 22 desde su púlpito en Palacio Nacional arremetió de nuevo contra la prensa (uno más), en el que poseído por su habitual furia se atrevió a decir: “En México no hay periodismo profesional independiente o ético…  antes El Universal se presumía de que tenían una línea gobiernista pero sus articulistas eran independientes, había pluralidad en los editoriales porque escribía un dirigente de oposición, algún escritor destacado, verdaderamente independiente… (hoy) en medios como El Universal, Excelsior, Televisa y TV Azteca ya hay puro conservador”.

Nomás falta que alguno de sus corifeos imitando a Andrei A. Shdanov, quien por orden de Stalin, proclama la subordinación de los escritores soviéticos al dictado del Partido (agosto de 1946) nos pretenda callar a todos.

En un momento que obligaba a cambiar de plan y estrategias para salvar al país de la ruina total (asunto en el que nada tienen que ver las ideologías), López Obrador empecinado en construir su refinería, su tren maya, y su aeropuerto en Santa Lucía. Su achicamiento ante la crisis es tal que ni siquiera ha mencionado que el Turismo, las Remesas y el Comercio Internacional son los que aportan los mayores ingresos al país y a los tres los tiene en el olvido.

El primero se encuentra herido de muerte y urge que además de ayudas inmediatas para ese golpeadísimo sector, se implemente a manera de ya un programa ambicioso y apegado a nuestra nueva realidad económica que le reactive (se avecina una época de mucha hambre y pobreza). Bajas tarifas, promociones semanales, comidas más baratas, vuelos baratos, etcétera. Mejora y conclusión de carreteras (como la autopista a Puerto Vallarta) son asuntos prioritarios para el gobierno.

De las remesas no hay mucho que esperar por cuanto gran parte de los que las envían se han quedado sin trabajo o sus ingresos se han reducido. Peor todavía, muchos mexicanos han muerto en Estados Unidos por coronavirus o están enfermos (olvidándose totalmente el gobierno mexicano de estos ciudadanos cuyos envíos hacen posible una mejoría de vida de cientos de miles de familias).

   En cuanto al comercio internacional las cadenas de producción se han interrumpido, incluso las que tenemos con ineludible compromiso (TLC), que si bien para AMLO no son prioritarias para nuestros socios sí. Doloroso y lamentable es que NADIE en el gobierno de López Obrador tenga la visión ni haya pensado en un PROYECTO DE REACTIVACIÓN ECONÓMICA INMEDIATO, en el que observadas las reglas para evitar contagios, se volviera a echar andar la economía.

Es absurdo y enormemente dañino que continuemos con las mismas medidas. LOS QUE SE DEBEN AISLAR SON LOS ENFERMOS Y LOS PORTADORES, de implementarse a manera de ya campañas en todos los medios obligando a los enfermos y portadores a buscar la ayuda médica y a quedarse en sus casas (u hospitalizarse). Asunto que requiere ser acompañado de pruebas contra el coronavirus al alcance del pueblo, sobre todo en ciudades o zonas donde se han detectado la mayor parte de los contagiados. La reclusión se ha convertido en palos de ciego que nos están causando terribles daños y que traerán una enorme pobreza, hambre e inseguridad.

   El gobierno está obligado a cambiar. No es traición de principios, son necesidades distintas en un país distinto al que recibieron. Ya hablaremos en su momento del alquiler de locales comerciales e industriales que se ha convertido en otro gravísimo problema, como lo serán también los juicios laborales, que de no remediar antes, lo cierto es que se convertirán en la Inquisición que acabe con gran parte de los empleos y la planta productiva nacional. Hoy nos alargamos en espacio, pero los problemas lo requieren.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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