Opinión

No podemos continuar así. México es un cementerio, los mexicanos un pueblo sometido y aterrorizado por la cada vez mayor fauna delincuencial, mientras que la economía del país se desmorona, cayendo día con día, mientras que usted señor presidente, mañana tras mañana con una sonrisa sardónica que debe lastimar a los cientos de miles de víctimas de los criminales, se dedica a cuidar su imagen y defender sus ideas.

     No es posible admitir que no sepa que nadie votó por usted para que hiciera eso, para que todas las madrugadas, además de arrebatar dos o tres horas de sueño a los periodistas, salga a lucirse y a discutir su propia postura. Tampoco puede admitirse que no sepa que México es un país de leyes y que el primer deber de un presidente de la República es cumplir y hacer cumplir la ley.

     No puede, mejor dicho, no debe seguir culpando a los gobiernos anteriores de la situación violenta que se padece. Tan solo en el año 2019 se cometieron en México 34,582 asesinatos de manera que la responsabilidad como titular del poder ejecutivo es suya y solamente suya. Un cuadro de horror e inestabilidad en el que no cabe su sonrisa matutina, al contrario, reclama su atención y mayor esfuerzo para poner un alto a la delincuencia ensoberbecida a causa de tanta y tan prolongada impunidad.

    Hay Estados como Guerrero, Guanajuato, Veracruz y Tamaulipas que son dominados por los delincuentes y el gobierno federal, estatal y municipal, es mero adorno. Rectifico, tienen la desvergüenza de cobrar impuestos y afligir, aún más, a los valientes ciudadanos que todavía se atreven a invertir y trabajar decentemente para sostener a sus familias y las de sus empleados. A pesar de no contar con protección alguna del gobierno que les ha dejado a su suerte. Eso ni es gobierno ni es democracia.

    Estados donde los asesinatos son cosa de todos los días, incluso hasta de grupos enteros (como sucedió a la banda de música pueblerina que en Guerrero se atrevió a ir a tocar a otro pueblo para ganarse unos pesos); sangre inocente que queda sin justicia, agregando impunidad absoluta a los asesinos y acrecentando su soberbia. Regiones sin ley en las que hasta niños están armando y el gobierno federal en lugar de poner orden se limita a declarar; como si la saliva remediara algo.

    El ridículo e inacción del gobierno resultan ya insultantes y patéticos. Soltar al hijo del Chapo en Culiacán habiéndole tenido ya bajo la custodia del Ejército y permitir que los delincuentes humillaran al estado mexicano(con todo el poder y recursos tecnológicos, fuerza y armamento con los que se cuentan) es inadmisible. Querer vender la idea de que los delincuentes tenían mejor ‘estrategia’ que el Ejército Mexicano es creer que Santa Claus existe.

    No, no hay excusa señor presidente para que se siga permitiendo el derramamiento de sangre a gusto de los criminales. La matanza de mujeres y niños de la comunidad LeBarón en los límites de  Chihuahua y Sonora debiera haber sido la gota que derramara el vaso de la paciencia oficial. No sucedió así, fuera de declaraciones y viajes inútiles, las bandas de criminales siguen ganando la partida y su gobierno, presidente, se limita a ver y declarar. Nada más.

     Casi a diario matan y humillan policías, soldados y guardia nacional y a su gobierno, presidente López Obrador, parece no importarle nada. Como si se tratara de figuras de ajedrez sin valor alguno las vidas de los uniformados asesinados acrecientan la lista; viudas y huérfanos crecen en número (muchos de ellos quedando en el total desamparo) y no se hace nada para poner un alto. En todo país democrático la muerte de un policía es cobrada de inmediato y con todo el peso de la ley, en México no sucede así, la vida de policías y soldados no vale nada y al gobierno parece no importarle tampoco.

    La reciente matazón de niños y adolescentes que estaban jugando maquinitas (video juegos) en Uruapan, que no tenían nada que ver ni con drogas ni delincuencia, deja al descubierto cuando menos tres cosas: primero, que los delincuentes están crecidos hasta lo irracional a causa de la impunidad; segundo, que el gobierno no hace nada para hacer valer la ley; y tercero, que el poder judicial es una inútil, onerosa y pesada carga para los bolsillos de los contribuyentes.

    La extorsión a viajeros que retornan de Estados Unidos y paisanos que visitan México es otra cabeza más de esta hidra horrenda que aterroriza a los mexicanos, la cuestión es que el que tiene la espada para acabar con ella, es decir, el estado mexicano, parece no tener interés alguno que no sea en las próximas alecciones, llegando al absurdo kafkiano de pretender distraer la atención pública con la rifa de un avión. Más irresponsabilidad y frivolidad ya no se puede.

     Ladrones de todos los tamaños, extorsionistas y demás delincuentes gozan de cabal salud. Asaltantes de trenes, normalistas que secuestran choferes y roban costosos autobuses foráneos, que con un puñado de ellos sentados en la vías del  ferrocarril y puestas algunas piedras, son capaces de paralizar la cadena productiva con daños multimillonarios sin que usted presidente haga nada al respecto. ¿Cómo puede hablar de la creación de empleos y de interés por los trabajadores si ni siquiera es capaz de defender los empleos de los que lo tienen y gozan de buenos salarios?

   Bueno, hasta Jalisco se encuentra merced de los criminales (aunque se intente maquillar la realidad) basta decir que en el año 2019, hasta el día 5 de noviembre se habían cometido 2,928 asesinatos (El Universal). Los asesinatos que en los años setenta se cometían en un mes hoy los cometen en un día o dos. Todos impunes.

     Lo de lo ‘abrazos y no balazos’ es un verdadero desatino, un sinsentido, un agravio y ataque contra el estado de derecho. Una de las principales obligaciones de un presidente es velar por la paz y la aplicación de la ley y ninguna de las dos cosas ha sucedido durante su gestión. Un presidente debe hacer ambas cosas: abrazar al que se esfuerza por México y estar dispuesto a tirar balazos al que delinque y resista someterse al imperio de la ley.

     Un gobierno eficaz no puede admitir a jueces corruptos o que no entienden su trabajo, que liberan a los criminales por cualquier tontería burocrática, mientras que la ley habla de indicios, lo que permite retener a los presuntos delincuentes hasta agotar la indagatoria. Chacales que entran dejando un rastro de sangre (cuando ocasionalmente son detenidos), salen sonriendo y ensoberbecidos cuando son liberados por estos usurpadores de la impartición de justicia.

    Señor presidente, basta ya de tanta sangre derramada, cumpla con sus deberes y ponga orden en el país. Por favor, deje su cotidiana campaña de apologética de sus ideas personales y dedíquese a cumplir y hacer cumplir la ley. Busque a personas capacitadas y capaces que le ayuden, le aseguro que de poner orden y someter a la fauna delincuencial se ganará (a causa de su trabajo) el aprecio del pueblo. No el de sus incondicionales y de los que reciben dinero, sino el del verdadero pueblo.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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La libertad de expresión es fuerte y frágil a la vez. La historia, en especial la nuestra, ha demostrado tal fortaleza pues ni dictadores, ni populistas violentos han logrado acallar las voces y plumas comprometidas con la verdad. Paradójicamente la libertad de expresión es tan frágil como la intolerancia de aquellos gobernantes que no aceptan más que su propio criterio, capaces de romper la legalidad cuando su gran ego se siente amenazado o herido.

     Incapaces de entender la democracia y la vida republicana –aunque a diario la mencionen en sus discursos vacíos y falaces-, mucho menos de aceptar sus reglas: los líderes autoritarios y totalitarios no admiten la crítica, de ahí que la prensa en sus diversas expresiones, y de no ser la propia (la pagada por el estado o la corrompida con dineros públicos), les resulta siempre molesta.

    En la democracia todas las voces y opiniones caben, aun cuando no asista la razón, siempre y cuando los límites legales sean respetados. La democracia se construye con la integración de diversas cosmovisiones que se ajustan y acomodan dentro del marco legal y la tolerancia, produciéndose pesos y contrapesos que conforman el equilibrio social. Factores indispensables para que la libertad de expresión encuentre su cauce y oxigene el campo de la verdad.

    Así que la sentencia condenatoria dictada por el magistrado Francisco José Huber Olea en contra del periodista e investigador Sergio Aguayo Quezada, por un artículo de su autoría publicado en la cadena de diarios Reforma (Mural, en Guadalajara) es un ataque brutal y directo en contra de la libertad de expresión. Una muestra patética de un estado dictatorial e intolerante que intenta amenazarnos a todos los periodistas para que guardemos silencio ante la corrupción, negligencia, e incapacidad que han caracterizado a los últimos gobiernos, pero que en el actual se han agudizado.

    Entrados en materia, recuerdo en los años noventa, recién iniciado el primer gobierno panista en Jalisco (su servidor todavía mezclaba periodismo y abogacía), pregunté al secretario de un juzgado civil acerca de una fecha para realizar una diligencia. El joven abogado sin inmutarse siquiera me respondió “¡Hasta el año próximo! Después de cerciorarme de que había escuchado bien, que no era un error, sobre todo tomando en cuenta que estábamos a mitad del año (y que cuando gobernaban los otros, los criticados, el tiempo de espera era más o menos una semana, quizá diez días si estaban saturados de trabajo) me dirigí con el juez para quejarme, quien sin inmutarse apoyó a su secretario.

    Ante semejante barbaridad y obstrucción en la impartición de justicia, pedí ayuda a mi amigo y compañero de oficio el magnífico y certero caricaturista Rodolfo Caloca, cuyos trazos y denuncias por muchos años en la página editorial del diario El Informador hacían temblar a malos funcionarios o servían para poner remedio ante las deficiencias señaladas. En su caricatura del día siguiente, Rodolfo dibujó a un juez furibundo (puso el número del juzgado) diciéndole a los litigantes “¡Diligencias hasta el año próximo!”.

     Una semana después o quizá poco más, me encontré al referido juez en los pasillos de los juzgados. Le saludé, su cara se endureció y me preguntó que si la caricatura que había publicado El Informador era por lo que me sucedió a mí, ya que por eso lo habían destituido del cargo. Le respondí que sí, para luego decirle, “que así como los jueces están para impartir justicia, mi trabajo de periodista era para señalar esas irregularidades”.

     El ejercicio periodístico sirve entre muchas otras cosas para evitar los abusos del poder público, para denunciar la corrupción o para que enderecen el rumbo (que con demasiada frecuencia pierden los gobernantes). Quizá en algunas ocasiones se puede perder un poco la necesaria objetividad ya que como ejercicio humano existe la posibilidad de error; riesgo que sin embargo queda dentro de la libertad de expresión y que puede ser subsanado con la aceptación del error. Nada más. Tasar con dinero un supuesto ‘daño moral’ no es otra cosa que la guillotina pecuniaria contra todo el gremio para pretender silenciarlo. Es la roca de Tarpeya –como decían los franceses durante la revolución a la guillotina- en el cuello (mejor dicho en el patrimonio) de todo periodista que se atreva a criticar a los políticos y funcionarios públicos.

    La absurda, represiva y anticonstitucional sentencia dictada contra Sergio Aguayo (condenándolo al pago de $ 10’000.000 millones de pesos) no solo refleja la corrupción gubernamental, divorcio con el pueblo y la ilegalidad de la resolución, sino que representa UNA AMENAZA CONTRA TODO EL GREMIO PERIODISTICO. Es obvio que el corrupto magistrado que dictó la sentencia vive fuera de la realidad de la mayoría de los mexicanos ¿acaso desconoce que la inmensa mayoría de los mexicanos gana mensualmente entre 6 y 8 mil pesos? ¿Acaso desconoce que los periodistas tenemos ingresos modestos? Queda en claro, y es parte de su exhibición ante todos los mexicanos, que la cantidad fijada en su sentencia es una estupidez, un absurdo, un asunto fuera de la realidad.

     Eso por un lado, por otro, el daño moral se repara moralmente. Es decir, si hubo un juicio de valor equivocado éste, una vez comprobado, se remedia con el reconocimiento de que se cometió un juicio equivocado, sin bases o no suficientes. Cuantificar el supuesto ‘daño moral’ en un país poblado de funcionarios y ex funcionarios corruptos e inmorales provenientes de todos los partidos, sin excepción, es simplemente una AMENAZA ABIERTA CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

      Los ataques continuos de AMLO contra los periodistas que le incomodan utilizando sus lecheras conferencias en la madrugada en Palacio Nacional son inadmisibles. Desde su púlpito de una pureza moral (que no concuerda con la realidad) los nombres de periodistas como Enrique Krauze, Ciro Gómez Leyva, Héctor de Mauleón, entre muchos otros, así como el escritor Javier Sicilia y los activistas chihuahuenses LeBarón han sido atacados desde el poder, estigmatizados, lanzados a las huestes de los feroces leones de las redes sociales fieles al actual régimen para que los destrocen.

     A finales de 1923, el Lic. Pedro Flores González (tío abuelo mío, hermano de mi abuela paterna), dueño y director del periódico EL MAÑANA en la ciudad de México (aunque él era de Tepatitlán, Jal.), a causa de su trabajo, de su compromiso con la verdad, fue amenazado varias veces por el general Alvaro Obregón, finalmente, en diciembre de 1923, le destruyen y queman las instalaciones y maquinaria del periódico.

     En una imprenta maquila su último número de EL MAÑANA, el cual es publicado el 28 de diciembre de 1923, denunciando entre otras cosas y noticias: -“…Estamos acostumbrados a la lucha y sabemos que más valor se necesita para escribir unas cuartillas, en las que se dicen tres verdades, que para recorrer la línea de fuego, con un fusil  que siquiera puede servir para la propia defensa de la vida. Pero la pluma hiere y hace mayores estragos que todas las armas inventadas…  matándonos con el salvajismo de que siempre hacen gala, llegarían a cerrar nuestros labios, porque en la conciencia de todo el pueblo de México está que ‘El Mañana’ no ha servido a ningún partido político y sí ha procurado que triunfen la verdad y la razón” (a finales de enero de 1924 es asesinado el Lic. Pedro Flores González).

     El presidente López Obrador deberá aceptar y aprender la validez de la crítica periodística, de su necesaria existencia para la democracia, de su obligación de respetar el oficio y a los que lo ejercemos. Es parte de sus deberes. Un abrazo solidario para mi amigo de juventud y compañero de oficio Sergio Aguayo Quezada.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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El carácter y talante del presidente cada vez parece estar peor. Todo indica que el daño que produce el poder le está causando estragos, daño acrecentado por la inmensa corte de lacayos y aduladores profesionales incapaces de contradecirlo, de confrontarlo con el espejo de la realidad, impidiendo que la verdad llegue a Palacio Nacional.

    Marchante profesional, un hombre que hizo de marchas, manifestaciones y plantones su principal herramienta política, una vez alcanzado el poder, se molesta en gran manera cuando otros utilizan ese medio, sobre todo cuando no son de sus incondicionales ni del gremio amorfo de Morena.

La marcha organizada por el escritor Javier Sicilia y los chihuahuenses Julián y Adrián LeBaron para hacerse oír por el gobierno de López Obrador (a causa de la terrible violencia criminal padecida en México en lo que corre el presente siglo) corrobora y exhibe la incapacidad e inutilidad del actual régimen. Marcha desde Cuernavaca hasta la ciudad de México, a la que se han sumado decenas de organizaciones y grupos de víctimas de la violencia en el país.

Tan solo en el año 2019 se cometieron en México 34,582 asesinatos, una cifra superior a países que se encuentran en guerra, sin embargo el presidente se limita a minimizar las cosas, a culpar a los gobiernos anteriores y a prometer que en un año mejoran las cosas. Lo mismo dijo cuando tomó el poder.

Qué lamentable y doloroso resulta para un país que se diga democrático y que cuente con añejas y costosas instituciones públicas para proteger la seguridad de los gobernados e impartirles justicia, que a la hora de la verdad se tenga que recurrir a marchas y manifestaciones para ser escuchado, pues por los caminos que marca la ley no hay quien les haga justicia. Trescientos mil asesinados en estos años son prueba de que los mexicanos padecemos dos poderes: el de una criminalidad sangrienta que disfruta de total impunidad, y el de un gobierno tan inútil como oneroso, haciendo entre ambos difícil y estresante la vida de los ciudadanos.

Un gobierno que en lo único que resulta eficiente e implacable es en oprimir al causante fiscal, en modificar hasta lo irracional la recaudación hasta convertir al ciudadano cautivo en un simple esclavo al servicio de un estado ineficiente que no le devuelve nada que no sea angustias e inseguridad.

Lo peor en todo esto es la actitud insincera y acomodaticia del titular del poder ejecutivo, quien evade resolver los problemas y se limita a cuidar su maltrecha imagen; una imagen solo aceptada por sus incondicionales pero que ante el pueblo se mexicano se desmorona día con día: “Pueden entrar a Palacio Nacional, pero no los voy a recibir, los va a recibir el Gabinete de Seguridad, para no hacer un show, un espectáculo. No me gusta ese manejo propagandista”, declaró respecto a la marcha de Sicilia, los Lebaron y la multitud de agrupaciones y familias agraviadas y dolidas por la delincuencia y por un gobierno que no hace nada para resolver sus peticiones de justicia.

Tiene razón María, una mujer que lleva seis años buscando a su esposo, un chófer que levantaron los delincuentes. El reportero que le entrevistó le hace hincapié que AMLO no los recibirá, a lo que la dolida mujer le contesta: —“Yo sé, dice, retorciendo la boca. El Presidente cree que vamos a pedirle limosna, pero lo único que queremos es justicia. Nos lo prometió cuando andaba en campaña” (Milenio, 25/Ene/2020).

Otro de los participantes de la marcha de nombre Melchor Flores Landa, quien votó por López Obrador y al que le desaparecieron a su hijo, se lamenta de la actitud acomodaticia y cambiante del presidente: “Andrés Manuel nos hace creer que sí, pero a la mera hora nos batea, y pues ni modo, ahora para él esto es un show, ahora le da flojera” (Mural, 24/Ene/2020).

Queda de manifiesto que el presidente huye a los problemas, su eterno viajar por el país lo ratifica. Parece que trabaja, pero no es así. Los hombres de estado se quedan en sus despachos para analizar, planificar y resolver los problemas con sus equipos; quienes viajan son los responsables de las secretarias y de las obras, de tal manera que los presidentes viajan únicamente para cerciorarse de que las cosas se hayan cumplido y ejecutado tal y como se planearon (y de vez en vez para escuchar al pueblo en sus necesidades). Pero de eso, a andar de gira siempre hay un abismo. Un activismo que intenta hacer creer algo que no existe, que en el caso de México basta leer cualquier periódico o noticiero televisivo para enterarse del fracaso del actual gobierno.

Y no es un asunto de izquierda, derecha, o centro, es un asunto de capacidades, de urgencias y problemas sociales que reclaman solución a los que un gobierno bisoño apenas atina -con una actitud mesiánica absurda- resolver con declaraciones matutinas que para el mediodía ya fueron desnudadas y confrontadas por una realidad que se opone a cambiar con pura saliva. Que espera que la inteligencia, el trabajo y la decisión resuelvan.

Queda en claro que el presidente teme ser confrontado por la realidad, por esa verdad que casi siempre duele, pues como escribe Javier Sicilia en uno de sus libros: “Buscaba la verdad, padre, y la verdad es siempre cabrona. La verdad nos hace libres, duele; sólo después consuela” (La Confesión, pág. 84). La cuestión es que el presidente no quiere liberarse, prefiere la cárcel de la popularidad, ese engaño que siempre ha atrapado a malos gobernantes y dictadores para después dejarlos caer y desnudarlos moralmente ante el peso de los hechos y la verdad.

El presidente y su gabinete deben de entender que la marcha de Sicilia, los LeBarón y tantos grupos mexicanos dolidos y afectados por la violencia son solo los voceros de millones de mexicanos agraviados, dolidos y afectados por tanta maldad delincuencial que azota México de costa a costa y de frontera a frontera; que no viajan en esa marcha, pero que se sienten representados y esperan también ser oídos. Lo correcto es que EL ETERNO MARCHANTE ATIENDA LOS RECLAMOS DE ESTA MARCHA pues no le están restando popularidad ni queriéndosela mermar, solo le están pidiendo que cumpla con sus deberes de presidente.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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La frivolidad, así como la falta de seriedad y planeación del actual gobierno federal son reprobables desde el ángulo que se les vea. Quizá en el fondo jamás pensaron que ganarían las elecciones, que el poder político de la nación quedaría en sus manos, de ahí que no se prepararan para tan alta responsabilidad. El problema, y grave, es que marchantes y manifestantes quedaron de pronto al frente de cargos públicos para los que no están preparados, ni jamás lo podrán estar. Hay niveles en la vida.

     Fuera de algunas excepciones que confirman la regla, el gabinete de López Obrador es una extensa galería de rostros y personajes dominados por la mediocridad, aunque a decir verdad sobran los incapaces e inútiles.Por si no fuera suficiente calamidad, en su deseo de allegarse el poder –que le tiene extasiado y fuera de la realidad-  hizo alianza con una serie de prófugos de la justicia a los que a manera de premio o pago de compromiso les colocó en lugares de honra que no merecen (como es el caso de la comandanta Nestora Salgado y Napoleón Gómez Urrutia, por señalar algunos) y representan un lastre para el avance del país. Una mancha para la democracia y el estado de derecho.

     En ese mar de confusión de cargos y perfiles, en esa Babel burocrática que la 4ª Improvisación organizó desorganizando, se colocó en altos y delicados puestos a personas que además de carecer de la formación, capacidad y visión, después de un año y casi dos meses ya debieran de haberles cesado y colocar en su sitio a profesionistas que cubran el perfil de esas vacantes. Urge, no es asunto de ideologías ni de partidos políticos, es prioridad nacional.

     La manera como la 4ª Improvisación ha tratado y resuelto la salud de los mexicanos deja al descubierto la incapacidad e inutilidad del gobierno federal. Ante la falta de medicinas, material, atenciones especializadas, cobros ajenos a la realidad del pueblo (ese pueblo que tanto menciona el presidente) y el desorden administrativo en ese sector, millones de ciudadanos viven en angustia permanente pues desconocen su futuro y la atención médica para ellos o sus familiares es para hoy; asunto que parece no entender el presidente, o no desea entender, pues queriendo jugar a ser dios (así, con minúscula), con declaraciones matutinas ha pretendido resolver un problema no grave, sino gravísimo pues con la salud no se juega, ni se improvisa.

     Comparar la salud de México con la de Dinamarca es un desatino, refleja el desconocimiento y desproporción del presidente, quien todas las mañanas desde su púlpito pretende resolver las cosas con declaraciones. Desaparecer el Seguro Popular en lugar de mejorarlo y eliminar las fallas encontradas, además de desatino, exhibe el maniqueísmo radical del actual gobierno; un gobierno que debe admitir ante los mexicanos que se ha equivocado, y rectificando, decidir políticas públicas en salud adecuadas y efectivas que vengan a resolver la grave situación en que nos encontramos (lo cual mejoraría su opinión ante el verdadero pueblo, no el de las encuestadoras que se pagan del presupuesto, sino del verdadero, el conformado por los ciudadanos que acuden a hospitales y clínicas y se encuentran con un gobierno que les ha abandonado a su suerte).

 

GRATITUD DE ESTE PERIODISTA

 

     En lo personal y a través de este espacio, quiero expresar mi gratitud a Dios, quien a través de personas de excelente calidad moral y profesional, de médicos brillantes, que los hay en México y muchos (pero que debieran aprovecharse en el sector de salud pública), hicieron posible que recuperara la salud.

     El pasado día 5 de diciembre (2019), el Dr. Fernando Carrillo Llamas me operó a corazón abierto para reemplazar una válvula tapada y limpiar además ese órgano que Dios nos creó y concedió como coordinador de vida en nuestro cuerpo. Ciertamente es una experiencia tremenda, pero todo salió bien, la sapiencia y experiencia del Dr. Carrillo, que con la ayuda del Dr. Raúl Valdivia López (ya que en todo momento estuvieron al pendiente) lograron sacarme en todas las etapas hasta lograr una pronta recuperación.

    Menciono y agrego a mi gratitud a dos hombres sensibles y misericordiosos ante el dolor ajeno, al Dr. César Ochoa Verduzco, cardiólogo que me detectó la enfermedad, que de no ser por la misericordia Divina (pues ignoraba de mi afección) era para ya estuviera muerto hace algún tiempo, así como al Dr. Rubén Bernabé Ceja, eminente urólogo que a diario estuvo cuidándome. A los cuatro les doy las gracias de todo corazón, así como a enfermeras(os) y personal de terapia intensiva que me atendieron –como atienden a todos los pacientes en ese hospital- con verdadera vocación y afecto.

   Ante mi experiencia, cabe la pregunta: ¿es válido y aceptable que en los hospitales públicos no haya ni los medicamentos ni los insumos que se requieren para atender y brindar salud al pueblo mexicano enfermo? Y es que como ya se dijo, el maniqueísmo del presidente no cabe en este grave problema. No es lícito que culpe a los gobiernos anteriores. En los años noventa fui operado en el IMSS de una vesícula repleta de piedras, y así como estoy dando testimonio que en esta ocasión fui atendido de manera excelente en un hospital privado (Santa María, Chapalita), en aquella ocasión fui también atendido de manera excelente en esa institución pública (a la que ya no tengo acceso). No caben, pues las excusas, ni las prórrogas. Lo que se requiere es que el gobierno retorne el sector de la salud pública a la ruta de la capacidad, la planificación y la profesionalización. Basta de improvisaciones.

     Considerar que declarando que la salud será gratis para todos los mexicanos (¿entonces para que empresarios y comerciantes pagan cuotas al IMSS?) y la realidad niegue las aventuradas declaraciones del presidente -ya que es imposible que las instituciones públicas de salud atiendan a todos los enfermos-; son prueba irrefutable de que obliga un alto; la necesidad de reconocer la gravedad del problema, nombrar los funcionarios adecuados y destinar los recursos públicos necesarios, pues como dijimos al principio, CON LA SALUD NO SE JUEGA NI SE IMPROVISA.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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