Opinión

Aunque el país se encuentra sumido en un torbellino de problemas ocasionados o crecidos a causa de la incapacidad, ignorancia y soberbia del gobierno federal (acompañado por una cauda de gobernadores y presidentes municipales con idéntico perfil), no debemos perder la sensibilidad para tocar temas que nos atañen a todos, en este caso particular a los jaliscienses.

     La muerte de Don Guillermo Cosío Vidaurri, acentúa la pérdida de una generación de hombres que forjaron e hicieron grande este país y este estado (Jalisco) en el concierto internacional. De políticos, que si bien no son candidatos al santoral oficial, sí lograron mediante su duro trabajo a favor de los mexicanos un lugar de honor y respeto. Que si maniqueos y fanáticos se los niegan, sus méritos y enorme esfuerzo por los gobernados pueden callar con la bitácora de sus logros las voces mezquinas que solo ven en el PRI maldad y corrupción.

     Vale adelantar al respecto que la mayoría de los que ahora gobiernan el país, ya sea desde la presidencia de la República, secretarías, direcciones, senado, cámara de diputados o alguna gubernatura o presidencia municipal, casi todos militaron en el PRI: Andrés Manuel López Obrador al frente ahora del Ejecutivo, Alfonso Durazo en la secretaría de seguridad, Manuel Bartlett en CFE, Ricardo Monreal, Ifigenia Martínez, Cristóbal Arias, Armando Guadiana Tijerina, Napoleón Gómez Urrutia y otros, en el senado, Enrique Alfaro Ramírez en la gubernatura de Jalisco, por señalar algunos pocos. ¿Al cambiar de chaqueta esta corte de purísimos y honradísimos señores el PRI se corrompió? ¿O todos se fueron cuando no les cumplieron su berrinche ególatra?

     Las nuevas generaciones, al menos la gran mayoría, desconoce y no valora lo que los políticos producidos por la Revolución Mexicana hicieron por este país. Envenenados por la terrible mercadotecnia política –iniciada con la campaña de Vicente Fox- que convirtió ante sus ojos a los gobiernos del PRI en una especie de monstruos, de corruptos insaciables y perversos; visión reforzada en el siglo XXI por las bandas de ladrones que con la franquicia de ese partido arribaron al poder (sin tener comparación ni parecido alguno con los priistas emanados de la revolución social); no saben, ni mucho menos valoran que casi toda la infraestructura con la que cuenta el país fue creada, construida o modernizada por estos grandes hombres (a punto de extinción).

     Universidades, preparatorias, secundarias, primarias, decenas de miles de ellas, aeropuertos, autopistas, carreteras, terracerías, caminos vecinales, IMSSS, ISSSTE, INFONAVIT, miles de Hospitales de distintos niveles, clínicas, centros culturales, centros comunitarios, transporte colectivo Metro (México, Guadalajara y Monterrey) y muchísimo patrimonio que tenemos es muestra de su trabajo.

    Valga decir que  en Jalisco nos devolvían un promedio de 40 centavos en obra pública por cada peso de impuestos pagado por el ciudadano (hasta el gobierno de Don Guillermo Cosío, en que bajó un poco este porcentaje). En los gobiernos de la posmodernidad (Morena, PAN, PRI y MC) nos devuelven entre 2 o 3 centavos. Todo se va en altísimos sueldos y abultadas prestaciones, así como en una burocracia crecida en cuatro o cinco tantos más de lo que se requiere, pero que es utilizada como maquinaria electoral al servicio de estos pseudo políticos que se han adueñado del poder mediante la mentira, el engaño y la descalificación del contrario.

     Todavía está fresco el recuerdo de la calumnia periodística sacada por Emilio González Márquez inventándole actos de corrupción a su contrincante, el priista Arturo Zamora, lo que le ayudó a ‘ganar’ la elección por unos cuantos votos. Dos días despuès de la elección, saca un desmentido diciendo que “en realidad fueron bienes adquiridos legítima y legalmente”, pero el daño ya estaba hecho.

     No se trata pues de gobiernos de gente brillante, inteligente, con visión de estado y propuestas que se concretaban, como lo fueron los gobiernos de antes, de viejos ya fallecidos, de los que quedan muy pocos y fuera del servicio público. Intencionalmente utilicé la palabra servicio público, ya que a las nuevas generaciones de gobernantes (que no de políticos, pues no conocen este valioso oficio al cual confunden con grilla e intereses de mafiosos) solo les interesa el PODER PÙBLICO y LOS DINEROS PÙBLICOS.

     Ante este panorama, hombres como Don Guillermo Cosío Vidaurri se agigantan, dejan la vara demasiado alta para los enanos que ahora dicen gobernar, pero que tienen al país y el estado ahogándose en un mar de sangre inocente, aterrorizados por una fauna criminal que goza de total impunidad.

    Nacido y forjado en el populoso barrio de la capilla de Jesús, el ex gobernador mantuvo durante toda su vida esa sensibilidad ante las necesidades del ciudadano sencillo. El día de su funeral un grupito que habla a nombre de los damnificados del “22 de abril” se quejaba ante los medios de que nunca les haya pedido perdón ni siquiera disculpas. Es obvio que su dolor (cierto y legítimo) les impidió ver completa la realidad. No pudieron ver jamás que se trató de un problema federal, provocado por PEMEX en el que Salinas, sin explicar jamás los hechos, se limitó a soltar dinero, mucho dinero para los damnificados (rentas, pagos elevados de inmuebles, autos, etcétera). En las generaciones pasadas los viejos fuimos enseñados a pedir perdón o disculpas cuando hacíamos algo malo o indebido, jamás sin haber hecho nada o que no nos correspondía, pues la dignidad es parte de la honra. Si no pidió perdón es que consideró que quien debía hacerlo era Salinas, Pemex y los trabajadores de Pemex, no él, quienes provocaron los daños eran los obligados a hacerlo.

     Don Guillermo a través del esfuerzo, preparación, trabajo, inteligencia y don de gentes, logró ser diputado, presidente municipal de Guadalajara, secretario general de su partido a nivel nacional, director del Metro capitalino, hasta llegar a la gubernatura de Jalisco. Cargo que en los años que ejerció fue por demás fructífero: entre otros, la línea 2 del Metro tapatío, amplió de dos a cuatro carriles por sentido la carretera a Chapala (con camellón al centro) y de uno a dos por sentido despuès del aeropuerto (con camellón también) y muchas otras obras, incluidos Colectores, obras que ya no se construyen ¿será porque es dinero enterrado y no se ven?

     En el ámbito cultural creó y produjo la ENCICLOPEDIA TEMÀTICA DE JALISCO en 18 tomos, un trabajo titánico y valiosísimo que pocos estados de la República poseen. Abundando acerca de esta Enciclopedia, al entrar Alberto Cárdenas a la gubernatura, este hombre de pocas luces y carente de formación intelectual, envió a un sótano este trabajo que tenía otro destino, que de haber terminado Cosío Vidaurri su gestión, hubiera dado el servicio y altos fines para el que se creó. En la FIL de 1995 (ya durante el gobierno de ACJ), en el stand del gobierno de Jalisco: observé una colección de la Enciclopedia Temática de Jalisco tirada en el suelo (literalmente), mostrando con ello la formación y visión de estado de los nuevos gobernantes. El desprecio por el saber.

      Descanse en paz este jalisciense ilustre que además de trabajar por todos nosotros, supo guardar decoro y compostura ante la horda de improvisados y bucaneros que asaltarían el poder en Jalisco. Incluso ante la deshonra que algunos de sus parientes traerían a su figura y valiosísimo trabajo. La Biblia señala: “La memoria del justo será bendita” (Prov 10:7). Descanse en paz Don Guillermo Cosío Vidaurri.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Entre los primeros grandes beneficios que trajo la Revolución Mexicana fue la creación y el fortalecimiento de las Instituciones Públicas; tarea realizada por ese gran estadista llamado Plutarco Elías Calles, quien a pesar de las duras críticas en su contra antepuso el interés nacional a su ego.

Lejos, muy lejos, nos encontramos en tiempo y titulares del poder ejecutivo; personalidades más antagónicas no se puede. Para el Presidente Elías Calles dejar un país en orden, llevar la educación a todos los mexicanos y sentar las bases para un futuro promisorio del país lo era todo. Para López Obrador su persona lo es todo, su moral y sus supuestas creencias cristianas deben ser aceptadas como dogmas; ni siquiera la ley puede estar por encima de lo que él cree y piensa.

     Los únicos que quizá no sepan de su alergia y repudio a las Instituciones Públicas y el estado de derecho son algunos millennials y parte de sus fanáticos seguidores. La inmensa mayoría de los mexicanos sabemos, y esa ha sido la causa principal del rechazo a su persona, que ha sido un individuo violento, anarquista, detractor y crítico de las instituciones públicas, violador perenne del estado de derecho, amigo de vándalos y delincuentes (que al amparo de algún sindicato o membrete se creen con derecho de robar y destruir patrimonios, tanto público como privados).

     Lamentablemente el actual presidente no ha querido madurar, pretende continuar en campaña, cuando el cargo le reclama cumplir y hacer cumplir la ley. Como también le reclama tomar las mejores decisiones para el país en todos los órdenes, cosa que no ha sucedido. Rodeado de incondicionales y lambiscones profesionales (que todos los gobiernos los han tenido y México padecido) ha carecido del necesario discernimiento para desechar a los cortesanos vividores (sanguijuelas del presupuesto, les decía “Palillo”) y no ha sabido acercarse a personas sabias y capaces que le orienten en las determinadas materias. Su facilidad para ofender y calificar con desprecio al otro le han dejado muy pronto solo, rodeado de incondicionales y paleros, por lo que no se observa a su alrededor ni conocimiento, ni experiencia, mucho menos dignidad para hacerle saber desacuerdo o señalarle el error cuando lo hay (tan necesario en la buena conducción de cualquier país).

Haber cancelado el NAIM le marcó para siempre como un hombre poco racional, testarudo y despilfarrador, pues su deber era continuar tan necesario proyecto y si había corrupción, investigar, detener, procesar y sentenciar a los culpables, punto, pero no tirar a la basura más de cien mil millones de pesos de dinero público (aunque Jiménez Espriú diga que solo fueron $ 71,000’000,000 millones, pues solo toma en cuenta lo que se pagó a constructores, mas no la obra inconclusa); cantidad que en un país con las necesidades de México, no solo es imperdonable, sino criminal, materia de juicio. Además de que el proyecto del NAIM es superior y más funcional en todos los órdenes que el de Santa Lucía (y demás parches para cubrir su gravoso yerro-berrinche).

No hay día que la opinión pública nacional no le reclame su pasividad, su nula aplicación de la ley, por más que se le diga que su “fúchila y guácala” y las acusaciones con las mamás de los delincuentes son una burla para todos los mexicanos, el presidente no quiere escuchar (lo que ya hace pensar a algunos que hay colusión con los delincuentes); un desprecio absoluto por el estado de derecho, o una incapacidad manifiesta para gobernar, y los mexicanos quieren que se defina pero ya. No se puede esperar más. Decenas de miles de asesinatos durante su gestión, cientos de miles de asaltos, extorsiones, secuestros, violaciones, cobro de piso y demás plagas que ha traído y provocado la impunidad, reclaman de manera inmediata una respuesta firme del estado.

Sin embargo los ataques continuos de AMLO contra la prensa dejan ver a propios y extraños su nulo deseo de cambiar, una absurda defensa de su posición al peor estilo de los dictadores y populistas, cuando la situación reclama un cambio radical en su actitud divisionista, mesiánica y ajena a toda institucionalidad. Un retorno inmediato al estado de derecho, es decir, al imperio de la ley.

La semana pasada durante su tedioso y manipulador show mañanero al referirse a la prensa dijo “le muerden la mano a quien les quitó el bozal”, frase que no es de él y que muestra de paso cuando menos tres cosas: una, que ofende desde su alto encargo cuando su deber es respetar a todos y conciliar; dos, que no lee pues si lo hiciera, supiera que ha habido siempre quienes hemos criticado los yerros y corruptelas de los gobiernos en turno (además de que no somos animales para llevar bozal); y tercero, que desconoce la realidad del país y de este mundo informativo (el cual reprueba y descalifica por resultarle molesto y no poderlo manipular ni controlar; no sabe lo que es en realidad la libertad de expresión).

Y como el mal ejemplo cunde rápido, su émulo Enrique Alfaro creyendo congratularse, no con los ciudadanos de Jalisco, sino con el que controla los dineros públicos de la Federación, declaró en su clásico tono de buscapleitos:  “Pareciera que hay una voluntad unánime de los medios de comunicación de generar miedo y de generar pánico en la población, de generar una sensación de que no hay nada por hacer…   los medios de comunicación prefieren vender periódicos que cuidar la integridad, el futuro, la tranquilidad del Estado”. Será suficiente señalar que el día 6/Nov/2019, mientras Alfaro rendìa su informe y decía que todo marcha mejor, 16 personas fueron asesinadas en Jalisco (Mural 7/Nov/2019). Además de que ‘cuidar la integridad, el futuro y la tranquilidad del Estado’ son deberes de él, no de la prensa.

El presidente pues no puede eludir como hasta ahora la aplicación del ESTADO DE DERECHO de lo contrario continuará como un violador de la ley y su protesta del 1º de diciembre de 2018 se convertiría en prueba en su contra, le haría sujeto de juicio al negarse a cumplir y hacer cumplir la ley. Confundir la aplicación de la ley con reprimir, ni siquiera un alumno de primer año de derecho le pasaría por alto.

Por si no fuera suficiente todo lo anterior (y errores que no se dijeron ante la falta de espacio), el asesinato de nueve mujeres y niños de la comunidad Le Barón en Chihuahua le exhibieron y exhibieron a su 4-T a nivel mundial, como un gobierno fallido e incapaz. Un gobierno ornamental en el que las bandas y los criminales (en general), con o sin organizar son los que mandan, que tienen a la población aterrorizada e indefensa (con más de 30,000 asesinados en lo que corre del año 2019) y al gobierno de rodillas, que apenas se atreve a amenazarles con acusarlos con su mamá y abuelas. Concluimos: aunque no le guste al presidente, les es necesario volverse institucional y someter a la violenta fauna delincuencial al imperio de la ley. No es represión, es lo que dicen la Constitución y los Códigos y si no los quiere obedecer, es tiempo que deje el cargo. Urge poner orden en México.

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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Aunque es actor importante en el actual drama mundial, sobre todo para los mexicanos que están conscientes del daño que está ocasionando su gestión, hoy no hablaremos exclusivamente de AMLO, sino del estado que guarda la sociedad humana en general.

La violencia estúpida que hunde a la sociedad en Chile, Bolivia, España, Ecuador (en días recientes), Hong Kong, Irak, Líbano y México, entre tantas otras, es síntoma de enfermedades sociales casi en grado terminal, que de no atenderse a tiempo y con la medicina adecuada, carecen de un futuro promisorio; aunque gobiernos y promotores de ese modelo social aseguren lo contrario y digan que están haciendo lo correcto. Lo mismo creen sus violentos detractores.

     El pretexto para dar rienda suelta a los instintos bestiales de la turba puede ser legítimo (como es el caso de la tarifa en el Metro de la ciudad de Santiago, en Chile), sin embargo, cuando se somete la turba al escáner de la verdad, este arroja otros resultados que nada tienen que ver con la tarifa del transporte. La insatisfacción interna de la turba, así como su furia reprimida, son otra cosa; producto de una formación sin disciplina, de no aceptar jamás la opinión ajena y menos si viene de una autoridad; que si bien se equivocan con demasiada frecuencia, hay mecanismos legales para hacerle saber su desacuerdo.

Pero no se trata de eso. Se trata de echar desmadre, violencia, destruir por destruir, rebelarse contra todo poder legítimo (o ilegítimo), así fueron educadas ya las nuevas generaciones. La psicología, disciplina que no es ciencia, contribuyó enormemente para cuestionar y deshonrar las instituciones que sostuvieron por miles de años la civilización. No se diga el ataque contra la fe judeocristiana, que entre Nietzsche, Camus, Sartre y otros muchos de sus acólitos, cuestionaron y metieron a las aulas hasta sacar a Dios, primero de las escuelas y finalmente de la mayoría de los hogares, quedando apenas dos remanentes, antagónicos con vida que se mantienen firmes (antagónicos a causa de sus creencias, aunque para los incrédulos sean lo mismo).

    Los primeros, que son los más, son los que conservaron la fe sostenidos en la tradición y la simple costumbre. Los segundos, los que creyendo solamente en Dios y las Sagradas Escrituras, nutren su fe del mensaje divino sin transigir por tanto con las conductas del ateísmo pragmático de la aldea global, repudiando a la vez el sincretismo de la tradición y las costumbres, lo que les convierte —quiérase o no—, en objeto cotidiano de discriminación. Es difícil para el incrédulo carente de orden y disciplina, tener frente a sí, vidas que le representan todo lo que él fue enseñado a rechazar. Claro, le muestran sin palabras un modelo de vida que le dijeron no es posible, pero que la realidad le exhibe otra cosa. Una realidad que le muestra un mundo superior en el plano espiritual que él desconoce y rechaza sin bases valederas.

Las masas de hombres (y mujeres) posmodernos que se rebelan ante todo y por todo, que aseguran ser tolerantes, pero que conceden más valor a las mascotas que a las personas; que no paran de hablar de libertad y gran parte de ellos son esclavos de vicios, drogas y pasiones desbordadas; que son ciegos sin embargo en lo que sucede al otro, al prójimo, a su entorno social. Su ligereza de pensamiento y formación egoísta les ha conducido a esa invidencia.

    Esto se observa claramente en la necedad e intransigencia de los manifestantes profesionales, que reclamando “derechos” pisotean con furia y  menosprecio los derechos de la mayoría, destruyendo a su paso lo construido con el esfuerzo y dinero de los que trabajan y observan la ley. Incapaces de razonar a causa de su espíritu violento, pasan de largo y destruyen como marabuntas o hunos de Atila cuanto encuentran por su camino, sin pensar siquiera que los GOBERNANTES JAMAS CONSTRUYEN NADA CON SU DINERO (al contrario, buscan la manera de llevarse lo más que pueden), de manera que lo que destruyen es parte del patrimonio social, del esfuerzo e impuestos  pagados por los que SI trabajan (y carecen de tiempo y educación para andar de vándalos).

No ven jamás el daño a los bienes del otro, al tiempo del otro, al traslado del otro, a su vehículo, al enfermo en traslado, al que perdió el trabajo o la cita para tal. Se abrogan derechos sobre todo cuanto existe a su paso, pisoteando en su soberbia e intransigencia el estado de derecho y la libertad de los demás que siempre son mucho más que ellos y violando abiertamente el artículo 9º constitucional (en el caso de los mexicanos), entendidos que en cada país la turba viola su propia ley.

Y es que, al repudiar los valores que por milenios sostuvieron la moral pública y privada, rompieron el orden. Simplemente: ¿dónde quedó el Decálogo? ¿Cómo entienden gobiernos y nuevas sociedades el mandato de no matar?, si en nuestro país se cometieron al menos 34 mil asesinatos en el año 2018 y en lo que va del presente van 26,629. Es aberrante e inaceptable que gobierno y nuevas sociedades se interesen más por los ‘derechos humanos’ de los delincuentes que por la detención y proceso de los mismos (ni qué decir del olvido para las víctimas y la reparación del daño), promoviendo una impunidad jamás vista.

Ante la falta de espacio, nos limitamos a señalar que hay un engreimiento a causa de conocimientos y posturas políticas que han mostrado su fracaso total. Un fracaso que es probable no sea aceptado y mucho menos reconocido, y que si llega a suceder, quizá sea demasiado tarde (la soberbia siempre será mala consejera).

En su maravillosa y sorprendente obra, con maestría y sarcasmo, George Orwell describe un sistema político imperante muy semejante al que padecemos. Entre otras cosas que critica su anti utopía, es por cierto las premisas del gobierno dictatorial de su novela: “LA GUERRA ES PAZ, LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES PODER”,

En su libro 1984, escrito entre los años de 1947-48, se considera a la historia un enemigo peligroso, fuente de ideas que la nueva sociedad no debiera conocer, razón por la que el gobierno dictatorial crea el “Ministerio de la Verdad”; dependencia en la que todas las cosas (incluida la literatura) se están reescribiendo: “Por lo tanto, la historia se vuelve a escribir sin cesar. Esta falsificación día a día del pasado… es tan necesaria para la estabilidad del régimen”, de ahí que en otra parte la obra advierta: “quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado” ¿Algo así como que los que mataron al empresario Garza Sada ahora quieran presentarlos a las nuevas generaciones como supuestos héroes?, sobre todo si se toma en cuenta que algunos de los que le gritaban al último presidente emanado de la Revolución Mexicana –al pasar por abajo de su balcón en Palacio Nacional durante sus manifestaciones (1968)-: “¡no queremos Olimpiada, queremos revolución!” (tomando como modelo la soviética y la cubana y repudiando la nuestra, que costó un millón de vidas) ¿Querrán controlar el pasado también y reescribir la historia nacional?

Como humanidad hemos caminado mucho trecho, una larga historia nos advierte lo bueno, lo regular y lo malo que hemos hecho. Lamentablemente hemos llegado a un punto en que como en la novela de Orwell muchos gobiernos pretenden engañar a sus gobernados a través de un maniqueísmo vulgar y absurdo, mientras que las turbas carentes de visión y disciplina alguna intentan sumir a la aldea global en el caos. Cabe aquí la pregunta que se hiciera al respecto el rey David y con esto concluimos “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y rebelan contra su Ungido (Mesías)” (Hechos 4:25-26).

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

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Sólo en México pueden ocurrir semejantes cosas, que un fugitivo de la justicia de pronto, por arte, no de magia, sino del agua bendita del nuevo presidente, se convierta en Senador de la República. Es el caso de Napoleón Gómez Urrutia, un líder sindical con un historial negro, que a diferencia de Carlos Romero Deschamps (hoy en declive político), es amigo y protegido de López Obrador.

     Y es que, como todos sabemos, en el actual gobierno ‒si es que se le puede llamar así a este grupo de improvisados para los que el estado de derecho y la aplicación de la justicia no existen y cuando intentan hacerlos valer, lo hacen a contentillo y gusto personal (no en base a lo establecido en las leyes correspondientes)‒: escaños, curules, secretarias de estado y direcciones, fueron y están ocupados por personas ajenas al perfil requerido.

     Para el actual presidente la capacidad y la inteligencia que los cargos reclaman y requieren puede suplirse con amiguismo, con que le hayan apoyado en su campaña es suficiente (quizá apoyado económicamente también). De otra manera no se pude entender y mucho menos aceptar que el ya referido fugitivo líder minero, además de no ir a la cárcel, haya sido postulado y elegido como senador ¡Ver para creer!

      Un hombre que además de su terrible historial, de vivir por años en Canadá con estilo de magnate; en nuestro país gusta ir acompañado con un séquito de guardaespaldas impresionante, y si se trata de un acto público, con una coreografía integrada por incondicionales de su sindicato minero; evoca sin duda los peores tiempos y ejemplos de ese gremio.

     Y que conste, no se está hablando mal del sindicalismo, expresión legítima y necesaria para la unidad y defensa de los trabajadores, para los equilibrios sociales y económicos. No, se está señalando ese sindicalismo charro, gansteril, extorsionador de la fuente de empleo, y manipulador y controlador del trabajador. Vividores ajenos al dolor y problemas del obrero y trabajador, los cuáles utilizan como bandera y pretexto para sus deleznables propósitos, para continuar son sus faraónicos y opulentos estilos de vida. Y todavía tienen el descaro de hablar a nombre del proletariado: ¡cínicos, desvergonzados!

     No, los verdaderos líderes sindicales son individuos sensibles a la necesidad del otro, a la búsqueda de soluciones que ayuden a su agremiado, sin acabar con las fuentes de empleo; a las que no ven como enemigos ni explotadores, sino como generadores de trabajo y riqueza, sirviendo ellos como mediadores sociales para un reparto mejor y más equitativo del capital. Individuos con ideales pero sin fobias, con metas generosas pero ajenos a fanatismos radicales (producto de la envidia y el revanchismo), entendidos de su rol social por el cual luchan aun en medio de la incomprensión de muchos y el desprecio del charrismo gansteril de los grandes grupos.

     Así que la iniciativa de Napoleón Gómez Urrutia de que la práctica del outsourcing se penalice y equipare con delincuencia organizada, es muestra irrefutable de su anti sindicalismo, de su mente corrompida que muestra sin retoques su falta de interés por la mejoría y futuro de los trabajadores. De su gatopardismo en perjuicio de sus agremiados.

     ¿Acaso desconoce este individuo que los juicios laborales son en este momento, y desde hace muchos años, la principal causa de los bajos sueldos que se pagan en México? ¿No sabe acaso que por estos juicios los patrones (micro, pequeños y medianos) no se atreven, claro, los que sus negocios se lo permitirían, a aumentar los salarios con generosidad ante el temor real de que sus 4,8,12 , 20 ò 60 trabajadores, en algún momento y azuzados por un mal dirigente, demanden su negocio y se vayan a la ruina? Por supuesto que lo sabe, pero como las aves carroñeras, viven del despojo.

    La falsa izquierda que padece la clase trabajadora mexicana es el peor ejemplo de esta expresión política. Se trata de meros vividores, dominados como ya se dijo por la envidia y el revanchismo de clase para hacerse de los bienes del que ha trabajado duro, hecho un capital y creado fuentes de empleo.

     Si realmente fueran de izquierda, leyeran un poquito siquiera, y analizaran las condiciones laborales, económicas y sociales del mundo posmoderno, se hubieran enterado ya de que su visión sindical tiene casi una centuria en quiebra. El sindicalismo del siglo XXI requiere de una visión y conceptos totalmente opuestos a los del señor Gómez Urrutia y demás camaradas.

    El mundo y México en particular requieren de un sindicalismo que bùsque la prosperidad de la fuente de trabajo, que en lugar de quererla extorsionar o acabar (como lo han hecho algunos hasta hoy): encontrar fòrmulas a través de la producción y las utilidades de los negocios y empresas que mejoren los ingresos, calidad y condición de vida de los trabajadores. Que el estúpido negocio de las demandas se acabe para siempre y solo queden para casos en los que la parte patronal (luego de un proceso rápido que lleve a la verdad) haya abusado del trabajador; que los chismes y las mentiras de tanto ‘torero’ y vividor del negocio de las demandas se acaben para siempre. Que los despachos llamados ‘talibanes’ dejen de existir.

      Que los líderes sindicales dejando su postura extorsionadora e inquisitorial contra las fuentes de trabajo, busquen a diputados y senadores para que elaboren una nueva legislación en la que se incluya, además de un seguro de desempleo por dos o tres meses, un acceso seguro a la jubilación pero no controlada por el IMSS. Legislación a la que se deberá de incluir la posibilidad de dar de baja a un trabajador malo, flojo o informal sin perjuicio para el empleador, al mismo tiempo que se estimulen los buenos sueldos (sin que ello represente una carga que acabe con los negocios, como sería el derecho al seguro social con el mismo sueldo, pues la mayoría no podría cubrir sus altas cuotas).

     En síntesis: el problema es serio y requiere que las cámaras se involucren y busquen la manera sabia y justa de cuidar a patrones y trabajadores y mejorar el nivel de vida de los mexicanos. Nada de revanchismos ni posturas que solo han traído pobreza, atraso y divisiones.

     Concluyamos: la aclaración que le hiciera Bill Clinton a George Bush «es la economía estúpido» sirve también para otras muchas cosas, en este caso, al añejo problema que padece México: el uso y abuso indiscriminado de los juicios laborales, que dicho sea de paso, son la principal causa de los bajos salarios y plaga para la planta productiva nacional. Sobre todo para las PYMES que son las que ofrecen el 80 por ciento de los empleos en este país. De manera que lo menos que necesita México es que un aburguesado líder minero quiera penalizar el outsourcing como ‘delincuencia organizada’ (que en muchos, pero muchos casos, es la respuesta a la debilidad económica de los negocios y empresas y una manera de protegerse ante la marea asfixiante de los juicios laborales) cuando el problema real es otro y ese es el que hay que resolver: «no es el outsourcing estúpido, son las demandas»

¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!

 

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