Opinión

Nos hemos ido sumiendo como nación en el pozo de la decadencia. Nunca antes se había hablado tanto de corrupción como en el presente y nunca había llegado ésta a los límites que se encuentra, ni qué decir de la violencia, los asesinatos y la inseguridad en general. Ríos de sangre han corrido en lo que va del siglo y casi toda derramada al amparo de la impunidad.

     En una esquizofrenia total se clama a gritos para que se detengan los crímenes y al mismo tiempo el estado, ONG’S y demás, invocan los derechos humanos en prevención y protección de los criminales, dejándose a las víctimas y a los dolientes sin justicia y en impotencia total.

     México es el reino de la impunidad, ni el gobierno federal, ni los estatales, ni los municipales hacen nada efectivo por detener esta avalancha sangrienta que enluta año con año decenas de miles de hogares. En lo que va del siglo XXI nuestro país pareciera ser un país de asesinos y narcotraficantes. Duele mucho escribirlo, y no es así, pero visto desde fuera y en muchos sectores de la población, así pareciera ser y así es en verdad. Hay pueblos enteros donde su gente son asesinos y delincuentes.

      Y no fue por generación espontánea, y aunque como teólogo distingo con claridad un factor de origen, como periodista debo señalar que ha sido el relajamiento, debilitamiento y desinterés del estado mexicano en todas sus instancias (por aplicar la ley) lo que ha permitido que esta vergüenza y calamidad nacional nos aflija de costa a costa y frontera a frontera; aún, cuando muchos medios corruptos le hagan el juego a los gobiernos y un día digan una cosa y al siguiente le acomoden. La realidad es eso: realidad.

     Parte de ese relajamiento obedece a una mal entendida separación de poderes, a una ignorancia supina del Poder Judicial (federal como estatales) de su rol social, así como a una condenable indiferencia de los Poderes Ejecutivo (federal y estatales); los primeros por convertirse en meros burócratas chambones ―y no pocos en mercaderes de la justicia― olvidando de manera total que su función básica y trascendente es IMPARTIR JUSTICIA; mientras que los segundos, encogerse de hombros y dejar que cada quien haga lo que le venga en gana, aunque como todos los mexicanos sabemos, no pocos de estos virreyes de opereta se han dedicado a amasar insultantes fortunas que ni ellos ni sus estigmatizadas familias se podrían gastar jamás.

     Las advertencias certeras del entonces candidato Luis Donaldo Colosio (emanada la siguiente de los Evangelios) cada vez suenan más fuerte sin que secretarios, jueces, magistrados y ministros quieran oírlas. De hecho, es probable que la mayoría las desconozca pues si no leen ni los expedientes, mucho menos se darán por enterados de la denuncia de este mártir de la democracia: “¡Veo un México con hambre y sed de justicia!”

     La sociedad mexicana se encuentra profundamente agraviada a causa de tanta violencia e injusticia, dolida por los abusos de tanto funcionario prepotente, indiferente a sus necesidades y reclamos, de las legiones de inspectores y policías corruptos y extorsionadores, de otra manera no se podría entender que hayan votado por un candidato que carece del perfil adecuado para la presidencia, pero que les prometió hacer lo que ellos les han negado hasta ahora. El cansancio y el hastío se hicieron presentes en las urnas.

     Un dato simple: en lo que va del año 2018 y según datos de las Cámaras patronales en Jalisco, los delitos en contra de sus agremiados han aumentado en un 60 por ciento.

     ¿Para qué sirve la enorme cantidad de policías municipales, estatales y federales? ¿Para qué sirven tantos y tan costosos juzgados penales, estatales y federales, si tenemos en Jalisco una impunidad de casi el 99 por ciento? Resulta una soberana estupidez y un acto supremo de ofensa a los ciudadanos, tutelar celosamente los derechos de los delincuentes, sin antes hacer justicia a las víctimas y asegurar la reparación del daño.

      En la mayor parte de los casos tenemos jueces de adorno, de utilería, individuos que no quieren comprender su función social a la cual no ligan jamás con el quehacer público y el buen funcionamiento de la República. Pedir que conozcan el Contrato Social como nos enseñaron en la facultad de derecho (U de G.) en los años ’60 quizá sería mucho pedir pues es probable que no sepan ni quien es J. Jacobo Rousseau, mucho menos Thomas Paine.

       Por si no fuera suficiente para México este cuadro de desgracia e injusticia suprema, los demócratas del país vecino (durante el ejercicio del poder) movieron y presionaron al gobierno mexicano para que implementara el modelo judicial que ellos tienen, pues la idea era que en un plazo no muy lejano nos uniésemos Canadá, Estados Unidos y México al estilo de la Unión Europea. No contaban que el señor del copete naranja le arrebataría la presidencia a Hillary Clinton.

     Un modelo (Nuevo Sistema Penal Acusatorio) totalmente inútil e incompatible con la idiosincrasia del mexicano (tan proclive a mentir) y que solo ha servido para que la impunidad crezca y amenace con el caos total (que dejaría al país en manos de la delincuencia al carecer de un estado fuerte que ponga orden y haga valer la ley).

     Y es que, mientras que en las Procuradurías (o Fiscalías, es lo mismo) no avanzan las averiguaciones hoy llamadas “carpetas de investigación” y la mayoría se archiva o se detienen a gusto de ciertos litigantes poderosos (acrecentándose hasta el infinito la impunidad); los jueces de control, al menos la mayoría, juegan a ser jueces gringos a través de la tecnología de las salas, exigiendo formalidades que ni ellos guardan en su presentación personal, mucho menos en sus acciones, pues los ofendidos o denunciantes van en busca de justicia ¡JUSTICIA!, no a prestarse a farsas legaloides de juicios que solo existen en la fantasía judicial, una fantasía lesiva para la República y para la estabilidad nacional.

     Digámoslo abiertamente, no se necesitaba de un nuevo sistema penal, se necesitaba simplemente que se hiciera valer la ley y pusiera un alto a jueces y policías que se habían desviado de sus deberes. Mientras no haya un gobierno que ponga orden, no existirá sistema judicial alguno que sirva en un país donde a los impartidores de justicia solo les importa su cheque (y a otros los negocios).

     Algo más, la democracia es mucho, pero mucho más que las elecciones, es un sistema donde la sociedad vive armónicamente bajo el imperio de la ley. Punto. Nos despedimos entonces con las palabras de Alexis de Tocqueville: “Aquellos que consideran el sufragio universal como una garantía de la bondad de la elección son unos ilusos. El sufragio universal tiene otras ventajas, pero no ésa”. (La Democracia en América, Alianza Edit. pág. 187). Las elecciones fueron una petición generaliza de justicia, sin la cual no hay ni paz ni libertad.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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En lo personal jamás creí que López Obrador ganara las elecciones, las encuestas no me decían nada, carecen de credibilidad, el que paga manda, dice el viejo refrán, y el mundo político mexicano (que incluye medios, publicidad, encuestadoras, etc.) no se caracteriza precisamente por su ética. Los resultados de las encuestas en 2012 y 2015 son prueba irrefutable de su falta de confiabilidad ¿Por qué creer en ellas ahora sí, porque AMLO o sus ‘amigos’ las pagaban? (obviamente que del bolsillo de los mexicanos).

     En fin, el resultado con todo y la sorpresa, lo cierto es que le favoreció y así es la democracia, se gana y se pierde (aunque él y sus seguidores no saben perder, siempre se dan a robados). La cuestión es que con carro completo lo cual provoca temores bien fundados: unos venidos de nuestra historia, los otros de la tentación que puede producir esta situación a un hombre autócrata como Andrés Manuel (aunque desde el lunes 2 de julio ya todo mundo le vea solo bondades al que un día antes era un peligro para el país ¡Cosas veredes, Mío Cid!).

     Ahora bien, la metamorfosis sufrida el domingo de las elecciones por López Obrador, es semejante a la salida de la pluma de inglés Robert L. Stevenson. Y es que de pronto el agresivo Mr. Hyde se convirtió en el honorable Dr. Jekyll.

     El discurso en el Hotel Hilton resultó impecable, propio de un demócrata, de un defensor de las instituciones y el orden público, que de no conocer el testimonio de AMLO, lo más posible es que hubiera atrapado mi simpatía. Sin embargo la experiencia de la vida, pero sobre todo, el conocer de tantos años la conducta pública del presidente electo obligan la duda. Esperar que sus palabras tengan el aval de las acciones para ser creídas. Antes no, jamás.

     Como decía pues al principio, los resultados de las elecciones me produjeron una sorpresa, aunque viéndolo bien, como afirma la sabiduría popular “la cuchara saca lo que hay en la olla”. No podemos esperar un voto producto de una sociedad políticamente madura, cuando en ese sentido vamos en franco retroceso y redes sociales y rumores se han convertido en el menú de las masas. Historia, análisis, y reflexión, son ejercicio de unos cuantos antes de votar, cuya suma no cuenta frente a la masa justamente indignada, contra las multitudes manipuladas (que se tragaron el cuento de que el PRI es el monstruo causante de todos los males de este país; ignorando entre otras cosas, real o voluntariamente, que desde AMLO y la mayor parte de su plana mayor son expriístas, aunque claro, el agua bendita de su líder ya les purificó de toda corrupción en la que se hayan visto involucrados; además de que la putrefacción de este cáncer que ha llegado a la metástasis se encuentra en todos los partidos políticos por cuanto se integran por humanos, corruptos, claro está).

     La semana pasada recordamos al primer ministro italiano Aldo Moro, cuyo último artículo publicado en el diario Il Giorno, afirmaba lo que acabamos de decir en el párrafo anterior, que la cuchara saca lo que hay en la olla: “Lo cierto es que ni en tiempos normales ni en tiempos de crisis sociedad y clase política son tan diferentes ni tan contradictorias como a veces se afirma con cierto simplismo y quizá con malicia. El personal político es el reflejo del país tal como es” (3 de marzo de 1978).

     Si se revisa la lista de los senadores y diputados que se subieron al carro del ganador AMLO, hay nombres como el de Nestora Salgado y Napoleón Gómez Urrutia, por mencionar algunos, que en tiempos normales y en una sociedad con un pensamiento informado, sano, equilibrado y donde reinara la ley, sería imposible que individuos con semejante perfil e historial llegasen al Senado, en todo caso a la cárcel. ¿Estamos tan mal que la advertencia de Moro en su artículo se ha convertido en vaticinio cumplido?

     En lo personal no creo que estemos tan mal. Es demasiado exceso. De ahí que el presidente electo tendrá que mostrar lo antes posible que este tipo de alfiles no son para dar el jaque mate a la República Mexicana y que no existe ningún temor de un cambio de rumbo hacia la temida dictadura. Que sus palabras y propuestas en búsqueda de la unidad (que el mismo resquebrajó con su conducta y agresivas palabras muchas veces también a través de sus seguidores) son sinceras y no se trata de una mera ‘luna de miel’ artificial producto de la transición política.

     Ciertamente la unidad política de un país no es tarea sencilla, de ninguna manera, es un asunto por demás complicado que conlleva un enorme esfuerzo de todas las fuerzas políticas y la sociedad en conjunto. Pero como escribiera Aldo Moro con esa precisa y clarísima visión:

―“Llegar a la unidad comporta una gran comprensión de los hechos, una visión conjunta, la busca de equilibrios justos, y un verdadero esfuerzo de organización… repitámoslo, no se trata de alquimia, de artificio, de cortinas de humo, sino de una reflexión seria sobre los elementos en juego, de una busca de compatibilidad, de una valorización y de la unidad de la diversidad.

     Y si a la dificultad de la composición del marco social se añade la instauración de relaciones inusitadas ―y por ende difíciles de imaginar, de construir y de hacer aceptar― se tiene el derecho de pedir al país, aunque tenga razones para estar inquieto, que comprenda una labor aparentemente nimia, que justifique cierto ritmo, y que confíe en el esfuerzo que se realiza para enfrentar una situación difícil que implica una elaboración política de cierta sutileza” (Giorgio Campanini, Biografía de Aldo Moro, Ed. Gedisa, España 1989, págs. 137-138).

     Así que dependerá del propio presidente electo y de su gente que los mexicanos que no votamos por él creamos a sus palabras. La unidad y destino de la República está en sus manos, sus deberes legales y morales son muchos y para todos (no solo con los suyos pues no se votó por el presidente de Pejelandia, sino de todo México). Es tiempo de mostrar su verdadero valor, justicia y honradez, pues de farsantes, corruptos y mentirosos los mexicanos estamos hastiados.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Han llegado demasiado lejos. La arrogancia, violencia, el descuido absoluto en las acciones y el lenguaje entre muchos de la clase política, exhibe un cuadro desagradable, por no decir repugnante, en el que como se aprecia, la inmensa mayoría no entiende los asuntos elementales de la política, la cual confunden en simple negocio para enriquecerse y hacerse del poder lo más pronto posible, asociándose a la manera de pandillas lo que antes eran partidos políticos, distorsionando y corrompiendo una actividad tan importante y necesaria para todos los pueblos como es la política.

     Nos recetaron una laaaaarga y costosísima campaña electoral, que en el caso de ya sabes quién, duró dieciocho años, derrochándose entre todos, decenas de millones de pesos tirados literalmente a la basura pues nadie se interesaba en sus anuncios (58 millones 536,576 spots que tenían a los mexicanos hartos con sus banalidades, mentiras y en no pocos casos, estupideces); dinero que hizo falta en hospitales, agua potable y otras urgencias sociales. ¿Cómo aceptar que en Jalisco muchos pacientes no eran atendidos de sus problemas de riñón (diálisis), como también por falta de medicamentos o materiales quirúrgicos, mientras que todos los días se tiraban a la basura  —bueno, a los bolsillos de los dueños de los medios de comunicación— esos dineros que hacían falta en atención para el pueblo. Ese pueblo al que quitan esos recursos para dárselos a próceres que no solo tienen pies de barro como la estatua vista por Nabucodonosor, sino que todos son de barro, peor aún, mal hechos, toscos e impresentables en muchos casos.

     Así que haber visto y escuchado a la dizque Yeidckol Polevnsky Gurwitz (que en realidad se llama Citlatli Ibañez Camacho, —en 1968 que entré a la Facultad de Derecho de la U. de G.. me enseñaron que estaba prohibido cambiarse el nombre pues presuponía la intención de evadir responsabilidades y cometer ilícitos—) quien, en una rueda de prensa, con insoportable petulancia y en una pose de perdonavidas (si fuera realmente presidenta de un partido político se comportaría como tal, pero no, se exhiben lo que son, simples testaferros) se atrevió a decir: “Yo soy presidenta de Morena y yo si me voy a meter y voy ir al fondo. ¡Que no se atrevan a querer un fraude porque sí se van a encontrar con el diablo” (El Financiero, 29/Jun/2018).

     ¿De qué habla esta señora? ¿Cuál fraude, acaso ignora, que no es de creerse, los cambios y mecanismos electorales que le han costado tantos años y dinero al país para que esto ya no ocurra, que tal cosa ya no es posible? Es obvio que al sentir perdida la elección a pesar de tantas mentiras, de pagar múltiples encuestas y legiones de guerrilleros en la red (para sembrar mentiras a favor de ya sabes quién, gatilleros cibernéticos que hubieran hecho palidecer de envidia al mismo Goebbels) perdió toda compostura y dejó salir a la anarquista que mora dentro.

      Está rotundamente equivocada esta mujer, así como muchos otros políticos y candidatos de otros partidos. Los ciudadanos no somos ganado ni estamos marcado con fierro como si fuésemos propiedad de establo alguno. Hablan de democracia, pero se comportan como casas reales que se estuvieran disputando a súbditos sin derechos ni valor alguno. No se equivoquen, somos personas con dignidad, derechos y pensamientos propios y como tales les merecemos todo respeto; quizá algunos no entienden esto a causa de su soberbia y patanería congénita, pero están obligados a hacerlo. Cuando menos a intentarlo.

     Thomas Paine, el revolucionario de América y Europa en el siglo XVIII condenaba todo tipo de insolencia en el poder público: “Un gobierno insolente es despótico, pero cuando se le añade el desdén se convierte en algo peor, y pagar por ser desdeñado es el extremo de la esclavitud”(Los derechos del hombre, FCE, pág. 134).

     Aldo Moro, catedrático, legislador constitucionalista de Italia y dos veces primer ministro de ese país (a quien algunos comunistas violentos asesinaran), advertía también acerca de la insolencia y cómo debe de ser el comportamiento de los políticos: “La insolencia y el desorden han interrumpido en la vida social, de manera nueva o con formas nuevas… —como lo acaba de hacer la presidenta del partido de referencia— Las conclusiones políticas deben ser tratadas con la necesaria mesura y prudencia. Quienes tienen la responsabilidad de comprender, de proponer, de dirigir, y quienes podrían ser legítimamente acusados de complicar lo que es simple, deben actuar con más prudencia y mesura que otros… teniendo en cuenta que en política nada es simple y, por el contrario, todo es complejo. Pero lo que es complejo es igualmente susceptible de desarrollos positivos” (artículo de A. Moro titulado “Para vencer la violencia”, 27/mayo/1997, y publicado en el diario Il Giorno).

     Al escribir este artículo todavía no se celebran las elecciones y esta mujer, su patrón y sus huestes, salen con semejantes insolencias que no podemos admitir. De ninguna manera. El pueblo mexicano está harto de tanto vividor del erario a cuya ubre se le han pegado toda clase de alimañas (sin distinción de partido), de legiones de hombres y mujeres enfermos del corazón y de la cabeza que se creen próceres esperados cuando son simples ambiciosos de poder y dinero que solo han sumido al país en la desesperación, violencia y pobreza, aunque en muchísimos casos, son seres violentos alérgicos al trabajo y enormemente productivos en la destrucción.

      Así que lo que menos necesitamos ahora son amenazas, ni de esta mujer, ni de nadie, menos de la clase política. México requiere de los mejores ciudadanos, de hombres y mujeres de bien, capaces de someterse al imperio de la ley y de llegar al cargo, someter a ese imperio a la fauna delincuencial que azota al país de frontera a frontera y de costa a costa. El pueblo agobiado y cansado eso espera, no insolencias y amenazas de quienes pretenden equivocadamente el poder a la fuerza.

NUEVO LIBRO

     Hago del conocimiento de mis amigos y lectores en general, que he publicado mi nuevo libro titulado «PERIODISMO PARA GOBIERNOS SORDOS» el cual lo pueden adquirir en la cadena de Librerías Gonvill o directamente con el autor (basta enviar un correo a mi dirección electrónica que aparece al final). Espero que la lectura sea de su interés y agrado. En cuanto a las elecciones, quiera Dios (no creó en Alá, por eso no digo ojalá) que quienes voten usen la inteligencia y no las vísceras pues el destino de México está de por medio.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Origen muchas veces es destino, que en el caso del falso partido llamado MORENA, y digo falso porque tiene dueño, lo que no tiene es ideología, y menos de izquierda, ya que se trata de una agrupación integrada básicamente por anarquistas (empezando con MALO) a la que se han agregado delincuentes de todo tamaño, maistros de la CNTE (que suena como pleonasmo por cuanto son delincuentes), vándalos, marchistas profesionales, vividores, ex presidentes del PAN, resentidos sociales y demás.

     En primer término, habrá que señalarse que su nombre MoReNa(Movimiento de Regeneración Nacional) obedece a la admiración que López Obrador le profesa a Ricardo Flores Magón; un anarquista de la época revolucionaria, dueño con sus hermanos de un periódico llamado justamente así: «REGENERACIÓN»– Hombre al que nadie daba gusto y sólo él se sentía apóstol de los desposeídos (Ley de grupo).

     Un individuo espiritualmente impío, sin respeto por nada ni por nadie (excepto por él mismo), al que en su confusa mente solo cabía la idea de redimir a los pobres, aunque para ello tuviera que pasar por todos y por todo sin importar las consecuencias. Su ataque continuo contra lo que él llamaba la «trilogía maldita» concede una idea de quien era este falso apóstol (al que tanto idolatra López Obrador); trilogía compuesta, según su mente y corazón enfermos, por «el Capital, la Autoridad y el Clero».

     Y para que el lector poco enterado de quién era Ricardo Flores Magón y cómo pensaba, le anexamos algunas frases de este hombre de palabras y actos violentos, publicadas en su periódico Regeneración (del que MORENA toma su nombre) pero que era en realidad el órgano oficial de los anarquistas:

El hombre que ajusta sus actos a la Ley podrá ser, a lo sumo, un buen animal domesticado; pero no un revolucionario…”. “La Ley es un freno, y con frenos no se puede llegar a la libertad. La Ley castra, y los castrados no pueden aspirar a ser hombres” (Regeneración, 10/Sept/1910).

“Queden, pues, la Ley y el Orden para los conservadores y farsantes” (Regeneración, 12/Nov/1910).

“He recibido insinuaciones de muchos maderistas… para que acepte algún cargo en el llamado gobierno ‘provisional’, y el cargo que se me dice acepte es el de Vicepresidente de la República. Ante todo debo decir que me repugnan los Gobiernos” (Regeneración. Ricardo Flores Magón, La Revolución Mexicana, Editorial Grijalbo, México 1970, pag. 21).

“Sabedlo de una vez: derramar sangre para llevar al Poder a otro bandido que oprima al pueblo es un crimen… han fecundado… en el pueblo una sola ambición: la de un cambio en los hombres del Gobierno. Ya no se soporta a los hombres actuales; se les odia con toda la fuerza de un odio por tanto tiempo comprimido” (Regeneración, 3/Sept/1910).

“El cristianismo vino después a agravar la situación de la mujer con el desprecio de la carne. Los grandes padres de la Iglesia formularon los rayos de su cólera contra las gracias femeninas; y San Agustín, Santo Tomás y otros santos, ante cuyas imágenes se arrodillan ahora las pobres mujeres, llamaron a la mujer hija del demonio, vaso de impureza y la condenaron a sufrir las torturas del infierno” (Regeneración 24/Sep/1910).

“La República burguesa ya no satisface a los hombres inteligentes y de buena fe… La República burguesa es un cadáver…  El deber de los verdaderos revolucionarios es cavar una fosa y arrojar en ella a la república burguesa” (Regeneración, 11/Feb/1911).

“No queremos luchas fraticidas, no queremos sangre, no queremos guerra’, dicen los timoratos… ¡Qué horror! En verdad, compañeros, nada tiene de agradable el espectáculo que ofrece la guerra; pero la guerra es necesaria” (Regeneración, 17/Dic/1910).

“Mientras se reconozca el derecho a la propiedad individual, el proletariado será esclavo de las clases ricas e intelectuales”(Regeneración, 15/Abril/1911).

“Los liberales radicales vamos a expropiar a la clase poseedora, durante ese grandioso movimiento, y a sangre y fuego, la tierra y la maquinaria de producción para el libre disfrute de todos y cada uno de los habitantes de México” (Regeneración, 3/Jun/1911).

“¿Quiere paz la burguesía? ¡Pues que se convierta en clase trabajadora! ¿Quieren paz los que la hacen de autoridad? ¡Pues que se quiten las levitas y empuñen, como hombres, el pico y la pala, el arado y el azadón!”(Regeneración, Ibid, pág. 109)

“Esa es nuestra tarea, hermanos de cadenas: aplastar al monstruo, por el único medido que nos queda: ¡La violencia!… Desheredados: nosotros somos los más: ¡nosotros triunfaremos!… Camaradas: nada logrará que los mexicanos se aparten de la lucha… ni la amenaza de los esbirros de ese pobre payaso que se llama Francisco I. Madero”(Regeneración, Ibid, pág. 111).

“El único medio, el medio eficaz que tiene que emplear el desheredado de todo el mundo para destruir el sistema actual, y es este: el fusil, la dinamita y la expropiación” (Regeneración, Ibid, pág. 116).

     Este era el pensamiento de Flores Magón, publicado en su periódico REGENERACIÖN del cual López Obrador tomó el nombre para su negocio personal (eufemísticamente llamado “partido”) haciendo suyas también las propuestas. Su testimonio de vida así lo comprueba, y aún cuando en este proceso electoral se haya vestido con piel de oveja(engañando a muchos ingenuos y desinformados) no deja de ser un lobo. Un simple anarquista, el de siempre.

     Su unión con los violentos maistros delincuentes de la CNTE, con los ayotzinapos, con el prófugo Napoleón Gómez Urrutia, con la “comandante” Nestora Salgado, con tantos y tantos individuos y grupos caracterizados por la violencia y la improductividad, que se sienten robados de los que trabajan pero que al trabajo jamás le entran (claro, para trabajar se requiere de ser hombre de verdad, íntegro, comprometido con su familia y el país) son la prueba fehaciente de quién es López Obrador y qué es MORENA. El destino de México está de por medio y el voto es el que define ese destino. Enhorabuena que los ciudadanos decidan su voto con el cerebro y no con el estómago, con conocimiento y no con manipulación mediática o de otro tipo.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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