Opinión

Cuando el ciudadano se entera (casi siempre a través de los medios) que el gobierno no aplica la ley bajo el pretexto de que no está “tipificado” el delito, le queda claro que es un simple pretexto para no hacer cumplir la ley. Es obvio que la ley no va a clasificar todas las conductas delictivas de manera específica y detallada, sería imposible pues las inclinaciones a la maldad del ser humano no tiene fin y se nutren conforme a condiciones, tiempos y circunstancias imperantes (en las actuales impera la impunidad; el desinterés casi absoluto por hacer cumplir la ley).

Por siempre, cuando había gobierno en México, si el delito cometido no estaba delineado de manera precisa en el Código, el ministerio público y el Juez de la causa buscaban los delitos más parecidos al cometido por el procesado para enjuiciarle, cuidando desde la averiguación que quedara muy precisa y bien narrada la conducta delictiva del detenido-procesado, resultándole imposible a la defensa sacar a su cliente por un simple resquicio huizachero y legaloide (como lo hacen hoy en día con la evidente complicidad de los jueces). Los abogados buscaban entonces la manera de disminuir las penas, de eliminar o diluir conductas agravantes, de restituir los daños causados, etcétera.

     En el siglo XXI la mayoría de jueces y procuradores parece que están para defender a los delincuentes. Y si no es su posición, ante el pueblo se han ganado esa imagen. Existe más de un 98 por ciento de impunidad en México y en buena medida es causa de policías corruptos o incapaces (al efectuar la detención y consignación), de agentes del ministerio público en idéntica posición, y jueces, que aunque no se quiera pensar mal, sus resoluciones les colocan a nivel nacional de indolentes, incapaces de hacer justicia a una sociedad multi agraviada y dolida en gran manera. Lo que es peor: acusados por no pocos abogados penalistas por corruptos, por poner elevadísimas tarifas para hacer de la justicia una simple mercancía solo al alcance de los ricos y los poderosos.

Los Congresos tanto en lo federal como en lo local se han convertido en la casa del absurdo. Nunca en nuestra historia se han elaborado tantas leyes, sin embargo quizá también nunca de hayan incumplido como en el presente siglo XXI. Le cuestan al pueblo verdaderas fortunas y no son sino meros palenques de grillos desligados absolutamente del pueblo que dicen representar.

El pueblo mexicano en todos sus niveles está cansado de tanta delincuencia, de tanta corrupción, de tanta impunidad. Gobernadores mega ladrones, diputados y senadores frívolos y dedicados a la grilla y a como aumentarse y llevarse el presupuesto, son apenas la punta de un iceberg de podredumbre. Se regodean con la palabra «democracia» y ni siquiera comprenden su significado, razón más que suficiente para llegar al punto que nos encontramos. Octavio Paz decía: “En la vida de las sociedades hay momentos que la diversidad de las opiniones se transforma en gritería e incoherencia; otros en los que las divergencias se convierten en desunión general. Todos sabemos que la desunión es el comienzo del desorden y que, a su vez, el desorden engendra violencia” (Sueño en libertad, pág. 306)

La ley como reza la máxima jurídica, es “dura, pero es la ley” y tiene que cumplirse. Tal parece que a perredistas, morenos y demás del altiplano les ha picado algún bicho que les hace defender con absoluta irracionalidad los derechos humanos, importándoles un bledo el daño a los demás y el estado de derecho, causando de paso desunión entre el pueblo. A eso se refería el poeta ganador del Nobel de literatura.

¿Cómo es posible que el gobierno permita que los narcotraficantes de Guerrero y Oaxaca o los roba combustibles de Puebla les envíen a sus mujeres y niños para que no apliquen la ley? Ver a la autoridad suplicándole a las mujeres de los delincuentes que se quiten de una autopista o que permitan destruir los plantíos de amapola, resulta verdaderamente repugnante. Una autoridad así además de costosísima resulta de utilería, de burla, de indignación nacional.

Urge pues que se aplique la ley pues mientras sigan “jugando a gobernar” y no hagan nada, lo único que promueven es mayor impunidad y que las bandas delincuenciales se crezcan y multipliquen. Los hechos así lo han demostrado con mayor sangre y crueldad cada vez.

Se requiere y con urgencia de mano férrea a la hora de aplicar la ley a los delincuentes (no al ciudadano pacífico que se ve inmiscuido en algún delito de manera inintencionada o circunstancial), sino a las legiones de violentos que azotan ya grandes regiones del país.

Poco antes de morir la escritora Ikram Antaki analizó (a manera de testamento) nuestras raíces paganas y manera de ser. Con su manera franca y directa consideró que la mezcla española con los distintos pueblos indígenas no funcionó, al contrario:

 

―“Este pueblo jamás ha sido monoteísta. El cristianismo ha sido sumado a la cosecha pagana, y la aventura homérica tampoco ha alcanzado estas tierras. La crueldad con la cual se tratan los unos a los otros recuerda una de las razones esenciales de su derrota ante los españoles: aquellos que alimentaban a sus hermanos de raza para luego sacrificarlos como animales, no podían esperar de esos mismos hermanos ni lealtad ni solidaridad. El griterío frente a la crueldad extranjera no logra enmascarar la propia, superior en grados y en intensidad: difícilmente puede alguien, desde fuera, ser más injusto con ellos que ellos mismos” (El pueblo que no quería crecer, pág. 113).

 

¿Se equivocó Ikram? En lo personal no lo creo, lo que sí creo es que este pueblo requiere de ya de que se aplique la ley con mano firme, pues es lo único que lo detiene para delinquir y dar rienda suelta a su violencia. La historia así lo corrobora.

Lo que sucede en Reynosa, en el Estado de Guerrero, con los roba combustibles de Puebla, Hidalgo, Guanajuato, Jalisco, etcétera, con Sinaloa, Nayarit, Baja California Sur, Chihuahua y demás Estados dominados por los narcotraficantes, así como con los pseudo maestros de la CNTE de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán, pide a gritos que la ley se cumpla, y esta se creó para eso, para cumplirse y aplicarse.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Esta semana esta columna cumple cuatro años en la red (en el periódico El Informador se inició desde 1987) y 200,734 personas la han visitado en este nuevo formato. Del 29 de abril de 2016 al 28 de abril del presente año 77,173 personas han leído mis artículos (en promedio 6,431 por mes, 1,500 por semana). A todos en verdad agradezco su distinción, por tomarse el tiempo y concederse ese espacio para leer y reflexionar juntos. Es seguro que no se estará de acuerdo siempre, pero será siempre, en conjunto y buscando soluciones, como tendremos una sociedad mejor y un mejor país. Es trabajo sin descanso.

Los grandes problemas que nos aquejan nos obligan a gobierno y sociedad, a tomar cada quien su parte y responsabilidad en el contrato social y este modesto trabajo periodístico intenta hacer la suya. En cuanto a este 4º Aniversario de Análisis y Propuesta en la red,  digo a todos de nuevo ¡Muchas gracias!

 

DIA MUNDIAL DEL LIBRO (Y DEL DERECHO DE AUTOR)

 

El domingo pasado (23 de abril) se conmemoró el «Día Mundial del Libro». En México y para variar, gobierno e instituciones educativas hicieron lo mismo que en los anteriores. Su pobre visión cultural y su gran ambición política les pierden. Ensimismados y regodeándose en sus políticas erráticas, miopes e intereses de grupo, de querer quedar bien con los de siempre, con los que controlan el mundo del libro y se expresan a nombre de los escritores (sin derecho alguno a hacerlo), el festejo no cumplió en absoluto su cometido.

Para colmo de males el festejo cayó en días feriados (Pascua) y en México la burocracia ―del tipo que sea― no se caracteriza precisamente por trabajadora, mucho menos por culta (salvo honrosas excepciones, como siempre) ¿dejarían sus vacaciones por una fiesta de libros cuando a la mayoría no le gusta leer? ¡Imposible!

El campo de las letras para la mayoría de la clase política (y burócratas de oficinas “culturales”) es terreno desconocido. Creen que con haber leído o conocer a la Poniatowska y demás integrantes de la cofradía defeña de viudos y usufructuarios del ’68, conocen a los escritores mexicanos (digo defeña porque ciudad de México siempre ha sido, no es novedad).

El escritor, que será bueno recordarlo, es el campesino del huerto de las letras; un huerto que produce y ofrece sus frutos a lo largo y ancho del país (y no solo en la capital). El escritor como decía Octavio Paz, debe mantener su distancia del gobierno para poder ser en realidad independiente y cumplir su función social:

 

―“Naturalmente, es bueno que el escritor, en algún momento de su vida, haya conocido la acción y los variados oficios de los hombres… Pero después, en el momento de su verdad, el escritor no puede ser sino escritor. Aunque no es obligatorio que las tenga, el escritor sí puede tener opiniones morales y políticas: lo que no puede es cambiar la literatura por la acción o la propaganda sin dejar de ser escritor… En suma, lo que puede hacer el escritor frente al Estado es, sobre todo y ante todo, escribir. Subrayo: escribir lo mejor que pueda (Sueño en libertad, pág. 330).

 

Así que en México resulta verdaderamente extraño (y nocivo para las letras) que los que controlan el mundo del libro hablen siempre mal del gobierno (excepto de López Obrador y su mafia de falsa izquierda) y hablen con tal dogmatismo que aun el clero debe envidiarles. Toda su vida han estado pegados a la ubre presupuestal, ya sea desde las universidades públicas o a través de jugosas becas provenientes de instituciones gubernamentales, y se desgarran las vestiduras con la corrupción ajena ¿Soltarán algún día el jugoso hueso que tanto critican en los políticos?

Nuestro Premio Nobel de Literatura decía de sí mismo y advertía al gremio: “Como escritor mi deber es preservar mi marginalidad frente al Estado, los partidos, las ideologías y la sociedad misma. Contra el poder y sus abusos, contra la seducción de la autoridad, contra la fascinación de la ortodoxia. Ni el sillón del consejero del Príncipe ni el asiento en el capítulo de los doctores  de las Santas Escrituras Revolucionarias” (Ibid,  pág. 321).

El día de la fiesta se mencionó al libro, pero nadie mencionó que también se celebró EL DERECHO DE AUTOR. Sin mencionar otras áreas, el derecho de autor en el libro no es respetado como se debiera. En el internet a lo largo de los años he visto artículos, textos, e incluso capítulos enteros de mi autoría que otras personas los presentan como suyos. Y aunque los tengo registrados debidamente, es obvio que el fondo de problema es una sociedad que no sabe respetar lo ajeno. Les gusta un día para todo (incluido el Libro), les hace sentir bien, pero hasta allí llega su compromiso y respeto por el otro, por lo ajeno.

Tal pareciera que la ética es poco gustada en el mundo del libro (y de los derechos de autor). ¿Es ético invitar a las fiestas literarias solo a los favoritos de los distintos gobiernos y mantener alejados a los que tienen un pensamiento  libre porque no los pueden controlar?

Urgen cambios en la política oficial respecto a la lectura, pues no se puede soslayar que las herramientas tecnológicas ya son adictivas entre la juventud, y cada vez resultará más difícil introducirles en el mundo del libro y del desarrollo intelectual, que aunque ellos no lo vean así por ahora, lo requieren.

Cerramos este comentario con cuatro libros a recomendar. El primero, ya mencionado salió de la pluma de ese mexicano excepcional, Octavio Paz, y se titula «Sueño en libertad», El segundo es de otro mexicano brillante, Gabriel Zaid «De los libros al poder», y el tercero fue escrito por una mujer a la que no se le ha reconocido jamás como se debiera, pero cuya inteligencia y calidad literaria no se discuten, me refiero a Elena Garro «Los recuerdos del porvenir» (ella estuvo casada muchos años con Octavio Paz, pero su inteligencia es propia, no reflejo o brillo de su exmarido).  El cuarto y con eso nos despedimos, es «La Biblia», libro que el Autor de la vida nos dejó a sus criaturas en espera de que entendamos su mensaje de amor y esperanza para convertirnos en sus hijos.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Los gobernantes mexicanos del presente siglo se caracterizan por su exhibicionismo, inutilidad, ambición desmedida y desinterés absoluto (o casi) por sus gobernados. Sin distinción de su partido de origen, la inmensa mayoría de nuestros próceres llegados al poder mediante el voto público, son ajenos al pueblo y sus necesidades, obedecen a su propia ambición y a la de sus compañeros de banda o grupo (antaño llamados, y lo eran, Partidos Políticos). Ni qué decir entonces de los que ocupan el cargo por simple amistad, favoritismo o complicidad.

Mientras que el ciudadano común se esfuerza cada vez más para apenas sobrevivir, sus gobernantes, entiéndase gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, integrantes de gabinete (en los tres niveles), así como en el poder judicial y un sinfín de dependencias públicas: viven para enriquecerse. Para amasar lo antes posible una fortuna, la mayor de las veces mal habida.

El síndrome del Titanic ha afectado a la mayoría de los funcionarios, sean de elección popular o llegados por amiguismo.Una enfermiza ambición por el dinero ajeno (público o del ciudadano en lo particular) les impide ver que el país se está hundiendo a la vista de todos y ni siquiera se han querido dar cuenta (cuando el Titanic comenzó a hundirse los más ambiciosos corrieron hacia las cajas de seguridad para llevarse sus bienes; fueron los primeros en sucumbir).

La galería de gobernadores mega bandidos, de aquellos que se llevan los dineros del pueblo por trocadas o los utilizan como propios para caprichos y derroches, no parece tener fin:Veracruz, Chihuahua Tabasco, Tamaulipas, Sonora, Campeche, Quintana Roo, por señalar algunos. Sin embargo hay otros que inexplicablemente gozan de total impunidad como es el caso de  Emilio González Márquez (Jalisco).

El problema, y extremadamente grave, es que no son los únicos. El país entero está siendo saqueado de manera frenética y violenta. El millonario robo cotidiano de combustibles de los ductos de Pemex ni para, ni tampoco nadie es detenido. El saqueo de Petróleos Mexicanos durante el gobierno de Vicente Fox en el que sus hijos políticos se vieron involucrados continúa con nuevos nombres y rostros. Los secuestros cotidianos, la extorsión o cobro de piso a empresarios y comerciantes de todos los niveles. La toma de casetas y autopistas, la quema de edificios y bienes públicos. El cobro de las huestes de maistros de la CNTE sin trabajar y sin tener la capacidad profesional, son apenas algunas de las caras de este monstruo que se está tragando la paz social, la estabilidad, y el futuro inmediato de México.

Este viernes 22 (abril) se publicó en los diarios de la capital que una taquería (“El borrego viudo”) fue clausurada por dos simples inspectores de una dependencia pública que les quería extorsionar nada menos que con $100 mil pesos ¿Qué diferencia entre estos inspectores y los cárteles delictivos? ¿Se imagina las legiones de inspectores municipales, estatales y federales lo que hacen sin que nadie les controle y vigile para que no extorsionen?

Continuemos. La impartición de justicia es algo verdaderamente putrefacto. El simple hecho de que apenas un poco más del 1 por ciento de los que cometen delitos terminen en prisión con una sentencia, es muestra inequívoca que ni se detiene al delincuente y cuando se logra hacerlo, la puerta se abre fácilmente para que salga. En cambio el ciudadano agraviado se topa en las Procuradurías con una burocracia dura e indolente que impide que sus querellas encuentren justicia. No la hay, en México se ha ausentado.

Los litigantes viejos, los que vivieron otras épocas de menor corrupción y más estabilidad política (cuando era posible obtener con argumentos y una buena defensa una sentencia conforme a la ley y la justicia) están indignados ante un poder judicial en el que muchos de sus jueces y magistrados ponen tarifas de cientos de miles para resolver. No les resultan suficientes sus altísimos sueldos y percepciones otrora inexistentes, y su ineficacia, que también es corrupción, sino que ahora no pocos ofrecen la justicia al mejor postor. Nadie está diciendo que sean tontos. Nadie expide recibos. Se está señalando la queja de los viejos litigantes que asqueados de lo que sucede no saben realmente qué hacer ¿podrá impartirse justicia en semejante clima nauseabundo?

Las Juntas de Conciliación y Arbitraje están pobladas por bandas de pseudo abogados que al amparo del juicio laboral se dedican mediante Laudos amañados y fuera de la realidad económica de los actores y de los demandados, a extorsionar empresas y patrones con mayor impunidad incluso que los cárteles. Y nadie dice ni hace nada.

Los gobernantes callan. El Presidente Peña Nieto en un esfuerzo que se reconoce denunció estas pillerías y movió las cosas para que el Senado reformara estos juicios, sin embargo los gobiernos de los Estados, incluyendo el de Jalisco por supuesto, no han abierto siquiera la boca para condenar los atracos cotidianos de estos despachos amafiados, que acompañados de los llamados trabajadores toreros (porque “viven de las corridas”) abonan para que esta situación continúe.

     Los asesinatos que se cometen a diario a lo largo y ancho del país en su mayoría quedan impunes, crecen en número y crueldad, de hecho hay zonas que sus autoridades ya son mero adorno, un adorno demasiado caro y no pocas veces coludido con toda clase de maleantes. Gobernadores, presidentes municipales, con sus respectivas policías y el poder judicial, pretenden dejar al gobierno federal una responsabilidad que es suya y solamente suya. Los asesinatos son ya un asunto que mantiene bajo terror a la mayoría de los mexicanos sin que sus gobiernos se inmuten siquiera y esto no puede continuar así.

Los ciudadanos consideran que han sido abandonados a su suerte por los distintos gobiernos. Nos hacen recordar a los habitantes de Ixtepec en el hermoso libro de Elena Garro: “….Como en las tragedias, vivíamos dentro de un tiempo quieto y los personajes sucumbían presos en ese instante detenido. Era en vano que hicieran gestos cada vez más sangrientos. Habíamos abolido el tiempo” (Los recuerdos del porvenir, pág. 62). Nada pasa y todo sucede en México. Vivimos en una tragedia en la que el tiempo se ha detenido.

La clase política, gobernante pues, es tan cínica que el país hundiéndose y ellos peleándose en campañas políticas que solo interesan a las pandillas contendientes. Sí, porque si fueran Partidos Políticos de verdad entenderían el oficio, tendrían la capacidad y el conocimiento suficientes para discernir la condición del país, abandonando de inmediato su frivolidad y desinterés para el pueblo. Si entre los gobernantes quedan todavía algunos sobrevivientes que entiendan y sepan servir al pueblo y no solo servirse de él, es tiempo que den el grito de alerta en el campamento, de lo contrario los días de la República están contados.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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Tan parece que gran parte de la Humanidad ha perdido el sentido común, el de justicia no se diga. La desproporción en los juicios emitidos permite ver el desequilibrio social, los afectos desmedidos por unos y el desinterés casi absoluto por otros.

Ver a padres que llevan a sus hijos amarrados con correas como si fueran perros y a perros paseando en carriolas infantiles, nos hace recordar a la clásica frase de Hamlet «¡Algo huele mal en Dinamarca!». Aunque, claro, la Dinamarca de la obra de Shakespeare es ya el mundo entero.

Todos, sin excepción, nos horrorizamos ante el ataque terrorista perpetrado el 6 de abril con armas químicas en la ciudad de Jan Sheijun, en Siria, en la que murieron 58 personas (Diario El País, España), y no es para menos, a los demonios que planearon y a los que perpetraron semejante maldad no puede considerárseles humanos. Son demonios, ni más ni menos, aunque prediquen a la deidad inventada por Mahoma.

Los medios de comunicación le dieron tal cobertura mundial a esta masacre que nadie puede decir que no se enteró de lo ocurrido. Sin embargo tres días después en las ciudades de Alejandría y Tanta en Egipto, dos terroristas islámicos se hicieron estallar dentro de iglesias cristianas (coptas) asesinando a 44 personas e hiriendo a más de un centenar. Crímenes a los que habrá que agregar que desde el año 2013 más de 40 templos cristianos han recibido ataques de los fundamentalistas islámicos.

¿Qué a cuál grupo pertenecían? Como decía mi abuelo materno, «para que muerdan lo mismo da perro que perra», es el daño. Lo que llama la atención en todo esto, es que Occidente no se quiere dar cuenta que le ha sido declarada una guerra religiosa por un amplio sector del mundo musulmán; como tampoco intenta tomar las medidas necesarias para evitar futuros ataques. Su fanatismo por una tolerancia mal entendida además de rayar en la estupidez, le está dejando vulnerable.

Ahora bien, llama también la atención la desigualdad en el trato para ambos casos de terrorismo. Al suceso de Siria la prensa mundial en pleno convocó a la condena, lo cual es correcto. Los diarios le dedicaron páginas enteras al igual que no pocos comentarios de periodistas calificados; no se diga la televisión y los medios electrónicos. Sin embargo a las masacres contra cristianos en Egipto no se le concedió la misma importancia. De hecho en uno de los diarios de Guadalajara la nota se limitó a un minúsculo espacio en la hoja internacional y al siguiente día nada. Como si lo ocurrido en Egipto careciera de importancia, como si las vidas de los cristianos no valieran lo mismo que la de los musulmanes.

En muchos países ser cristiano (católico, protestante, o miembro de alguna iglesia local) es vivir bajo la persecución y la marginación; cosa que no parece ya importarle a nadie. La antaño cristiana Europa no solo apostató de la fe (con las excepciones de siempre), sino que en su alejamiento del Dios de sus abuelos y ancestros, menosprecia incluso a los que por siglos fueron sus hermanos, dejándoles a merced de terroristas y criminales de todo tipo. La venta de hermosos templos cristianos en el viejo continente para convertirlos en hoteles, bares o negocios, es muestra de su repudio manifiesto contra las cosas santas.

¿Sociedades a las que les importa más el futuro de los migrantes musulmanes en sus propios países, que el de los cristianos alrededor del mundo, no es síntoma inequívoco de la pérdida de afectos, sentido común, y desinterés por el prójimo? Por señalar algo: en países como la India, Bangladesh, Laos, Bután y Vietnam ser cristiano es vivir al filo de la navaja. De hecho en la India 40 millones de cristianos viven sometidos a la discriminación y una dura opresión, según ha denunciado la Organización “Open Doors”.

Las masacres continuas contra cristianos en Africa negra (es una expresión histórica, no se asusten jóvenes) ya ni siquiera se comentan en los medios. La vida de los cristianos día con día está siendo tomada en poco por los medios e incluso en nada. Matar a cristianos ya no es noticia. Posición que desnuda como se dijo al principio la pérdida del sentido común y de justicia, trayendo como consecuencia el desequilibrio social, los afectos desmedidos por unos y el desinterés casi absoluto por otros.

Parece mentira que en pleno siglo XXI, el siglo de las comunicaciones y la tecnología, el más avanzado en ese sentido de toda la historia, muchos ni siquiera se han enterado de que Alá es una deidad inventada por el hombre, mientras que Yahwéh, el Dios de judíos y cristianos, es el Dios que se revela al hombre caído para rescatarle de su postración espiritual y redimirle. Transformarle día con día hasta hacer de la persona un hombre nuevo a semejanza de Jesucristo.

La profecía de Jesús acerca de los tiempos previos a su retorno parecen tener ahora su puntual cumplimiento: “…y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”(Juan 16:2). Hace veinte siglos vino Jesús como Mesías redentor para que tuviésemos los hombres acceso a su reino eterno (todos, sin excepción, pero es una decisión personal y de fe). La cuestión es que no solo rechazaron la pureza del mensaje vivido por Él, sino que entre líderes religiosos y las fuerzas del imperio, lo mataron creyendo unos quedarse con la viña, y otros eliminando a un personaje incómodo.

     En el presente la suerte de los cristianos parece entrar en una etapa semejante, pues unos pretenden quedarse con la viña(musulmanes terroristas) y otros (gobiernos impíos e hipócritas), con la ayuda de los medios, no les importa en absoluto que eliminen a estas personas incómodas (cristianos). Y es que la luz siempre reprende a las tinieblas, por eso es que se puede afirmar, que para la prensa y muchos gobiernos, la vida de los cristianos no vale, les resulta molesta. Error del cual están a tiempo para rectificar.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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