Opinión

Las medidas tomadas por Donald Trump ―como sucediera con Vicente Fox en México hace unos años: llegan a la presidencia sin tener en absoluto el perfil para tamaña responsabilidad― refleja de varias formas la condición de un gran sector de la sociedad norteamericana. Espejo que muestra el rostro deforme de un monstruo que se creía desaparecido.

Su acendrado racismo ha permitido que el de tantos otros como él haya aflorado a la superficie, son parte importante de los que le concedieron el voto ganador; un voto que no fue respetado merced a su extraña democracia en la que no gana el que elige la sociedad, sino el que responde a una truqueada y bien calculada combinación seudo política.

La ignorancia extrema de Trump, que no es novedad, es un tema conocido desde antes (pero desatendido por aquellos que le eligieron); además de poner en alerta extrema a los líderes políticos y sociedad pensante de esa nación; ha despertado del soponcio y la indiferencia a muchos que no consideraron jamás el peligro que representaba este hombre en caso de llegar al poder. El asunto es que llegó, y su ignorancia aunada a su soberbia, le están llevando un día sí y otro también, tanto al ridículo como a problemas de todo tipo, muchos de ellos graves en gran manera.

El haber tomado desde su ridícula y oprobiosa campaña a México, la Unión Europea y a China, como enemigos de su país y blanco favorito de sus odios; permitía ver con claridad a un individuo trastornado, enfermo de la mente y del corazón. Lamentablemente así como muchos mexicanos votaron por el chiflado de Fox, también muchos estadounidenses votaron por el chiflado pintado de pelo naranja.

No cabe duda que el XXI es un siglo de liviandad en el vivir, pero sobre todo en el pensar. Tal parece que las neuronas se enfilan (o ya salen programadas) a una vida hedonista; asunto que les priva de indagar las cuestiones básicas e importantes de la vida. Votar por un gobierno no es un asunto que se tiene que hacer por simpatías o por que los amigos lo hacen. A los mexicanos el llamado “cambio” nos sumió en una mega deuda y en el desmantelamiento casi total del estado mexicano. Quedó el cascaron de las instituciones públicas. Se eliminó la eficacia, la visión de estado y el estado de derecho.

Con nuestros vecinos del norte, apenas van tres semanas y el señor Trump ya anda con total desquiciamiento que los tiene sumidos en el pánico (corroborado por A. Schwarzenegger). El viernes (10/Feb/2017) nos enteramos los mexicanos que para cierto discurso que pronunciaría(ó) Trump acerca de su obsesiva idea de construir un muro entre nuestras naciones; nuestro Canciller Videgaray se horrorizó del borrador, al igual que Jared Kushner, el yerno del señor que cobra como presidente del Imperio (pero que nunca lo será, carece de la estatura), por lo que tuvieron que echar tijera a su mamotreto infamante ideado por una mente semejante a la de Hitler y Goebbels. Bien por Videgaray, es parte de su trabajo.

El Congreso de Estados Unidos tiene que hacer algo y pronto para detener las locuras de este hombre, pues su país y el mundo entero corren peligro. No se necesita de ser psiquiatra para detectar la insania mental de Donald Trump. Sus excesos y dislates verbales lo demuestran a diario. Decir como presidente que los mexicanos hemos “abusado” de su país con el TLC y que él va a terminar con este abuso, solo un demente lo puede decir. Y es que, se requiere de estar loco o tonto, para asegurar tal cosa desde su cargo  ¿Nadie le ha dicho que el salario mínimo en México es de 80 pesos al día? Es decir, de $4 dólares, mientras que el mínimo por hora en su país es de $7.25 dólares. ¿El pobre abusando del rico? Para eso me gustaba éste cuenta chiles.

¿Cómo pueden abusar los mexicanos con semejantes sueldos de los norteamericanos, no es acaso al revés? Pero qué se puede esperar de Trump y de cierto sector de sus votantes, si para ellos cualquier animal, ya sea perro, gato lo que sea es más valioso e importante que un ser humano; y les guste o no, los mexicanos y el resto de los mortales somos importantes y poseemos dignidad. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

No basta jurar sobre dos Biblias, con una era suficiente. Pero hay que abrirla y nutrirse de esa bendita Palabra de vida, pues jurar en el Nombre de Dios en vano es gran pecado. Y el segundo gran mandamiento es amar al prójimo, y el más próximo de los estadounidenses, somos los mexicanos.

La cruel y detestable división que está haciendo de las familias mexico-americanas es un acto de lesa humanidad, una bofetada a la civilización y la fe judeocristiana en la que se sustentó y ha sustentado Occidente durante dos milenios. Un retorno a la barbarie, a la ley del más fuerte, a la sinrazón y el avasallamiento, que no solo lo denigra a él, sino a gran parte de la sociedad de su país (pues hay otra que nos quiere y respeta en gran manera).

Hace algunos años en una entrevista con varios cónsules del país vecino del norte que se quejaban de nuestros migrantes indocumentados, le dije que todo aquello me resultaba extraño e incongruente, pues con los europeos el trato era otro, además, que su país se había formado precisamente por migrantes. Incluso le leí el poema de Emma Lazarus (que por cierto ninguno de ellos conocía), poema  que se encuentra en la estatua de la Libertad en la Bahía de Nueva York y con esto concluimos:

“Tierras de antaño quédense con su historias pomposas!” Exclama ella

con labios silenciosos. “Dadme tus cansados, tus pobres,

tus masas hacinadas anhelando respirar en libertad,

los despreciados de tus rebosantes costas.

Enviadme a estos, los desposeídos, azotados por las tempestades.

Levanto mi lámpara al lado de la puerta dorada!” (1883) 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

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La condición que guarda la Planta productiva en su relación con los trabajadores, cada vez es más delicada y a punto de entrar en una crisis de incalculables consecuencias que ni el gobierno en sus tres instancias, ni los sindicatos quieren ver, mucho menos atender.

     Todo quieren que se modernice y adecue a los tiempos, excepto la visión corporativa y controladora de la mayoría de los sindicatos, cuya posición es la misma de hace casi un siglo, es decir, el control absoluto del gremio y hacer de ese control un muro infranqueable que nada tiene ver con la realidad del mundo posmodernista. Un simple negocio de control político y pecuniario (salvo honrosas excepciones que confirman la regla).

La añeja posición al estilo bolchevique en la que el patrón siempre es un “tirano y explotador” y el trabajador es “un buen hombre” que merece toda la protección del estado(aun cuando mienta, robe, ofenda, desobligue de sus deberes o los abandone de plano) es algo que ya no existe en la realidad. Los papeles se han volteado. Ahora en los juicios laborales el tirano y explotador es el trabajador y el explotado es el patrón. Bastará con hacer una visita/encuesta en las Juntas Locales de Conciliación para enterarse de lo que sucede.

La cantidad de juicios laborales y los montos multimillonarios que se manejan en la Juntas son prueba irrefutable de varias cosas. La primera, como dijera Shakespeare en Hamlet «algo está podrido en Dinamarca», o sea en México, pero sobre todo en el Estado de Jalisco. Esta situación irregular y por demás gravísima, está dañando a la planta productiva, y no nos referimos a los grandes negocios pues más del 80 por ciento de los empleos los producen la mediana, pequeñas y micro empresas. Son estas las que tienen años de estar padeciendo esta plaga (convertida ya en cáncer) sin que el estado haga algo efectivo por detenerla.

      Muchos empleados en la actualidad actúan como si fueran socios exigiendo dinero de su centro de trabajo con el menor pretexto o sin él, a sabiendas de que en la JLCyA su palabra es ley (por encima de la ley) y legiones de abogados están a su servicio para poner de rodillas al patrón. Bufetes que actúan más cercanos a los métodos de zetas y CJNG que a abogados litigantes que deben basar su ejercicio profesional con ética, justicia y derecho. 

Esta situación ajena a toda justicia, permitida y fomentada desde hace años por las autoridades laborales, ha creado en un gran sector de los trabajadores en Jalisco y otros Estados, una actitud delincuencial al hacer del despido provocado o del abandono de trabajo una abierta extorsión (absurdamente “al amparo de la ley”). Un lucrativo negocio ajeno totalmente al sentido de los legisladores.

     El cierre de empresas por esta causa, la escases de inversión, o la descapitalización de muchas otras no parece importar al gobierno. Grandes y costosos terrenos, exención de impuestos y muchos otros privilegios para los negocios extranjeros. En cambio para los de casa indiferencia, abandono y explotación ¿Es correcta semejante posición, es justa y sana para el desarrollo nacional y un contrato social equitativo? Semejante injusticia y desprecio por millones de mexicanos que se esfuerzan para crear empleos es una bofetada en su rostro. No son enemigos ni de sus trabajadores ni del gobierno. Son mexicanos que se atreven a crear y generar riqueza, pero que son desprotegidos del todo y dejados a merced de esta nueva plaga de extorsionadores que están utilizando la ley con fines totalmente torcidos.

El viernes 3 de febrero a las 13:00 horas, la fila para liquidar trabajadores en la JLCyA en Guadalajara, llegaba por el pasillo hasta la zona de los baños (muchos de ellos conocen bien esa rutina; más jugosa que ningún trabajo que requiera de esfuerzo y compromiso). Millones de pesos salen semanalmente de empresas de media tabla hacia abajo para cubrir una indemnización que debe desaparecer en el actual modelo laboral, ya que además de descapitalizar las empresas, al mismo tiempo son un freno total para la mejora de sueldos.

     ¿Qué empresa en su sano juicio se atrevería a pagar un mejor sueldo a sus empleados, a sabiendas que uno o tres meses después ese mismo empleado le puede demandar y exigir cantidades enormes en base al salario fijado? (sin olvidar que hay despachos jurídicos que a su maldad le han agregado mayor delito inventando sueldos y prestaciones que sus clientes/cómplices no devengaban).

La Ley laboral señala (art. 685) como deberían ser estos juicios: “El proceso del derecho del trabajo será público, gratuito, inmediato, predominantemente oral y conciliatorio… Las Juntas tendrán la obligación de tomar las medidas necesarias para lograr la mayor economía, concentración y SENCILLEZ DEL PROCESO”. ¡Letra muerta es esto!, “talibanes” y demás despachos que controlan la JLCyA han dado a la interpretación y aplicación de esta ley otro rumbo con la complacencia (o complicidad en algunos casos) de los funcionarios; torciendo la ley hasta convertirla en un engendro monstruoso y tortuoso alejado absolutamente del espíritu que guio a los legisladores de 1970.

     Una solución efectiva y necesaria sería que el Congreso modifique la Ley Federal del Trabajo y desaparezcan las liquidaciones a los trabajadores, lo cual de inmediato permitiría que los sueldos mejoraran al ya no existir el temor a una demanda. Esta medida podría acompañarse con un seguro de desempleo concedido por el estado con uno o dos salarios mínimos y por un máximo de tres meses (previendo casos excepcionales por enfermedad, etcétera). Situación que por un lado no dejaría sin ingresos al trabajador y por otro evitaría el parasitarismo social.

Está claro que no pocos en la clase política y entre los sindicatos se opondrán a esta propuesta. Sin embargo es casi la única, y aun cuando alegaran algunos que va en contra de la clase trabajadora es exactamente al contrario; permitiría que los sueldos aumentaran de inmediato al no tener ya la amenaza de los juicios laborales (convertidos en muchísimos casos en vulgar extorsión).

La llegada de Donald Trump a la presidencia del Imperio no solo amenaza la caída o una renegociación negativa para México del TLC. Por cierto que no. El nuevo orden de cosas en el mundo, que conlleva obviamente los negocios en la aldea global, exige una nueva conformación e implementación que proteja la planta productiva nacional. Seríamos demasiado torpes si además de recibir la agresión del exterior contra nuestros empresarios de todos los tamaños, el estado mexicano les diera un segundo golpe, permitiendo que este cáncer de los juicios laborales continué (en detrimento abierto contra la inversión y la planta productiva).

La condición de la mayoría de las empresas mexicanas (de mediana tabla hacia abajo), que son las que dan la mayoría de los empleos en el país, estan sufriendo para mantenerse de pie ante tanto impuesto legal e ilegal (proveniente de las mafias delincuenciales a través de robos, extorsiones y secuestros), cobros implacables del IMSS, de soportar legiones de inspectores indolentes e insensibles, etcétera. El hastío de los mexicanos contra sus gobiernos requiere de atención inmediata y medidas acorde a las circunstancias.

Una verdadera izquierda política es aquella que busca y ofrece soluciones que mejoren las condiciones de vida de las mayorías y propicien un mejor reparto de la riqueza, pues pretender arrebatarla del otro por la fuerza, ni es una postura “izquierdista” y solo exhibe revanchismo; un deseo mórbido y envidioso por los dineros y bienes del otro. 

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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La historia universal nos puede conceder todos los ejemplos que sean necesarios. Nerón, Calígula, Napoleón (que de ninguna manera es héroe o cosa parecida, fue el Führer del siglo XIX), Hitler, Stalin y tantos otros de menor poder, pero de idéntico perfil, casi todos unidos por la soberbia, por un narcisismo desbordado y una hambre de poder sin medida.

Y mientras los defensores radicales de ese humanismo ateo aseguraban desde la segunda mitad del siglo pasado, que el hombre nuevo de su prédica positiva había llegado, lo cierto es que resultó tan viejo como Adán cuando rompió su comunión con Dios. Su rebelión filosófica contra el Creador resultó vana, inútil, de nada sirvió tanta retórica.

Lo peor del caso es que en el otro extremo los fariseos, mochos, mojigatos, teóricos de la religión o como usted prefiera llamarles, no se encuentran en mejor situación. Como de todos es sabido, nuestros vecinos del norte le apostaron a un paladín como el que describe el profeta Daniel, con cabeza de oro fino y pies de hierro y barro cocido.

     Y no se llama Nabucodonosor, como el de aquella época, quien se llenó de soberbia y Dios le bajó los humos echándole entre las bestias del campo (Dan 4:33). Se llama Donald J. Trump, que a semejanza del rey babilonio está engreído hasta el cielo, y la Biblia lo advierte para todos, también para Trump: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Sgo 4:6), como también señala: “porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Luc 14:11). Y aunque el texto se refiere a la actitud del hombre engreído delante de Dios, también aplica para los individuos que hacen de la soberbia su característica más reconocible.

En esta columna se advirtió a tiempo: “Hay personas tan miserables que lo único que tienen es dinero. Donald Trump es una de ellas. Su ignorancia es proverbial, me recuerda a otro chiflado que aunque pacífico, cuánto daño le hizo a México y me refiero a ¡Vicente Fox! La ignorancia debe mantenerse lejos del poder público, igual la soberbia, ya que de conjuntarse en una persona llámese presidente, primer ministro, rey, dictador o lo que sea, a final de cuentas termina en la categoría ya mencionada (dictador)”(IGNORANTE, HABLADOR, MALO, 21-27/Mayo/2016). Apenas lleva una semana en el poder y el dictador ya apareció.

En ese mismo artículo se dijo: “Trump, con su pelo pintado e insoportable arrogancia, ha dejado salir al vikingo que todo anglosajón lleva dentro como decía Vasconcelos; aunque nuestro Ulises criollo decía que tal metamorfosis ocurría en cuanto pasaban el río Bravo… todo parece indicar que Donald Trump ignora el despojo sufrido por México a manos de su país, en el que se nos quitó por la fuerza más de la mitad de nuestro territorio…”

La ira visceral de este individuo que jamás debió llegar a la presidencia del Imperio, ya es un escándalo mundial y causa de gran desasosiego. El expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti en un acertado artículo narra la situación: “Con la elección de Donald Trump el mundo ha entrado en un clima de tragicomedia. Por un lado, sus desplantes, sus tuiters continuos…  es algo así como como un retorno antihistórico al mundo de la guerra fría… solo que aquí el enemigo no es más Rusia, sino una extraña combinación de México, Europa y China. Para seguir con las paradojas, sus propuestas no se alinean para nada con la tradición republicana, de libre comercio y convivencia con China…. “

Sanguinetti cita luego a un humorista de su país y dice: “Donald Trump tiene todo…: es antiglobalización, cree en el proteccionismo como solución a la mayoría de los problemas, maneja las conferencias de prensa como Chávez o Correa, razona como Maduro, tuitea desenfrenadamente como Cristina y probablemente termine siendo destituido mediante un impeachment como Dilma”. Al hablar de su actitud hacia nuestro país, el expresidente uruguayo señala: “Es triste lo que está haciendo con México. Decir que construirá un muro y se lo hará pagar a la víctima es un punto culminante en el terreno de los intentos de humillación a un país. No entender que un México próspero es el mejor antídoto contra la inmigración ilegal y que hacerse odiar así por un vecino amigable lo hace inconfiable para cualquiera…” (El Observador de Montevideo, 21/Ene/2017).

Trump lamentablemente no solo se exhibe ante el mundo como una copia remasterizada de Adolfo Hitler, aunque con menor capacidad (que ya es mucho decir) pero con mayor poder que nadie en la historia. Su perfil se acerca más a los dictadores sudamericanos del siglo pasado, vociferantes, violentos, ignorantes y ególatras. Atrayentes para cierta prensa capaz de calificar a Hitler (como el periódico Bandera Argentina) como lo han hecho algunos medios en Estados Unidos con Trump: “el salvador del hambriento pueblo alemán, al que, en menos de lo que canta un gallo, había sacado de la desocupación, el hambre, la derrota y la desesperanza” (El nazismo y los refugiados alemanes en la Argentina, pág. 193).

El mundo entero se encuentra en peligro bajo este individuo racista, ególatra y demente. El Congreso y los hombres de poder en Estados Unidos deben intervenir cuanto antes para que este chiflado no meta a la humanidad en graves problemas, entendidos que en la lista somos la primera víctima de su maldad racista. ¿Nadie le ha dicho que el TLC lo propuso su país y que el ingreso a México en la OMC fue también a sugerencia y presión de ellos?

Ahora sucede que este demente engreído es capaz de modificar (como lo  hacía Hitler) la realidad de las cosas y pretender convertirnos en victimarios a nosotros y a ellos en víctimas: “Como ustedes saben, con nuestros últimos líderes México nos ha aplastado. Nos han hecho ver como unos tontos. Hasta que México nos trate de forma justa y con respeto no tiene sentido reunirnos… el mundo ha abusado de nosotros durante años y eso no puede seguir pasando”.

Elridge Cleaver (1935-1998), guerrillero, líder y jefe de propaganda del movimiento de los “Panteras Negras” en Estados Unidos en los años ’60, escribiría años después en uno de sus libros (ya como cristiano profesante) un cuadro que describe el presente: “…El destino de toda la raza humana depende del resultado de lo que está sucediendo hoy en Estados Unidos. Esto es una realidad desconcertante para el resto del mundo, que se siente como pasajero en un avión supersónico en el que está forzado a observar sin esperanza, mientras que un grupo de borrachos, hippys, locos y drogados, luchan por los controles en el asiento del piloto” (¡Hielo y Fuego!, pág. 133). ¡No más, no menos! Lamentablemente esa parece ser la realidad en los mandos del Imperio, mientras que México y el mundo no salen del espanto ante semejante cuadro.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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Aunque esta semana Donald Trump asumió la presidencia del Imperio, hay otros temas que obligan reflexión por su gravedad e inmediatez. El tema del criminal adolescente que hirió a su maestra y otros compañeros para luego suicidarse no es cosa menor ni asunto que deba archivarse pasado el escándalo. Por cierto que no.

Se trata de un asunto que merece toda seriedad y reflexión. Un tema que obliga a la sociedad mexicana a hacer un alto en su acelerado caminar cotidiano ¿Qué nos pasó? ¿Qué hicimos mal o qué dejamos de hacer para llegar al punto donde nos encontramos? Aunque la respuesta está cercana y pudiera ser rechazada por la mayoría, es esta: ¡El pueblo de México renunció a su fe y raíces cristianas!

Siempre habrá excepciones y en nuestro país hay testimonio del remanente de judíos y cristianos que mantienen viva su fe tanto en lo privado como en lo público. Nos referimos entonces a la gran masa; la que todavía hace unas décadas, con todo y su sincretismo, creía realmente en Dios; que fue formada con el Decálogo y se nutrió espiritualmente con los valores divinos tomados de la Biblia. Instrucción que se reforzaba teológicamente a través de una sencilla pero eficaz catequización. Se acabó, ya no existe esa sociedad, estamos viejos o ya se murieron. Se cortó la transmisión que hubo por siglos de generación a generación.

Hoy nos enfrentamos a una sociedad mayoritariamente incrédula en la que la religión es un mero adorno social. Una conglomerado de individuos donde reina la impiedad, donde Dios ha sido sacado de los hogares, de las escuelas, de las leyes (habiendo sido tomado el Decálogo como base de lo que por siglos era delito, hoy ya dejó de serlo), de la vida social en general. Una secularización mal entendida nos ha llevado al simple libertinaje, aunque bajo una cubierta inútil de retórica falaz e insostenible.

La fe judeocristiana no está peleada con la inteligencia ni con la participación individual de la política(no desde las  creencias, sino viviendo esas creencias de manera pragmática). El padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla era doctor en teología, la mayoría de los liberales del siglo XIX eran creyentes fervientes, incluso algunos buenos teólogos. Juárez contrario a lo que muchos creen, siempre fue un cristiano ejemplar y ferviente, de hecho dejó las filas del catolicismo para decidirse por el cristianismo reformado (con el que tuvo contacto en Nueva Orleans durante el exilio). La época de la Reforma es una evocación de la llevada a cabo en Europa a partir de 1517.

Por cinco siglos, primero durante la Colonia y luego ya como País independiente, México vio crecer y formar a sus hijos (al menos a la inmensa mayoría) con los valores de la fe judeocristiana. Las historias bíblicas, los valores divinos, pero sobre todo las enseñanzas y esperanza redentora en el Mesías (Jesucristo), sostuvieron los pilares de nuestra sociedad. Fe que aun los no creyentes valoraban por cuanto además de ennoblecer al individuo, aportaba al contrato social una paz que ningún gobierno, ni ningún programa humano puede conceder.

Las Sagradas Escrituras advierten que el hombre sin Dios queda a merced del mal, en el estado de depravación en que quedó en El Paraíso. El rabino de Tarso, el San Pablo de la cristiandad, con la guía e inspiración del Espíritu Divino lo dice con toda claridad:

 

―”Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios les entregó a una menta reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Rom 1:28-31).

 

¿Se le hace conocida semejante descripción? ¿Le recuerda a ciertos políticos, a grupos de pervertidos, a criminales sanguinarios, a cierta juventud violenta, egoísta e inútil que cree merecer todo? ¿A generaciones de ateos confesos o pragmáticos?

Descripción que abarca en muchos otros aspectos a las nuevas generaciones de mexicanos, que a diferencia de sus padres y abuelos, han dado la espalda a Dios sin investigar ni darse siquiera un poco de tiempo para saber si lo que ellos creían tiene sentido. En su auto engaño creen que las tablets y sus telefonitos portátiles lo saben todo.

Viven engañados. Lo peor del caso es que muchos de ellos son absolutamente infelices y aunque aseguren regodearse en la materia y una vida hedonista, en el fondo no tienen reposo. Ignoran su sentido existencial, pues de acuerdo a su cosmovisión se ajustan a la descripción que nuestros maestros de biología nos daban en la secundaria a principios de los años sesenta respecto a plantas y animales: “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.

El viernes pasado (20/Ene/2017) el rector de la UNAM se quejaba y horrorizaba ante la prensa por los sucesos de la escuela de Monterrey. De inmediato surge la pregunta ¿Y las hordas de porros armados que se han adueñado desde hace años de un auditorio de la Universidad Nacional y han hecho del campus su feudo y punto de venta de cuanta droga existe? ¿Ellos no existen, el malo es el chamaco de la escuela privada? ¡Por favor!

El lema de Vasconcelos que es utilizado por esa casa de estudios “Por mi raza hablará el espíritu” se refiere al Espíritu Santo. Nuestro Ulises criollo, con todas sus subidas y bajadas, con todos sus errores y desvaríos que llegó a tener, siempre volvía a su origen, a la fe recibida de sus padres. Una fe que absurdamente rechazaron y han rechazado millones de mexicanos cuando menos en las últimas cuatro décadas y que ahora se horrorizan de los resultados.  Rechazo que como ya se dijo, la Biblia nos indica que se cae en una mente reprobada ¿Se quiere enmendar el rumbo? Estamos a tiempo.

¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!

 

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