POR MENOS YA HUBIERA CAÍDO CUALQUIER OTRO GOBIERNO
La estrategia implementada por el gobierno de López Obrador para enfrentar la epidemia de coronavirus en nuestro país ha resultado un rotundo fracaso, con un saldo muy alto en vidas y un altísimo en personas enfermas y contagiadas(170,485 al 19/junio/2020), además de un elevado costo de desgaste en el personal médico y hospitalario, y el derrumbe de la economía nacional. Saldos que hasta este momento NO HA RENDIDO CUENTAS EL PRESIDENTE.
Al contrario, en un condenable desprecio por las víctimas y los afectados (en todos los órdenes), en lugar de rectificar, de pedir ayuda y orientación a los países que lograron vencer adecuadamente la pandemia, López Obrador hizo lo que parece ser su única rutina: ¡andar de gira política! El problema, y grave, es que el país está aterrorizado entre el coronavirus y las balas de los delincuentes y el presidente en lugar de quedarse en su oficina y con su gabinete ¿hay gabinete? a buscar soluciones efectivas para resolver semejante cuadro de horror; huyó de sus responsabilidades para iniciar una campaña política con vista a las elecciones del año próximo.
Por menos en cualquier país democrático que se respete a sí mismo ya lo hubiesen destituido. AMLO no ha querido entender y aceptar que nomás ganó la elección para presidente, no compró el país y mucho menos a sus ciudadanos. Queda claro que el CONTRATO SOCIAL que de nuestras leyes emana (inspirado como en casi todas las democracias en el de J.J. Rousseau) le es desconocido. Su comportamiento caciquil y dictatorial resulta repugnante a nuestra democracia y dignidad social.
Ensoberbecido y creyéndose dueño del país, absurda e ilegítimamente cree que puede quitar y poner funcionarios a su antojo, desparecer Instituciones públicas en una declaración matutina, recortar el presupuesto a salud, ciencia, tecnología, educación, universidades y demás entes públicos, enajenar los bienes públicos y utilizar esos recursos a su antojo, ordenar al Congreso leyes a modo, y en un acto supremo de engreimiento, propio de un tirano populista, se ha atrevido a utilizar la frase de Jesucristo “¡el que no está conmigo, está contra mí!”, dividiendo no solo a la población, sino a su propia gente y de paso destruyendo la vida institucional de México. Un andamiaje que tardó más de un siglo en construirse y cuyo costo no puede cuantificarse, pero sí medirse.
Utilizando su aparente lucha contra la “corrupción” ha violado cuanta ley, reglamento e institución pública se le atravesado a sus caprichos. Ningún ciudadano de bien nos oponemos a su lucha contra la corrupción, todos lo apoyamos. En lo que nadie está de acuerdo con el presidente es con sus métodos, que por lo visto, no hay ninguno, solo su deseo personal. El mesianismo (tropical) que alguna vez le endilgara el historiador Enrique Krauze le viene como “anillo al dedo”, pues jamás persigue a los que acusa de haber cometido actos de corrupción, como tampoco los detiene y pone a disposición de un juez. Su endiosamiento de sí mismo le engaña y hace creer que con solo decir las cosas por sí mismas se justifican y componen.
A propósito de “anillo al dedo”, frase que AMLO utilizara (de manera ofensiva y vulgar contra el pueblo mexicano) acerca de la epidemia de coronavirus; tanto el Congreso, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Cámaras Empresariales, Universidades, medios de comunicación y demás líderes en México, tienen la obligación de exigir cuentas al presidente López Obrador acerca de su estrategia sanitaria utilizada para combatir el mortal virus que tanto ha dañado a nuestro país.
Tan solo de las registradas en poco más de tres meses 20,394 mexicanos han muerto (al 19/jun/2020), entendidos que muchas muertes ocasionadas por esta epidemia no se han contabilizado por diversas razones, entre otras, por citar otras causas de los fallecimientos.
Lo peor de todo, y que es la causa por la que el presidente López Obrador debe dejar el cargo (así como su Secretario de Salud y el subsecretario encargado de las estrategias), es que lejos de disminuir los contagios y las muertes, van en aumento. Los palos de ciego son evidentes.
Tirando los dineros públicos en ese barril sin fondo llamado PEMEX y en la construcción de la Refinería Dos Bocas, el presidente y sus incondicionales de la secretaria de salud, NO QUISIERON GASTAR EN LA COMPRA DE PRUEBAS, implementando una absurda y nociva estrategia exactamente al revés de como se debió hacer, encerrando a los sanos y dejado en libertad a enfermos y portadores iniciando un tobogán de contagios que ya resulta en este momento casi imparable. Causa de espanto y descontrol para una sociedad por años aterrorizada por la fauna delincuencial y que ahora desconoce su futuro, ante un gobierno que miente todos los días (y que pone el mal ejemplo al no ponerse el presidente ni quienes estén con él los cubrebocas).
Las muertes, los daños a los enfermos y sus familias, a médicos, enfermeras, camilleros, laboratoristas y demás personal hospitalario, así como los gravísimos daños ocasionados a los micro, pequeño, mediano y grandes empresarios (que durarán cuando menos un lustro en reponerse) y demás, hasta este momento no han sido responsabilidad de nadie. El gobierno ha sido tan torpe que en lugar de buscar paliar, aunque sea en algo su pésima y nociva estrategia, en un acto de cinismo total se lanzó en plena epidemia a la campaña política.
Queda claro que las vidas, bienestar y futuro de los mexicanos le importan un comino al presidente y a muchos de su gabinete. Y se aclara, que es urgente que el presidente deje el cargo y sus subalternos de la Secretaría de Salud. No se está diciendo que se vaya Morena del gobierno; se está diciendo que el presidente debe dejar el cargo y rendir cuentas de las muertes y múltiples daños ocasionados al país por sus pésimas decisiones. Que el Presidente de la SCJN asuma la titularidad del Poder Ejecutivo —con la anuencia e institucionalidad del Congreso— y en el término de ley convoque a nuevas elecciones. La terrible gestión de AMLO antes y durante la epidemia de coronavirus contiene argumentos y decisiones que por mucho menos ya debiera de haber sido removido del cargo. Así es en una democracia.
¡Hasta el próximo sábado si Dios nos permite!
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