¿Y LOS GOBERNANTES?
Los gobernantes mexicanos del presente siglo se caracterizan por su exhibicionismo, inutilidad, ambición desmedida y desinterés absoluto (o casi) por sus gobernados. Sin distinción de su partido de origen, la inmensa mayoría de nuestros próceres llegados al poder mediante el voto público, son ajenos al pueblo y sus necesidades, obedecen a su propia ambición y a la de sus compañeros de banda o grupo (antaño llamados, y lo eran, Partidos Políticos). Ni qué decir entonces de los que ocupan el cargo por simple amistad, favoritismo o complicidad.
Mientras que el ciudadano común se esfuerza cada vez más para apenas sobrevivir, sus gobernantes, entiéndase gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, integrantes de gabinete (en los tres niveles), así como en el poder judicial y un sinfín de dependencias públicas: viven para enriquecerse. Para amasar lo antes posible una fortuna, la mayor de las veces mal habida.
El síndrome del Titanic ha afectado a la mayoría de los funcionarios, sean de elección popular o llegados por amiguismo.Una enfermiza ambición por el dinero ajeno (público o del ciudadano en lo particular) les impide ver que el país se está hundiendo a la vista de todos y ni siquiera se han querido dar cuenta (cuando el Titanic comenzó a hundirse los más ambiciosos corrieron hacia las cajas de seguridad para llevarse sus bienes; fueron los primeros en sucumbir).
La galería de gobernadores mega bandidos, de aquellos que se llevan los dineros del pueblo por trocadas o los utilizan como propios para caprichos y derroches, no parece tener fin:Veracruz, Chihuahua Tabasco, Tamaulipas, Sonora, Campeche, Quintana Roo, por señalar algunos. Sin embargo hay otros que inexplicablemente gozan de total impunidad como es el caso de Emilio González Márquez (Jalisco).
El problema, y extremadamente grave, es que no son los únicos. El país entero está siendo saqueado de manera frenética y violenta. El millonario robo cotidiano de combustibles de los ductos de Pemex ni para, ni tampoco nadie es detenido. El saqueo de Petróleos Mexicanos durante el gobierno de Vicente Fox en el que sus hijos políticos se vieron involucrados continúa con nuevos nombres y rostros. Los secuestros cotidianos, la extorsión o cobro de piso a empresarios y comerciantes de todos los niveles. La toma de casetas y autopistas, la quema de edificios y bienes públicos. El cobro de las huestes de maistros de la CNTE sin trabajar y sin tener la capacidad profesional, son apenas algunas de las caras de este monstruo que se está tragando la paz social, la estabilidad, y el futuro inmediato de México.
Este viernes 22 (abril) se publicó en los diarios de la capital que una taquería (“El borrego viudo”) fue clausurada por dos simples inspectores de una dependencia pública que les quería extorsionar nada menos que con $100 mil pesos ¿Qué diferencia entre estos inspectores y los cárteles delictivos? ¿Se imagina las legiones de inspectores municipales, estatales y federales lo que hacen sin que nadie les controle y vigile para que no extorsionen?
Continuemos. La impartición de justicia es algo verdaderamente putrefacto. El simple hecho de que apenas un poco más del 1 por ciento de los que cometen delitos terminen en prisión con una sentencia, es muestra inequívoca que ni se detiene al delincuente y cuando se logra hacerlo, la puerta se abre fácilmente para que salga. En cambio el ciudadano agraviado se topa en las Procuradurías con una burocracia dura e indolente que impide que sus querellas encuentren justicia. No la hay, en México se ha ausentado.
Los litigantes viejos, los que vivieron otras épocas de menor corrupción y más estabilidad política (cuando era posible obtener con argumentos y una buena defensa una sentencia conforme a la ley y la justicia) están indignados ante un poder judicial en el que muchos de sus jueces y magistrados ponen tarifas de cientos de miles para resolver. No les resultan suficientes sus altísimos sueldos y percepciones otrora inexistentes, y su ineficacia, que también es corrupción, sino que ahora no pocos ofrecen la justicia al mejor postor. Nadie está diciendo que sean tontos. Nadie expide recibos. Se está señalando la queja de los viejos litigantes que asqueados de lo que sucede no saben realmente qué hacer ¿podrá impartirse justicia en semejante clima nauseabundo?
Las Juntas de Conciliación y Arbitraje están pobladas por bandas de pseudo abogados que al amparo del juicio laboral se dedican mediante Laudos amañados y fuera de la realidad económica de los actores y de los demandados, a extorsionar empresas y patrones con mayor impunidad incluso que los cárteles. Y nadie dice ni hace nada.
Los gobernantes callan. El Presidente Peña Nieto en un esfuerzo que se reconoce denunció estas pillerías y movió las cosas para que el Senado reformara estos juicios, sin embargo los gobiernos de los Estados, incluyendo el de Jalisco por supuesto, no han abierto siquiera la boca para condenar los atracos cotidianos de estos despachos amafiados, que acompañados de los llamados trabajadores toreros (porque “viven de las corridas”) abonan para que esta situación continúe.
Los asesinatos que se cometen a diario a lo largo y ancho del país en su mayoría quedan impunes, crecen en número y crueldad, de hecho hay zonas que sus autoridades ya son mero adorno, un adorno demasiado caro y no pocas veces coludido con toda clase de maleantes. Gobernadores, presidentes municipales, con sus respectivas policías y el poder judicial, pretenden dejar al gobierno federal una responsabilidad que es suya y solamente suya. Los asesinatos son ya un asunto que mantiene bajo terror a la mayoría de los mexicanos sin que sus gobiernos se inmuten siquiera y esto no puede continuar así.
Los ciudadanos consideran que han sido abandonados a su suerte por los distintos gobiernos. Nos hacen recordar a los habitantes de Ixtepec en el hermoso libro de Elena Garro: “….Como en las tragedias, vivíamos dentro de un tiempo quieto y los personajes sucumbían presos en ese instante detenido. Era en vano que hicieran gestos cada vez más sangrientos. Habíamos abolido el tiempo” (Los recuerdos del porvenir, pág. 62). Nada pasa y todo sucede en México. Vivimos en una tragedia en la que el tiempo se ha detenido.
La clase política, gobernante pues, es tan cínica que el país hundiéndose y ellos peleándose en campañas políticas que solo interesan a las pandillas contendientes. Sí, porque si fueran Partidos Políticos de verdad entenderían el oficio, tendrían la capacidad y el conocimiento suficientes para discernir la condición del país, abandonando de inmediato su frivolidad y desinterés para el pueblo. Si entre los gobernantes quedan todavía algunos sobrevivientes que entiendan y sepan servir al pueblo y no solo servirse de él, es tiempo que den el grito de alerta en el campamento, de lo contrario los días de la República están contados.
¡Hasta el próximo sábado, si Dios nos permite!
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